VALLADOLID, 5 de septiembre de 2012. Segunda de feria. Casi lleno. Corrida televisada en directo por TVE. Cinco toros de Victoriano del Rio y un sobrero de Domingo Hernández (6º), de un trapío mejorable, de fuerzas raza justas, pero muy manejables. Julián López “El Juli”, una oreja y dos orejas. José Mª Manzanares, que reaparecía tras su último percance, ovación y una oreja. Alejandro Talavante, una oreja y una oreja. El Juli y Talavante salieron por la puerta grande.
Sí. Desde hoy pienso promover dicha reivindicación. Los tres (+1) que este miércoles del Señor han hecho el paseíllo en Valladolid, y en los salones de toda España gracias a la vuelta de los toros a Televisión Española, se merecen la gloria. Y si la gloria la dan los reconocimientos, además de monumentos y estatuas delante de cada plaza de nuestra piel de toro, estos tíos se merecen un Príncipe de Asturias. El Juli, Manzanares y Talavante. Tres… más uno, el Foro de la Juventud Taurina, que no estaría mal que gozara también del agradecimiento compartido por el auge y la revitalización que está viviendo la Fiesta de unos meses para acá tras un excesivo letargo.
Se me ha ocurrido a raíz de una nueva decepción del mundo del deporte precisamente relativa a los insignes premios “nobel” españoles. Por la mañana se anunciaba que Iker y Xabi ganaban al alimón el correspondiente a dicha disciplina, donde se ve que sólo cuentan unos pocos (no habrá deportistas que verdaderamente hayan hecho esfuerzos y méritos). Pero al menos no se lo han dado a Cristiano Ronaldo, que sigue estando triste [como remedio añadido a la receta de ayer hoy le propongo las fórmulas de la terna de la temporada –Juli, Manza, Tala-]. Ellos también son jóvenes, famosos, ricos y guapos, como se autodescribió el niñato portugués. Pero se han hecho hombres en un mundo distinto y han encontrado el secreto de la felicidad en el arte, en la humildad, en la generosidad, en el compromiso colectivo, en la sencillez, en la cercanía con quienes les admiran, en la gratitud a quienes les alaban y también a quienes les critican, e incluso en el sacrificio presente en busca de garantías futuras. Así se les ve tan felices y así se han reafirmado como figuras y líderes tirando del carro del sistema.
Y así se anunciaron en Valladolid renunciando a sus derechos de imagen a cambio de una vuelta histórica a la televisión pública, la que disfrutamos todos, contando con la colaboración elogiable y económicamente arriesga de las familias Gallego y Matilla que regentan el coso de Zorrilla –como empresarios se exponían a una menor caja en la medida de quienes se vieran tentados a ahorrarse el precio de la entrada ante la posibilidad gratuita de verlo en casa–. Un gran gesto de tantos profesionales que se han unido logrando un exitoso punto de inflexión a partir del cual los niños que nunca lo habían visto, los aficionados que no ven todo lo que quisieran, los interesados y curiosos que no se terminan de enganchar, y los ignorantes que no se habían preocupado por entender, tendrán información recurrente de la Fiesta Inter-Nacional.
Lo dicho. Un logro. Y además con triunfalismo (excesivo para la categoría de la plaza pero justificable hoy que nos vigilaban con lupa). Festejo entretenido con instantes y matices muy interesantes y pasajes para hacer afición por parte de los tres componentes de la terna, ante millones de espectadores (ya se hablaba de datos esperanzadores antes de finalizar el festejo) y sobre todo ante una plaza abarrotada con abundante presencia de jóvenes ayudados por los descuentos ofrecidos conjuntamente por los protagonistas del hito y la colaboración de ese cuarto espada, el Foro de la Juventud Taurina (que precioso nombre), que está siendo clave en la promoción y difusión de tantas iniciativas, especialmente gracias a sus “almas mater” Federica Piazza y David Jaramillo (una italiana y un colombiano, que conste en acta).
No obstante, sobre lo acontecido en el ruedo… lo hemos podido ver, lo hemos visto y lo podemos volver a ver todos. Así que de nuevo he preferido opinar a describir. Dar algunas pinceladas a narrar. Pero por compartir algunas percepciones sobre lo que a las faenas se refiere, no escondo que por momentos la tarde se me hizo lenta y larga, incluso he de reconocer que aun con una razonable satisfacción me he quedado algo frustrado, en particular ante el escaso juego de los ejemplares de Victoriano del Río.
Lo mejor, el sobrero de Garcigrande que cerraba plaza, un animal con grandes dosis de bravura, que se quería comer la muleta, que se entregaba en cada pase con celo y clase en sus embestidas. Y que sin embargo se quedó sin cuajar del todo por un Talavante que no supo darle las distancias y terrenos idóneos creándose cierto abarullamiento y atropellamiento (cierto que en eso pudo influir también el viento que de nuevo molestó en el centenario coso pucelano). Aún así, sin llegar a su máxima dimensión (nos estamos mal acostumbrando) es justo reconocer que Talavante hizo el toreo y lo hizo con verdad y profundidad en multitud de lances y muletazos.
Por su parte, siguiendo el orden inverso, gustó Manzanares y gustaron cosas de su quinto toro (un manso encastado) aunque también sin llegar a provocar los escalofríos a los que su plástica y hondura nos tienen acostumbrados cuando el tiempo se para en sus brazos y su muleta. Hoy, todavía un tanto rígido reapareciendo de su larga lesión, el tiempo se ralentizó simplemente sin llegar a detenerse. ¡Simplemente, digo! ¡Como si fuera poco!
Sin embargo el que sí me convenció con rotundidad como lo lleva haciendo un ratito, algo así como los años que tengo de uso de razón, fue ese López que aunque se anuncie como El Juli deberíamos llamar Don Julián, señor del toreo. Nueva lección de mando, de mesura, de entendimiento, de lucidez mental, de dominio técnico, de calibración de tiempos, distancias, terrenos, siempre a favor del animal (sólo faltaría que le diera la ventaja). Lo tiene todo controlado, parece que hasta el ritmo de su pestañeo. Y con esos mimbres y esas dotes le arrancó las orejas a sus insulsos oponentes vacíos de voluntad para embestir a los que una vez más Don Julián sacó más jugo del que tenían.
En cualquier caso el resultado artístico, bueno pero sin euforia, queda en un segundo plano ante el acontecimiento de hoy de vital importancia para la Fiesta. Una Fiesta que más que por tardes como la de hoy, sino por otras innumerables, tantas como sus gestos, debería movilizarse para que a estos señores (tres + uno) se les agradeciera todo esto con la gloria del Príncipe de Asturias de las Artes. Si no me equivoco sería la primera vez de la historia que se concediera a alguien del toro. Habrá que promover un hastag este invierno.
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