VALENCIA. Sexta de la feria de Fallas. Un pobre tercio de entrada. Otra tarde con viento molesto y más bien frío. Toros de Alcurrucen, muy desiguales de presentación, abundando la mansedumbre y la falta de casta. Diego Urdiales (de azul celeste y oro), palmas tras aviso y silencio. David Mora (de grana en terciopelo y oro), ovación tras aviso y ovación. Jiménez Fortes (de verde botella y oro), palmas tras un aviso y silencio.
En el ciclo de los encastes una corrida sin casta. Una contradicción en sus propios términos. Pues eso es lo que se vio en la tarde fallera. Una muy desigualmente presentada corrida de Alcurrucen, en la que convivían el poco adecuado brochito tercero con otros cornalones, pero todos por debajo de los niveles mínimos de casta y muy por encima de los niveles de mansedumbre, los dos elementos que constituyen la ruina del toro bravo. Con un punto de generosidad, de este esquema se puede salvar al 2º, más bravo y noble que sus hermanos, aunque no con todas las fuerzas necesarias; de los restantes, ni uno.
En una interesantísima conferencia que José Luis Lozano dio no hace tanto tiempo en el Aula de Tauromaquia del CEU, prevenía a los aficionados en lo que era más que una voz de alarma sobre la situación del ganado bravo: “Se le va quitando casta para sustituirla por la docilidad, un concepto que no es un sinónimo de nobleza, sino de mansedumbre, que es algo muy diferente”.
Un certero y realista análisis, que ayer vivió en sus propia carnes el ganadero. Frente al descastamiento general de su corrida, con la ya citada excepción del 2º, la docilidad en esta tarde tan sólo apareció en el bobalicón primero; los demás se hundieron directamente en la mansedumbre. Nada que ver con otras corridas de estos núñez, que hubo que cantar en tantas tardes; sin ir más lejos, hace un año en esta misma plaza. Pero seamos optimistas: un borrón echa el mejor escribano.
Parece como si a Diego Urdiales le persiguieran los malos hados en el sorteo. Se pierde en la noche de los tiempos cuando le tocó en suerte el toro de la corrida. Por delante tuvo esta tarde un toro sin mayor peligro, pero muy agarrado al piso; de segundo plato le correspondió un nuñez a la defensiva y con medias arrancadas. Da coraje que le pasen estas cosas al torero riojano, porque se le sigue viendo a gusto, con un oficio sólido y buen sentido en cuanto hace. Ojalá le meta la cara u toro en Sevilla. Se lo merece.
Conforme pasa el tiempo le entran a uno más dudas con David Mora. Hay que reconocerle que se inscribe en el registro de los toreros esforzados y cuantas veces hay que dar la cara lo hace. Pero por un no sé que, no termina de arrancar hacia esferas más altas. Torea con mano templada, busca siempre la reunión…, pero al final algo falta allí. Cuando la épica la pone la fiereza del toro, se nota menos; cuando esa fiereza no est
Jiménez Fortes sólo necesita que le respeten los toros y, de paso, que él gane un poquito más en seguridad en el ruedo. Pero ponerse donde exigen los cánones, se pone. Firme es como el que más en la cara del toro. Y buenos propósitos le sobran para ajustarse a los cánones más estrictos del toreo. Pero todo eso, que son virtudes necesarias, no fluye luego con la naturalidad que exige la creación de arte. Pero precisamente porque tiene en la cabeza lo que es más fundamental, buenos será darle ese margen de tiempo necesario para que se asiente. Tras Valencia mucho se juega el malagueño en Sevilla y Madrid, tan bien acartelado como va. Naturalmente, el torero esperará que todo le salga bien; a la Fiesta tampoco le vendría mal que así ocurriera.
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