“Color, templanza y poder cromático”. Así definió un crítico no hace tanto tiempo las señas de identidad de la pintura de Peñuca de la Serna. Y todo ello guiado por un hilo conductor, que Javier Villa definió con precisión: “una media verónica de Peñuca de la Serna es más que un lance bien ejecutado; es una teoría del sentimiento”.
Pero frente a estas definiciones, Peñuca no se cansaba de repetir: “El toreo es fuente de inspiración para todas las Bellas Artes, la cultura, la escultura, la literatura, el teatro…Y, entre ellas, es la más grande, porque un hombre se juega la vida creando belleza”.
En sus grandes trazos, bien podría decirse que esta es la biografía, la muy rica biografía, de la hija del mítico Victoriano de la Serna, el hombre que en su recia poesía del toreo plasmó como nadie el pase de las flores; de la hermana de dos toreros, Victoriano y José Ignacio de la Serna; la madre de un matador de toros y hoy empresario, Víctor Zabala de la Serna; de la mujer de uno de los grandes nombres del periodismo taurino de todos los tiempos, Vicente Zabala Portolés; de la madre de dos periodistas de raza, dos compañeros admirables, como Vicente y Verónica Zabala de la Serna. ¡Que vida tan intensa fue la suya!.
Por eso, ahora que se nos ha ido para siempre, el recuerdo que nos deja es igualmente intenso. Una mujer grande, una artista llena de la mejor sensibilidad, como sus ojos intensamente verdes. Pero una mujer a la que aún le faltaba algo: contemplar y definir con sus precisos pinceles el azul inigualable de los cielos, para plasmarlos en esos nuevos cuadros que algún día, cuando nos reunamos todos en la jornada final, podremos admirar.
Como es conocido, su carrera artística comenzó́ en la Escuela de Cerámica de Madrid bajo la dirección de Jacinto Alcántara; estudió luego en la Escuela de Acuarelistas y Pintores de Lamadrid y fue discípula de Ceferino Olivé. Pertenece a la Asociación Internacional de Mujeres en las Artes y al Grupo Pro Arte y Cultura. Su obra cuelga en paredes de importantes museos de todo el planeta y en colecciones particulares de relevantes personalidades de nuestra sociedad.
Pero detrás de todo su trabajo la trayectoria de Peñuca de la Serna se remonta muy atrás. Su primera exposición tuvo lugar en 1992 en Cuenca, a partir de la cual se han sucedido sus muestras: 1994, en Madrid; 1995, en el Instituto Cervantes, de Túnez; 1997, 1998, 1999, 2001, 2002, 2003… y así hasta aquel deslumbrante “Un nuevo amanecer” que nos regaló en 2011. Pero también formó parte del grupo de artistas españoles que participaron en Milán en la exposición de la Fondazione Metropolitan y en 2003 expuso en la Galería de Arte Extranjero de Sofía, Bulgaria.
Una especial resonancia tuvo la que exposición conjunta Peñuca de la Serna y Conchita Cintrón realizaron en el Estudio Peironcely de Madrid, en mayo de 2006. Si para Peñuca era la confirmación de una etapa de especial relevancia artística, para Conchita constituía la primera muestra de su trabajo creativo con los pinceles.
Recordaba en aquella ocasión la que fuera gran rejoneadora portuguesa que “Peñuca, mi hada madrina, me ha abierto la puerta de la pintura, porque confieso que nunca había entrado en una galería. Entre mis obras, que son mis recuerdos, me siento como en casa. Me fascina todo lo bello, y la pintura es belleza y sentimiento”.
Completando las palabras de Conchita Cintrón, se podría escribir con toda propiedad que tambié
Por eso hoy sentimos que nos ha ido una persona de las que dejan su huella inconfundible. Unos porque la trataron con mayor asiduidad; otros porque supieron leer el mensaje de sus cuadros. Pero siempre, con admiración.
Descasa en paz, Peñuca.
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