Como un noble «ilustrado» como los del siglo XVIII pero en el XX, esta considerado el Con de las Navas. Extraordinariamente culto, dotado de gran ingenio, brillante y polifacético, y sin embargo, prácticamente desconocido. Fue autor prolífico con siete novelas, seis libros de cuentos, obras históricas de tema americanista y dos biografías. Este producción literaria encaja su tratado “El espectáculo más nacional”, una obra concluida a finales del siglo XIX y en la que a lo largo de más de 600 páginas traza un bosquejo histórico, cultural y artístico de la Fiesta de los toros.
El propósito de su obra queda explicitado con detalle en el primer capítulo, que el autor antetitula “Apartado”, de lectura necesaria para entender el propósito del Conde las Navas al redactar este estudio. Sin reproducir aquí las notas y referencias bibliográficas que aporta el autor, el texto de esta introducción es el siguiente:
“EMPRESA tan magna, casi como la de achicar el estanque del Retiro con Juna concha de almeja, y me olvido de que soy malagueño, seria la de proponerse citar siquiera, ya que no concordar, las innumerables y cimentadas opiniones que corren impresas en libros, folletos y papeles, emitidas por los encomiadores y por los enemigos de las corridas de toros. Pontífices, Reyes, Reinas, Grandes de España, Estadistas, Jurisconsultos, Poetas, Pintores, Escultores, Viajeros, Periodistas y mucha gente del montón, propia y extraña, han tomado parte directa ó indirectamente en tan gran polémica, comparable, en cierto modo, con las que se mantienen ä propósito de las excelencias y de los efectos morbosos del vino y del tabaco.
La gran reina de Castilla D.´ Isabel la Católica, poco aficionada á los toros, no se atreve á «defenderlos [prohibirlos], porque esto no era para ella ä solas».
Y Marina Amalia de Sajonia, modelo de madres y de esposas, extranjera, y por añadidura mujer de Carlos 1I, cuando viö por primera vez una corrida, no le pareció́ barbaridad, corno le habían informado, sino «diversión donde brilla el valor y la destreza»
Los representantes directos de la más calificada aristocraciä española de la sangre, cuentan con ascendientes que lucieron su gallardía en el coso, como los Medina-Sidonia, Graja, Villa mediana, Tandilla, y también han escuchado los discursos que, contra la popular diversión, pronunció en nuestros días y en el Palacio del Senado e Señor Marques de San Carlos.
Gregorio López, el más nombrado quizá́ entre los comentaristas del derecho patrio, combatió́ las opiniones de Juan de Medina, autor del Tractitos de restitutionibus etcontratis, que tampoco era rana, y que se atrevió́ á ponerse enfrente de la opinión común en su época, hostil al toreo.
El insigne Jovellanos y el erudito Vargas y Ponce se declararon enemigos acérrimos de la fiesta, mientras Campan hizo su apología y D. Antonio Cánovas del Castillo fue de los más asiduos abonados á palco en la nueva plaza de toros de Madrid.
Las descripciones entusiastas en prosa y en verso de la función, ofrecieron muchos y variados asuntos ä cronistas, como el alférez Gutiérrez Diez de Gámez, cantor de las proezas de D. Pedro Nife, Conde de Buena; á popularísimos poetas, como D. Francisco de Quevedo Villegas, el Duque de Rivas y D. José́ Zorrilla; y en las obras de nuestros primeros escritores, tales como Lope de Vega, Cervantes, Úrgenosla, Torres, Tafalla Negrete y Moratín, se encuentran muchas alabanzas del «espectáculo de indiscutible hermosura»: así́ lo califica una escritora contemporánea.
Pero tampoco falta quien llame al autor de Don Álvaro nada menos que
«¡Bárbaro que así́ desluces
por su afición al varonil deporte del derribo de reses bravas, y «plebeya y vil garrocha», ä la que, si no está claramente averiguado que la manejó el Cid, se sabe de cierto que lo hicieron el vencedor de Pavía y el conquistador del Perú́.
Y ya que hablé de derribo, conviene hacer constar—y perdóneseme la digresión, en gracia de que la noticia no es muy fiambre—que el gallardo y útil ejercicio, del que se dan tantos espectáculos en la dehesa de Tablada y en el cortijo del Cuarto, en Sevilla, no es peculiar ni exclusivo de los españoles.
