MADRID. Primera novillada de la temporada. Desoladora y deprimente entrada, con menos de un cuarto de plaza, en tarde fría. Novillos de Javier Molina, bien presentados, en especial los tres últimos; muy desiguales de juego. Raúl Cámara (de tabaco y oro), palmas y silencio. Antonio Puerta (de azul pastel y oro), silencio tras un aviso y silencio tras un aviso. Rafael Cerro (de blanco y plata), palmas tras dos avisos y silencio y dos avisos.
Se abrió el ciclo de las cuatro novilladas preisidriles, que este año se montan en colaboración con el canal digital de pago y en forma de certamen competitivo: tres de selección y una final. Como visto el desarrollo no se puede hablar de un triunfador, digamos que de la terna de este domingo ha sido seleccionado para la final Rafael Cerro.
Para la ocasión se había elegido la anual novillada de Javier Molina. Cumplió holgadamente en presentación, pero no ocurrió otro tanto con su juego. Y es que los “jandillas” de hoy salían todos ellos en la versión actual de Fuente Ymbro, pero con dificultades y sobre todo exigentes durante la lidia. Un conjunto que no dio facilidades, aunque tampoco ofrecían problemas irresolubles. En suma, ofrecieron muchas y razonables excusas a los toreros para no haber triunfado. En el caballo destaco el 5º, pero quizás demasiado castigado vino a menos en su recorrido.
Aunque no alcanzó el triunfo, resultó indudable que fue precisamente el extremeño Cerro el que más mérito acumuló a lo largo de la tarde. Si hubiera tenido un poquito de serenidad, y no sólo apostara al arriesgado “si o sí” , además de manejar la espada con un mínimo de tino, podría haber sido su tarde, a tenor de la voluntad y el empeño que despliega y del sentido que se intuye que quiere imprimir a su toreo. Pero, claro, son demasiados presupuestos previos.
Si atropellar la razón nunca es bueno, en el caso del toreo mucho más. Lógicamente, el torero lo sufrió. Sus momentos más lucidos y variados transcurrieron con el capote, con unas cuantas medias de mucha calidad y unos lances genuflexos muy estimables al sexto; siempre muy firme de pies y participativo en quites. Un poco a atragantones, sin terminar de conocer la aguja de marear –que la tenían– de cada uno de sus novillos, con la muleta de nuevo dejó constancia de su decisión, con momentos muy estimables entremezclados con achuchones y desaires, no pocas veces como consecuencia de dejar la muleta retrasada. Por culpa de la espada, en los dos estuvo al borde de los tres avisos y si en el que cerraba se libró de ello fue por la inteligente paciencia del presidente, en este caso don Cesar Gómez. Lo contrario podría haber sido reglamentario, pero radicalmente injusto.
Raúl Cámara, con un escaso bagaje de experiencia, no tiene un mal sentido del toreo, trata siempre de llevara a los novillos largos y templados. Pero cuando eso no es suficiente, se nota sus carencias. Mejor con su distraído primero que con el muy deslucido cuarto, el madrileño necesita progresar.
El murciano Antonio Puerta, el más cuajado de la terna, se mostró muy desigual con el segundo de la tarde y poco pudo hacer con el quinto, muy quebrantado.
0 comentarios