Reconocimiento al valor y la firmeza de Román

por | 30 Sep 2016 | Temporada 2016

MADRID. Segunda del abono de Otoño. Dos tercios de entrada.  Toros de Fuente Ymbro, de medida presentación y desigual remate, la mayoría con complicaciones. Eugenio de Mora (de blanco y oro), ovación tras un aviso y silencio. Juan del Álamo (de tabaco y oro), silencio tras aviso y silencio. Román (de verde botella y oro), una oreja y ovación tras un aviso.

La firmeza y el valor también merece su reconocimiento. Madrid lo hizo en tarde de la feria de Otoño a Román, que frente a dos toros que no regalaban facilidades dejó claro que reclamara un sitio bajo el sol.

La ocasión, con un cartel atractivo, vino luego muy condicionada por los toros que trajo Ricardo Gallardo. Justos en presentación, con el 3º bajando y el 6º con mucho descaro en la cabeza, su juego quedó lejos de lo necesario. Tuvo nobleza y calidad el que rompió plaza, sin las fuerzas necesarias el noble 2º y a partir de el desbarajuste, los problemas y la desilusión.

Pues con dos del lote de los malos se las entendió Román, firmemente decidido desde el primer momento. En ambos estuvo valentísimo, poniéndose en su sitio sin entrar en matices de las nula colaboración de los que tenía delante. Como dicen los taurinos, se puso a torear como si fueran buenos. Pero la firmeza de sus pies también respondía a una cabeza despierta: allí no había alocamiento alguno, sino la apuesta de quien aspira a funcionar con holgura en el escalafón. Una buena conjunción esa de cabeza y valor.

Lo de menos es entrar a discutir si había la mitad más uno de pañuelos para que se le concediera la oreja del 3º. Con ella y sin ella, lo quedó claro es que a Madrid vino a reivindicarse. Y lo hizo.

Eugenio de Mora supo aprovechar las dos docenas de muletazos que tenía el buen 1º, al que si no es por la espada, por su mal uso, le podría haber cortado una oreja. Su buen oficio quedó claro. El 4º  ya era otro cantar; su actuación necesariamente tuvo que ser otra: una lidia cumplidora para pasaportarlo.

Los buenos propósitos declarados por Juan del Álamo quedaron en eso. La nobleza demostrada por su pitón derecho no tenía opción de expandirse: su fortaleza flaqueaba tanto que, en seguida, ya cortó el viaje. El salmantino se puso allí una y otra vez, pero sin poder acoplarse. Frente al 5º, que le propinó un revolcón tremendo, poco pudo enmendar. En cualquier caso, dejó unos lances con mucho empaque.

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Taurología

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