MADRID, primera de la Feria de Otoño. Tres cuartos de plaza. Cinco novillos de José Luis Pereda y un sobrero de Torres Gallego, lidiado en primer lugar, todos mansos pero bien presentados. Cristian Escribano (rosa pálido y oro), un aviso y un aviso. Damián Castaño (azul cobalto y oro), silencio y silencio. Víctor Barrio (verde botella y oro), ovación y dos avisos.
Acostumbrados a los vacío del verano, da gusto ver la plaza de las Ventas con tanto público en una novillada. Cierto que es la consecuencia de estar el festejo incluido en el abono obligatorio. Pero asistir a una novillada con la plaza así da hasta otra disposición de ánimo.
Luego vino el desengaño, pero eso ya entra dentro de las incertidumbres que se compran a la vez que la entrada. En este caso, tuvo su primera causa en la novillada lidiada por José Luis Pereda. Nada que reprochar a la presentación, sobrada toda ella y hasta podría decirse que con más respeto que muchas de las corridas de toros que se han visto por plazas incluso de primera. Luego la fachada se vino abajo: abundó la mansedumbre y la falta de casta, aunque todos tuvieron inicialmente poder, salvo el blando primero, que por eso quedó en la jurisdicción siempre eficaz de Florito. En suma, un encierro bonito de ver, pero que concedió muy poco margen a los tres novilleros.
Abría plaza Cristián Escribano, sin duda el más puesto de la terna. Pero al igual que sus compañeros encontró demasiadas dificultades. Con respecto a anteriores novilladas, se le vio desde luego más hecho, salvo con la espada, que hoy por hoy es su cruz. Pero tuvo detalles interesantes, sobre todo con el capote, con un quite por gaoneras muy ajustado y limpio. Quizás, y se escribe con dudas, si le hubiera bajado más la mano a su primero, en especial con la mano derecha, podría haber conseguido mayor eco. Pero sólo con decisión no se remonta una tarde en la que los novillos tienden a rajarse antes de que uno se dé cuenta.
El salmantino Damián Castaño volvió a dejar constancia de su empeño por abrirse un hueco. En esta ocasión la puerta se la cerraron sus dos oponentes. Y por más que no cejara el torero, no había forma humana de ir a más.
Además de traerse mucho partidario a los tendidos, Víctor Barrio apuntó detalles que bien merece la pena contrastar con mejor material. De partida, es un torero alto, muy alto; pero tiene el buen sentido de saber los condicionantes de la estatura, desde usar vestidos oscuros hasta medir bien que florituras son posibles sin destrozar la estética. Quizás por eso apuesta por un toreo de mucha quietud, tirando a la verticalidad. Dentro de lo poco que los de Pereda dejaron ver, a lo mejor le iría bien no retrasar tanto la muleta, sino embarcar los toros más adelante y luego torearlos por abajo. Las escasas quince embestías que tuvo su primero las podría haber aprovechado mejor de esa forma.
Otro sí:
Como ya se conoció durante el enchiqueramiento de la mañana, en la corrida de este viernes no podrá estar José María Manzanares, cuya lesión en la mano se le ha reproducido con el esfuerzo de los entrenamientos. Taurodelta ha decidido que su lugar lo ocupe Oliva Soto, que de esta forma confirmará su alternativa de manos de El Cid y en presencia de Alejandro Talavante, con los toros de Núñez del Cubillo.
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