PAMPLONA. Sexta de la feria de San Fermín. Lleno. Toros de Victoriano del Río –el 6º bis con el hierro de Toros de Cortés–, fuertes y bien armados, aunque de desigual presencia, de mal juego, con complicaciones y exigentes; apuntó algo más el 5º. Pepín Liria (de blanco y oro) silencio tras un aviso y una oreja. Julián López “El Juli” (de marino y oro), silencio y ovación tras un aviso. Ginés Marín (de gris perla y oro), silencio tras un aviso y silencio.
Cuando los “toros predecibles” dejan de serlo, ocurre lo que este jueves en Pamplona: una corrida dura y complicada, que no brindó más que muy ocasional y aisladamente alguna virtud. Ni los tres cuatreños, ni los tres cinqueños; no ha sido cosa de la edad, sino de la mala casta. No podrá estar contento Victoriano del Río, porque el balance de su paso por Pamplona ha sido muy negativo. En la memoria tan sólo quedan toda suerte de cabezazos con mal genio, unos viajes que se acortaban ya con el capote, mucho mirar hacia las tablas y una carencia de nobleza y de humillación. Podría discutirse el que se lidió en 4º lugar y más en el que hizo 5º, pero no es menos cierto que las teóricas bondades –muy relativas ellas– de éste ultimo victoriano quedaron sobrevaloradas por la poderosa muleta de “El Juli”.
En la temporada de sus 25 años de alternativa, quiso volver ocasionalmente a Pamplona Pepín Liria, tan querido por las peñas durante su vida en activo. La MECA, que son unos señores, le brindo la oportunidad con una “corrida de garantías”; luego resultó que tales credenciales se quedaron en la dehesa. Pero ante semejantes inclemencias el torero de Cehegín no volvió la cara. Y hasta nos dio un susto mayúsculo, por la fea forma con la que fue volteado por el 4º.
Como en sus buenos tiempos, echó las rodillas al suelo para recibir a su primero, con dos largas. Y de nuevo volvió a hacerlo para iniciar la faena de muleta. Pero el tal “Jabaleño” no estaba por la labor. Con todo, Liria tuvo momentos con su punto de emotividad, especialmente en una serie con la mano izquierda. Luego con la espada hizo guardia.
El cinqueño 4º era lo que se dice un tío. Liria respondió con muchas agallas, con un trasteo siempre emocionante y por momentos además lucido. El murciano se iba viniendo arriba y quiso por dos veces que no se le escapara el triunfo: la primera, con unos rodillazos finales muy metido en tablas, que fue cuando recibió una soberana paliza, aunque por fortuna sin calar; la segunda, cuando entró a matar a toda costa, eso que los toreros llaman “amarrar la estocada”, volviendo de nuevo a una situación problemática. La plaza fue tan un clamor que luego se enfadó mucho porque el Palco solo concedió una oreja.
Las conocidas capacidades de “El Juli” quedaron de manifiesto durante la lidia del 5º, siempre saliéndose con la cara por arriba y acortando intermitente el viaje. Pero se adivinaba un cierto fondo de nobleza. El madrileño lo midió por eficacia por abajo, para en seguida coger la mano izquierda y dejar una serie hasta con un cierto desmayo. Toda la faena estuvo bien concebida y mejor realizada, fruto de ese poder que imprime a su muleta. Lo que ya no podía es añadir puntos de emoción a un toro que no la tenía. No tuvo la suficiente eficacia la estocada trasera y al final todo quedó en una fuerte ovación. Con el bien armado cinqueño que le correspondió en su primer turno, siempre protestón y andarín, la razonable faena de “El Juli” quedó emborronada con la espada.
Si el miércoles Ginés Marín no tuvo la suerte de cara, este jueves aún menos. Ni el feo de hechuras que hizo 3º, ni el sobrero con el segundo hierro de la Casa, le dieron mayor margen. Para salir de sus dudas, este torero necesita un triunfo rotundo como el comer.
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