Reconocimiento a tres toreros

por | 7 Oct 2012 | Temporada 2012

MADRID, 7 de octubre de 2012. Ultima de la feria de Otoño. Tres cuartos de entrada. Toros de Palha, desiguales de presentación y de mal juego.  Fernando Robleño (de mostaza y oro),  silencio y ovación. Javier Castaño (de marino y oro), ovación y silencio. Alberto Aguilar ( azul cobalto y oro), ovación y silencio.

Tres toreros muy hombres frente a seis toros incómodos, con peligro y sin atisbo de bravura. Es el resumen lineal de esta última del abono de otoño en Madrid. Pésimo colofón ganadero, una vez más protagonizado por la divisa de Palha. Y van…

Para empezar de la dehesa portuguesa se aprobaron finalmente seis toros muy desiguales en presencia, alguno justito y otros más grandullones. Y si quitamos la pasajera y efímera bondad que en algunos momentos sacó el segundo, todos cortados por el mismo patrón: manseando en varas, con la cara suelta y siempre por arriba; en el último tercio dejó clara su poca casta, que luego viró al peligro,  el 1º; se acabó por la vía rápida el  2º, que tuvo una docena de embestidas con algunas nobleza; violento  el 3º; cortando por los dos pitones el 4º; metiéndose siempre por dentro el 5º, al parecer reparado de la vista; con un pitón derecho de terror y violento por el otro el 6º. Balance pésimo En su defensa podrá decir el ganadero que dentro se quedaron dos hermosos toros, que se hirieron de cornadas. En la fachada eran parejos con el 5º;  si  en lo que llevaban dentro eran parecidos, bien están en los corrales. En suma nada apetecible el plato que se cocinó en "Heredade de Adema".

No es que los toreros estuvieran muy por encima de los toros. Es que demostraron una entrega y una profesionalidad digna de mejores causas. Como el oficio lo tienen bien aprendido, sin agobios mandaron a los seis para el desolladero. Pero momentos hubo en los que tuvieron que tragar mucha quina. Tanta que hasta ridículo resulta que un pequeño sector del público le impidiera a Robleño saludar desde el tercio tras pasaportar al 4º.

Cerraba en esta tarde su temporada Javier Castaño. ¡Chapeau, torero! Una temporada dura como pocas, que ha resuelto con extraordinario oficio y, cuando medio era posible, con toreo de verdad. De ambas cosas dejó constancia otra vez en Madrid.  Mérito tuvo su buen oficio para lidiar al muy problemático quinto. Y mérito y clase tuvieron las pocas series de muletazos que pudo enjaretarle al 2º, antes de que se parara. En este torero, al no hacer bien la suerte de matar, se llevó un señor revolcón, del que quedó dolorido.

Llegaba Fernando Robleño a Madrid después de éxitos muy rotundos en plazas difíciles de Francia. Lucimiento pudo dejar poco en el ruedo venteño; pero sí acreditó sobradamente las razones de sus anteriores éxitos. Sólo el poderle al 4º, que se acostaba por los dos pitones y embestida a oleadas,  ya era digno de reconocimiento. El que abría plaza tan sólo le permitió un atisbo de toreo, porque se vino abajo enseguida.

Muy puesto también se vio  a Alberto Aguilar. Y con decisión, porque ponerse con la muleta por delante en el 3º tenía mucho mérito, cuando la violencia de sus arrancadas resultaban las más de las veces imprevisibles. Y Aguilar allí estaba, tranquilo y torero. Despierto estuvo con el que cerraba plaza y feria, para ver de inmediato que el único pitón posible era el izquierdo y con ciertas precauciones. Hubo naturales muy templados y profundos. La pena es que el trasteo no se pudo culminar, porque aquel pozo tenía las aguas justas. Pero en los aficionados ha dejado el mejor recuerdo.

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Taurología

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