Está considerada como una de las más importantes que firmó el maestro de San Bernardo y a los anales pasó como “la faena de Aranjuez”. Ocurrió el 30 de mayo de 1949 y por errores en toriles se acabó lidiando como 6º, en una tarde de siete. Se anunciaban toros de Carlos Núñez, para la rejoneadora Conchita Cintrón, Pepe Luís Vázquez, Pepín Martín Vázquez y José María Martorell. En el semanario “El Ruedo” se apostillaba que se trataba de los “que en esta Feria pasada no habían toreado en Madrid”. De ahí el interés del cartel y los muchos aficionados que tomaron el camino del Real Sitio, tantos que rebasaron el aforo oficial.
La última de San Isidro
En el popular semanario el título no dejaba lugar a dudas: “La ultima de San Isidro en Aranjuez”[1]. Manuel Casanova –en la crónica taurina, EMECE– explicaba, naturalmente, la razón del título elegido: “aquí el sentido de última no es precisamente el que adquieren Ion partidos finales de las competiciones deportivas. Si hablamos de la última de San Isidro es porque, a pesar de las molestias del traslado, y de las apreturas, y hasta del calor inicial, muchos aficionados madrileños se trasladaron a cincuenta kilómetros de la Puerta del Sol para contemplar la actuación de tres lidiadores –de cuatro contando a la rejoneadora– que en esta Feria pasada no habían toreado en Madrid. Por poco nos volvemos con las manos vacías. Menos mal que Pepe Luis quiso estar en Aranjuez”.
Y al final de las dos páginas que dedicó a este festejo, insistía: “De esta manera, entre Madrid y Aranjuez, ha terminado la Feria de San Isidro. Hubiera sido preferible, por más cómodo, que esta “sesión de clausura” se hubiese celebrado en Las Ventas. No es qué anden mucho mejor los transportes en Madrid. Pero, por lo menos, no hay que recorrer tantos kilómetros”.
La corrida de Núñez no fue buena. El cronista de ABC la calificaba “endeble”; en “El Ruedo” se usaron palabras más fuertes: “moruchada andaluza”. Llama la atención que en ninguna crónica se destacaran los valores de aquel toro que lidió Pepe Luis, “Manchonero” de nombre. Y llama la atención porque en el azulejo conmemorativo que se colocó en recuerdo de aquel momento cumbre del mayor de los Vázquez se afirma que fue “un toro de bandera”. O los cronistas se olvidaron de semejante detalle, que no es pequeño, o al escribiente del azulejo se le fue la mano.
La tarde discurría hasta entonces sin nada de particular relieve. Lo más, la vuelta al ruedo que dio Conchita Cintrón, después de que el sobresaliente terminara con el toro que rejoneó. Pero si se había producido una incidencia y relevante: por un error en la gestión de los toriles, Pepín Martín Vázquez hubo de matar sus dos toros de forma consecutiva, como 2º y 3º en la lidia a pie; “ninguno de los dos se prestaron al lucimiento, que buscó Pepín con ahínco”, remarcaba “El Ruedo”. Por este lio de corrales, el toro del triunfo saltó en 5º lugar, el penúltimo de la corrida a pie.
La versión de ABC
En su crónica para ABC[2], “Giraldillo” –que como en la misma página firmaba la crónica de la corrida dominical en Las Ventas, en la de Aranjuez utilizó la simple firma de “G”– comenzaba dando cuenta de que “Pepe Luis nada hizo en su primer toro. Se limitó a salir del paso”.
Pero en seguida entra en materia: “en su segundo, dijo ¡aquí estoy yo!, y fue el maestro insuperable, fundador, creador y recreador de una escuela, en la que la gente ve nada más que lo externo, la gracia que entra por los ojos profanos, sin llegar al fondo inmenso que este torero tiene, cabeza privilegiada, figura de época, en torno a la cual ha girado todo un modo de torear, que no diré que ha creado escuela porque lo que Pepe Luís hace es personal, con él nació y con él concluirá cuando felizmente para él se retire del toreo”.
Más adelante, añadía: “Iba, pues, la corrida para abajo, por los despeñaderos del tedio, cuando el sevillano salió a evitar el derrumbamiento. Surgió la faena de la tarde. Tono brillantísimo. Color y olor. Naturales y giros graciosos. Lo que había que hacer, más de lo que se podía hacer. El publico desarrugó el ceño, con razón fruncido, y estallaron las ovaciones. Remató la filigrana pura con una estocada. Rodó el toro y cortó las dos orejas. Dos vueltas al ruedo sostuvieron el triunfo.
Y pone punto final a su crónica en los siguientes términos: En suma: una corrida tediosa, salvada por el arte de Pepe Luís, sonrisa entre seis bostezos.
La versión de “El Ruedo”
En su lugar más preferente, la tercera página, “El Ruedo” abría su edición con la crónica de Aranjuez, en la que para abrir boca dejaba sentado que “a no ser por Pepe Luis Vázquez –por el ánimo con que Pepe Luis viene a la temporada—, la corrida del día de San Fernando, en Aranjuez, hubiera sido, como se dice en términos deportivos, una corrida sin historia”.
De hecho, venía enumerar que si no fuera por ese 6º de la tarde, toda la historia del día se habría quedado reducida a “la de la tremenda incomodidad de una Plaza donde procuraban acomodarse, encogidos, más espectadores de los que normalmente caben, y, la de una gritería constante, viniera o no a cuento, de unos aficionados ocasionales. ¡Lo que hubo que oír de disparatado, de estridente, de comentarios pintorescos en esta corrida del lunes de esta semana en Aranjuez!”
“El éxito brillante, la nota aguda de la fiesta” para EMECE la puso el torero de San Bernardo: “Pepe Luis, que no parece dispuesto a que se deje de contar con él; Pepe Luis, que escapa a la posible comparación en el paso correspondiente a su categoría, y que toreó con garbo, con genio, con suavidad de cosa alada; sin esfuerzo, con calma y a la vez con emoción, al quinto toro de don Carlos Núñez”.
Se trató de una “faena larga, con gusto, sin prisas, cada vez con más ajuste, que atizó el entusiasmo ya casi en cenizas de los espectadores. Toreo de frente, y no de perfil; toreo por el arte de presentar como la cosa más sencilla del mundo el vencimiento de la dificultad. Mató fácilmente de una estocada, y el éxito se refrendó con el corte de las dos orejas del toro, la vuelta al ruedo y las reiteradas llamadas al tercio”.
Y para concluir su amplio escrito, Casanova sentenciaba: “A no ser por la lidia de este quinto toro, para la corrida de Aranjuez no se hubieran necesitado alforjas”.
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[1] El Ruedo, nº 258, 2 de junio de 1949.
[2] ABC, 31 de mayo de 1949. “En Aranjuez. Conchita Cintrón, Pepe Luís, Pepín y Martorell”.
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