Madrid. Décimo cuarta del abono de San Isidro. Algo más de dos tercios de entrada; según la empresa: 16.873 espectadores (71,4% del aforo), en tarde sin sol pero agradable.
Novillos de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi), un conjunto bien comido (525 kilos de promedio) y adecuada presentación aunque varios con demasiada alzada, que no regalaban facilidades a los toreros.
Ángel Jiménez (de grana y oro), silencio y silencio. André Lagravere “El Galo” (de rosa y plata), silencio y silencio. Francisco de Manuel (de grana y oro), ovación y ovación.
Esto de incluir las novilladas en el abono obligatorio está muy bien: no es lo mismo ver a los novilleros en una plaza semivacía a con los tendidos con una buena entrada. En el fondo, es un modo de promocionar este tipo de festejos, ahora tan poco cuidados.
Los neo-santacoloma de Martínez Conradi, como ya se comprobó en la corrida de toros que abrió la feria, tienen su aquel para la lidia. Los novillos de esta tarde lo corroboraron. No fue uno sólo el que se dejó torear con el capote, como el 1º, pero luego en el último tercio tenían sus teclas que tocar. Incluso para novilleros ya más curtidos, como los de esta ocasión. En el caballo cumplieron a secas, aunque también es verdad que no fue ocasión de aciertos para los montados; en la lidia no estuvieron sobrados de entrega. Pero no se debe omitir que metían la cara con clase en los engaños, pero luego sacaban esta chispa tan propia de este encaste. A la afición el que más le gustó fue el 2º. Para gusto los colores.
Con mucho gusto manejó el capote Ángel Jiménez, que bien de triunfar en Sevilla y ya tiene firmada la alternativa para la feria de San Miguel; con la pañosa dejó claro que conoce la asignatura, pero sólo en rara ocasión pudo estirarse a gusto. El franco-mejicano “El Galo”, como ya dejó dicho en el pasado mes de julio en la noche de presentación en el foro, es de los que hacen de todo, pero casi nada se resuelve bien; cierto que sus dos novillos agobiaban con sus continúas acometidas, pero lo que se dice decir, dijo más bien poco.
Como se dice en las notas escolares, Francisco de Manuel “progresa adecuadamente”. Y eso se nota bastante, por ejemplo, en el manejo del capote: suyos fueron los lances más redondos de la tarde; no sólo con buena técnica, también con regusto. Con la muleta estuvo decoroso y firme con su primero, de cortas embestidas. Entendió bien al que cerraba la función, teniendo a su enemigo muy metido en la muleta y toreando con ligazón. En suma, se le ve con agrado.
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