MADRID. Decimo cuarta de abono y segunda novillada. Algo más de tres cuartos de entrada. Novillos de Montealto, bien presentados, con un juego interesante ante el caballo, aunque luego se acabaran pronto. Thomas Dufau (de azul Bilbao y oro), silencio y ovación. Sergio Flores (de celeste y oro), ovación tras petición y silencio. Alberto López Simón (de rosa pálido y oro), ovación y palmas.
Urge decir que, dentro de un festejo interesante, me gustó sobre todo el novillero Sergio Flores. Ya dejó la mejor impresión la tarde de su presentación en Madrid, impresión que esta tarde ha mejorado. Variado y templado con el capote –su recibo al segundo de la tarde tuvo usía–, maneja con buen tino la muleta para llevar a sus enemigos por abajo y no se anda con mandangas a la hora de irse detrás de la espada. Muy exigente se puso el Presidente López Pastor a la hora de no concederle la oreja de su primero. Las exigencias en la primera plaza del mundo son muy necesarias, pero deben aplicarse con equidad a todos, algo que no siempre se ha cumplido en esta feria. Con menos méritos que los reunidos por Flores se ha dado más de un trofeo. Pero es que, además, si algunos merecen especial consideración son los que empiezan, para los que la concesión o no de un trofeo tiene una gran trascendencia. Por eso afirmo que el mexicano se debía haber llevado a casa la oreja, por propios méritos y porque es una promesa que puede tener proyección. De hecho, el mexicano volvió a dar la cara con el violento quinto, al que se pasó muy cerca y siempre con buen sentido.
Pero completado el anterior exordio, hay que reconocer que la novillada resultó muy entretenida, en la medida que se compuso una terna de los que quieren verdaderamente ser toreros y ponen todo el empeño en ello. Luego la novillada de Montealto –que fue mejor para el ganadero que para el torero– rebajó las aspiraciones, más que nada porque la mayoría de las reses no tenían fondo suficiente y si una cierta tendencia a la brusquedad.
Como corresponde con quien tiene ya la alternativa anunciada a corto plazo, el francés Thomas Dufau anda suficientemente placeado. De hecho, llevó la novillada de esta tarde con holgura. Se empeñó en superar por la vía de la constancia el reducido eco que su actuación tenía en los tendidos. Y siempre anduvo con valor sobrado, Puede ser uno de esos toreros a los que el toro mejora.
López Simón, que tiene más que un aire con Talavante hasta en lo físico, es torero de quietudes y verticalidad, aunque no está carente del sentido del temple. Tiene, por ello, mimbres para hacer un torero. Sin embargo, una cosa es la verticalidad y otra el envaramiento, que quita algo que es esencial en este Arte: la naturalidad. Todo ello sin contar con que ese corte de torero tiene que superar el riesgo de la monotonía. La historia dice que los toreros de este porte siempre han sido cortos de repertorio, un dato que no en todos los casos ha significado desdoro: ha habido figuras muy importantes que eran así; lo que pasa es que para llegar a ese lugar importante se le exigía un grado de perfección que a lo mejor a otros se les disculpaba. Como esta tarde ha quedado patente, en esas anda el nuevo torero de Pepe Luis Segura.
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