MADRID. Corrida de la Prensa. Poco más de media entrada: 13.051 espectadores de pago (54,84%). Toros de Pedraza de Yeltes, serios y aparatosos, salvo el 3º; de poco juego.. Manuel Escribano (de azul cobalto y oro), silencio y silencio. Juan del Álamo (de marino y oro), una oreja tras aviso y silencio. Juan Leal (de grana y oro), que confirmó su alternativa, silencio tras aviso y ovación.
Corrida de la Prensa. En las barreras habituales de años anteriores, la Presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, Victoria Prego, acompañada de dos directivos. En un tendido apareció una pancarta que decía escuetamente: “Se busca al Rey”.
La corrida de Pedraza de Yeltes, tan cantado como viene siendo este hierro por esas plazas, ha desencantado. Un año más. Como diría el castizo, mucho bulto y poca chicha. En efecto, salvo el 3º –que dejó mucho que desear, como advirtió el público con sus gritos acompasados–, todos con cara, volumen y largura; el 5º era como un tranvía, pero no se llamaba Deseo sino “Resistente II”, un tranvía que por cierto no llevaba a ninguna parte. En conjunto una corrida vacía y descastada hasta decir basta. Tuvo una decena de muletazos el 4º, pero a partir de ahí dimitió; el resto salieron ya dimitidos. La excepción volvió a ser el mal presentado 3º, noble, de embestidas largas y tomando los engaños por abajo; en términos futbolístico, fue “el gol de la honrilla”, un consuelo para sus criadores, si tal cabía. El resto, una decepción grande, total.
Manuel Escribano experimenta que Madrid le ha comenzado a medir con un rasero mucho más alto que en la anterior temporada. Y daba toda la impresión que el torero se sentía o incómodo o desorientado, por el nulo eco que encontraba. Objetivamente hay que reconocer que ninguno de sus dos toros de esta tarde se ha prestado a darle “fiesta”; el 4º, hasta lo margin
ó en la puerta de toriles, dejándolo en una posición muy desairada. Pero Escribano no engaña: saca a pasear su concepción del toreo, en unas ocasiones con mayor fortuna, en otras con menos. Sin embargo, para que su toreo, que tiene temple, llegue a arriba, necesita del toro con pujanza, con acometividad que haya que dominar. En el fondo, como a todos los que se sienten profesionales, incluso cuando consumen con ahínco el llamado “toro predecible”: sin esa pujanza de la bravura, no hay arte posible. Le queda aún la tarde de Adolfo Martín.
Lo de Juan del Álamo con Madrid ya parce una cadena perpetua. Consigue la primera oreja, pero luego las circunstancias le niegan abrir la puerta grande. ¡Y mira que en estos años ha reunido méritos!. Sin ir más lejos mérito abundante tuvo su actuación con el mal presentado, noble y repetidor 3º. Del Álamo lo toreó primorosamente. Las series con la derecha no podían contener ni más temple, ni más torería. Y otro tanto los remates. Por el pitón izquierdo, el de Pedraza era bien distinto. Para compensar, cuando volvió sobre la mano derecha dejó una serie colosal. Entró verdaderamente a matar y lo consiguió. Muy merecida oreja que le concedió tardíamente el palco. Una más de su serie; pero sigue faltando la segunda, o la tercera, las que los malos hados le niegan.
Interesó el confirmante francés Juan Leal. Sobre todo por la firmeza y la decisión que puso frente al que cerraba plaza, otro tranvía, que debía ser primo hermano del 5º: se llamaba “Resistente I”. Le plantó cara con buen oficio, y eso quedó claro: Leal no quiere ser ave de paso. Y la cosa tenía su aquel, porque pasarse por la faja al de la resistencia, no está a la altura de cualquiera. Además entró a matar con mucha exposición, y pese al susto grande en el pinchazo, volvió a repetir en la estocada definitiva. Madrid le aplaudió con sinceridad. El de su confirmación llevaba en la testuz el cartel de “fuera de servicio”.
►►Otro sí
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