Apoyados en el vídeo, los toreros pueden desvelar las esquinas ocultas del arte de torear; la reacción de los toros; la estrategia y los resortes técnicos de la lidia para poder primero; crear después. La iniciativa puesta en marcha por la empresa Pagés –bajo la dirección de José Enrique Moreno– está abriendo puertas que antes no habían sido franqueadas. La apuesta de El toreo contado –que alcanza su tercera temporada– tiene el doble valor de sacar de un ámbito reducísimo ese lenguaje que difícilmente escucha el aficionado de la calle y que, durante tanto tiempo, sólo pertenecía a la intimidad de las cenas de las cuadrillas y a esas confidencias compartidas en los larguísimos viajes de plaza en plaza.
Este martes era el turno del diestro palaciego Pepe Moral, pero la sesión gozaba de otras perspectivas. El juego de los toros de Miura que lidió el pasado año –y con los que triunfó– iba a ser analizado por sus propios criadores completando el diagnóstico de una tarde feliz en la que cortó una oreja de cada uno de sus enemigos. Aquella tarde, la última del ciclo abrileño, bordó el toreo al natural con el nobilísimo ejemplar que saltó en quinto lugar, un toro llamado Amapolo en el programa de mano que, tal y como aclararon los ganaderos, había sido bautizado en el herradero como Yegüero. No fueron los únicos secretos que se desvelaron en el transcurso de la charla. El torero habló de acople, confianza, de creer en la embestida, del buen o mal fondo de los animales… situando al público en medio de ese complejo retablo de sensaciones que permite apostar y triunfar.
La charla, obligatoriamente, tenía que girar en torno a la lidia y muerte de ese Amapolo –o Yegüero– que estuvo a punto de abrirle la Puerta del Príncipe. En cualquier caso sí le permitió cuajar el mejor toreo zurdo de la Feria de Abril. “Basé toda mi faena en el pitón izquierdo; es de las veces que he toreado en Sevilla con más sentimiento”. Eduardo Miura terció en la conversación admitiendo que hace más de dos décadas que no presencia las corridas de su casa en la plaza de la Maestranza. “A nosotros lo que nos gusta es que los toreros puedan triunfar con nuestros toros; esa es nuestra mayor satisfacción”, afirmó el veterano criador de Zahariche.
Su hermano Antonio sí acude a la plaza aunque lo hace, dejando su localidad habitual, buscando el anomimato de las gradas. Toto lo tenía claro: “Fue una corrida de toros para estar satisfecho y yo le habría dado las dos orejas, aunque soy parte interesada”. Los dos hermanos se mostraron refractarios a contemplar de nuevo la lidia de sus toros. En realidad se les notaba casi incómodos. “Es que ahora les vemos defectos que no pudimos apreciar en vivo”, respondieron a coro. Los ganaderos evocaron los usos y costumbres de su casa. Hicieron una lista de los toreros –Limeño, Ruiz Miguel, José Antonio Campuzano, Manili, Galán, Padilla o El Fundi– que unieron su nombre al del mítico hierro de la A con asas y pusieron un acento especial en la figura de Pepe Luis Vázquez, el gran maestro de San Bernardo, cuyo recuerdo emocionó de una forma especial a Eduardo. “Mi padre nunca tentaba sin avisarlo”, sentenció el veterano criador.
Hubo lugar para el anecdotario. Pepe Moral se dibujó a sí mismo de niño, en los bordes de la marisma, contemplando la finca Escobero del gran Diego Puerta. “En una venta cercana me contaron que se la había comprado con lo que ganó después de torear una de Miura”. Ese toro, Escobero, existió. Fue el que puso en figura al menudo diestro del Cerro del Águila en el ya lejano año de 1960. Ésa fue, precisamente, la primera corrida de toros que presenció en su vida Antonio Miura.
57 años después, Pepe Moral iba a tener delante su propio Escobero. Ese quinto miura de nombre cambiado que le entró por el ojo desde que salió por la puerta de chiqueros. “Sabía que algo importante iba a pasar y cuando le vi salir me transmitió buenas sensaciones y pronto me puse con la mano izquieda”, confesó el matador de Los Palacios que también evocó a su maestro, el recordado diestro Manolo Cortés, que fue otro torero especialmente vinculado a la casa Miura. “No importa el hierro, hay que esperar a que salga el toro”. El recuerdo se posó sobre el artista de Gines mientras el vídeo rescataba esa faena que volvió a cambiar la vida de Pepe Moral. “Le pegaste una larga cambiada”, le espetó el moderador. “En realidad le di dos”, contestó el torero.
►Los trabajos originales de Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía”, se publican en su blogs “Con la tarde colgada a un hombro”, al que se puede acceder a través de nuestra sección “8 opiniones 10” y en las direcciones electrónicas:
http://elcorreoweb.es/toros/
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