MADRID. Vigésimo novena y última del abono de San Isidro. Lleno, a tan sólo 591 localidades para poner el “No hay billetes”. Cinco toros de Miura, altos y largo y con las dificultades de su casta, muy ovacionados al arrastre 1º y e 6º; y un sobrero cinqueño de Valdefresno (4º bis), sin clase alguna . Rafael Rubio “Rafaelllo” (de nazareno y oro), ovación tras aviso y silencio. Javier Castaño (de nazareno y oro), silencio tras un aviso y ovación. Jesús Pérez Mota (de grana y oro), silencio y silencio.
Punto y final. Pero gozoso, porque basta recordar los naturales –largos, templados y sentidos–, que “Rafaelillo” le recetó a su primer miura para disfrutar de los misterios de la Tauromaquia. Luego la tarde discurrió entre muchos altibajos. Pero aquellas cinco series con la mano izquierda compensan largamente una tarde de toros.
La corrida de Miura, toda ella muy seria y en el tipo de su encaste, no se pudo lidiar completa. Y por una mala práctica: el que estaba enchiquerado como 1º, que había dejado síntomas de ser blando, en el caballo material e innecesariamente lo acribillaron; lo liquidaron y hubo que devolverlo. Hizo “Rafaelillo” que se corriera turno y fue reemplazado por el previsto como 4º, “Tabernero” de nombre, con un excelente pitón izquierdo, aunque por el derecho fuera imposible; fue ovacionadísimo al arrastre. Para el torero, el mejor de todo el lote.
Para postre se reservó a “Ojeador”, largo como un mercancías de los grandes, con 647 kilos a los lomos. Hizo una pelea espectacular con el caballo que montaba Francisco Vallejo: tres varas, la ultima desde la boca de riego; pero así como la acometida era brillante, luego la reunión y la pelea no estuvo al mismo nivel. Para mayor lucimiento, fue banderilleado por todo lo alto por Raúl Ruíz. Todo eso luego se notó en el ultimo tercio. El resto salió en “miura”, con complicaciones: el 2º en grado sumo; el 3º, con peligro; el 5º, más templado exigía que se le esperara con los engaños. La mole que hizo de sobrero, inservible para todo.
Dicho quedó que “Rafaaelillo” toreó al natural de forma excelente. Las cinco series tuvieron mucho peso, la última con el añadido de lo airoso que supone citar de frente. Se ponía el murciano en su sitio, como los clásicos: dándole el medio pecho al miura y sacándole el engaño a la vez que cargaba la suerte. Tenía en su mano un triunfo de importancia, pero cruzar por el pitón derecho a la hora de matar resultaba imposible. Al final, lo pudo cazar al cuatro intento con habilidad. Pero ahí quedó la categoría e su faena. Al sobrero se lo quitó de en medio dignamente.
Resolvió Javier Castaño con buen oficio la papeleta que suponía su primero. Frente al cinqueño lidiado como 5º, que no daba facilidades, hizo un planteamiento inteligente y lo que pedía el toro: esperaba a que el de Miura le tomara los engaños, para luego materializar el muletazo. Naturalmente resultaba más complicado ligar así las series; pero aunque de uno en uno, los hubo de excelente trazo. Pero siempre sin poder alcanzar el punto culminante. Pero, en cualquier caso, estuvo torero y muy responsable.
Poco se le podía pedir a Pérez Mota con el peligroso que hizo 3º: buscando la querencia de los tableros y acometiendo con la cara por las nubes. Frente al ya referido 6º, después de los dos primeros tercios, ya llegó al final desarrollando sentido y acortando el viaje. El gaditano estuvo decidido con la muleta y habilidoso con la espada.
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