GIJÓN. 4ª de la Feria de Begoña. Lleno de "No hay Billetes". Toros de Salvador Domecq, el 4º lidiado como sobrero, en general nobles pero de medidas fuerzas. José Tomás (de verde botella y oro), ovación y una oreja. Alejandro Talavante (de lila y oro), ovación y dos orejas tras aviso. Diego Silveti (de blanco y oro), que tomaba la alternativa, ovación tras aviso y vuelta.
No ha sido la apoteosis que arrebata a las masas, desde luego. Pero qué bien, qué profundo, qué roto ha toreado al natural José Tomás al cuarto de la tarde. Para un aficionado cabal tengo para mí que esas tres series de muletazos habrán sido el momento culminante de la tarde, una tarde que a la postre ha resultado muy entretenida para el gentío que llenaba a rebosar la plaza del Bibío.
Junto al aliciente fundamental de la presencia del torero madrileño, la tarde tenía su dosis de nostalgia con la alternativa de David Silveti, hijo de David, nieto de Juan, biznieto de otro Juan…. Y el no menos aquel de ser la primera vez que se veían las caras el de Galapagar y Talavante, procedentes ambos de las mismas manos de Antonio Corbacho. Para la ocasión se han lidiado seis toros de Salvador Domecq, de correcta presentación, pero que luego han carecido de ese fondo necesario para que su general nobleza pudiera ser aprovechada con mayor intensidad.
Y a partir de ahí comencemos por el principio. La alternativa –¡así se da una alternativa¡: qué le pasen este video a los muchachos de las Escuelas Taurinas para que vayan aprendiendo lo que es torería— del mexicano David Silveti. Pero a continuación hay que afirmar sin rodeos que no tiene perdón este por ahora último eslabón de tan importante dinastía: a estas horas lo tendrían que estar paseando a hombros por las calles de Gijón, pero la espada, esa dichosa espada de sus desvelos, le cerró el camino del triunfo total. Y en sus dos toros., para más inri.
Seguro, templado y muy variado con el capote, en el toro de la ceremonia tuvo momentos verdaderamente excelentes, en especial con la mano derecha. Un trasteo muy reunido, concluido con unas emotivas bernardinas, dadas con mucha verdad. Pero lo que podían haber sido dos orejas quedó en una fuerte ovación. Volvió a repetirse en gran medida la escena con el toro que cerraba plaza, quizás el toro con más calidad de la tarde, al que toreó con gusto, temple y lentitud, muy asentado, como si llevara ya tiempo como matador de toros. En esta ocasión, todo quedó en una vuelta al ruedo. Se le fue el triunfo grande al mexicano, pero si todos no hemos perdido la cabeza, hay que reconocer que en tarde de tanta trascendencia ha dado un fuerte aldabonazo de la dimensión de torero que puede ser…, si arregla ese conflicto que tiene con la espada.
Cumplió si mayores historias con su primero José Tomás, en el que lo mejor se lo vio con el capote. Pero tras un prometedor inicio de faena, el de Domecq se vino abajo y todo lo demás se fue diluyendo poco a poco. Quedaba el cuarto, un sobrero del mismo hierro titular, al que poco se le auguraba a tenor de sus comienzos un tanto renqueantes. Pero el prodigo del temple hizo que el toro fuera a más, hasta culminar con esas series soberbias de naturales que marcan un cierto punto y a parte y que explican por qué este torero tiene tal capacidad de arrebatar en un momento dado. Con la plaza hecha en hervidero, Tomás dejó la espada por dos veces donde no debía, en los bajos, pese a lo cual el público consiguió que la presidencia le concediera una oreja.
Alejandro Talavante, aquel novillero que en sus comienzos parecía un calco del maestro de Galapagar, volvía a vérselas con él. Nada reseñable con su primero, que esta tarde hacía tercero en la lidia. Algunos muletazos con la derecha y poco más, ante un toro que fue parándose poco a poco. Con el quinto, faltó quietud y sobró barullo en su manejo del capote, sobre todo en el quite. El comienzo de faena no fue prometedor: de primeras, un desarme; pero luego se vio al Talavante de otras veces, con unas series de derechazos cuya mejor virtud fueron la quietud y la ligazón, que llegaron con fuerza a los tendidos. Y con el personal a favor, el consiguiente arrimón, culminado con unas apretadas bernardinas. Media espada en buen sitio fue el prólogo a las dos orejas y a la Puerta Grande.
Anochecía en Gijón cuando el tomasismo militante pensaba ya en la próxima cita de Ciudad Real. Pero ahora con mejores vibraciones que en anteriores ocasiones. Los naturales de esta tarde eran un rotundo reconstituyente.
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