En el Mediodía de Francia, cerca de Arles, en la Camargo, isla formada por el Ródano, semejante á la mayor y menor del Guadalquivir, se derriba también en forma muy semejante á. la nuestra. Federico Mistral, en el poema Mireya, canto IV, describe las fiestas en que tanto se lucía Elzear, el domador de toros, pretendiente de aquella gentil muchacha 6.
Hay que tener en cuenta, que en Francia lograron ya, y prometen adquirir aún mayor arraigo, los «combates de toros» , si bien ni allí ni en parte alguna, que yo sepa, se toreó ni se torea con el arrojo, gallardía é inteligencia españoles; por lo que no parece exagerado Tamariz de Carmona cuando exclama:
«Lid, que folo en Efpaña fe acredita,
De pofible, geniàl,i fin fegunda»
A las obras tauromáquicas de Goya, Lucas, Villegas, Jiménez Aranda, Perea , Benlliure (D. Mariano), Unceta y otros muchos pintores famosos, pasados y presentes, españoles y extranjeros, que enriquecen museos y colecciones particulares, puede oponerse, por su intención de crítica contraria ä la fiesta, algún que otro cuadro, como el de D. Juan García Martínez, intitulado «La última suerte», y la escultura en mármol «El siglo XIX», propiedad del Duque de Fernán-Núñez, y obra del escultor barcelonés D. Rosendo Novás
Por todo ello, el intento no más de dilucidar si las corridas de toros nos deshonran, ó si son el menos bárbaro y el más artístico de todos los espectáculos cruentos dentro y fuera de casa (como le oí mantener al Dr. Menéndez y Pelayo), es obra de titanes. Va lo reconoció D. Luis Carmena y Millán, voto el más decisivo en materia de tauromaquia especulativa ".
Por otra parte, tamaña empresa transpone los límites que de antemano fijé á mi trabajo.
En él me propongo solamente probar, en contra de las afirmaciones de Jovellanos, de Vargas y Ponce, y de otros publicistas de tanto y menos fuste, la propiedad y exactitud del título Fiesta Nacional con que se distinguen en toda España las corridas de toros de otras diversiones más ó menos cultas, propias o importadas.
Como cimiento de mi tesis, he reunido algunos datos y noticias relativos al remoto origen del espectáculo taurino; á su desarrollo, paralelo á nuestra grandeza y decadencia nacional y fácil coexistencia con el progreso moderno; á las relaciones de la Iglesia católica con los toros; á los resultados prácticos que alcanzaron las leyes civiles que los han prohibido ó reglamentado; ä la importancia económica de la fiesta, sobre todo, para la beneficencia general y provincial; ä su reflejo vivísimo en la literatura y en las bellas artes; y, por último, ä la intervención que todas, absolutamente todas las clases sociales tuvieron en Espata, ya como actoras, ya como espectadoras de la única función cobijada por la bandera de la patria; fiesta ä la que el Sr. Navarro Murillo, apoyándose en la Filosofía, Teología natural, Ordenanzas de caminos, Algebra y logaritmos, deduce que debiera llamarse «¡Escándalo Nacional!. ".
El desarrollo de los seis puntos ó temas enunciados, constituye la «Corrida extraordinaria en beneficio de la historia». Los nombres de los toros son:
I° SAGUNTINO
Doy además un Embolado, que dedico á los extranjeros.
Aunque es mucha tela la hilvanada, procuraré ir al asunto en corto y por derecho, para que el lector no se aburra, y como á los espadas novilleros, ó ä los matadores de cartel en Madrid, cuando están desgraciados en la faena, no me envíe el primero ó sucesivos avisos.
Y vamos al redondel, que, inmediatamente después de las Notas ä este Apartado, se descorrerá el cerrojo del toril, para que rompa plaza SAGUNTINO”.
►El desarrollo histórico del espectáculo
Teniendo por delante esta explicación que el autor da acerca de su trabajo, dentro de la amplia obra del Conde de Las Navas, hemos seleccionado el capítulo referido a los “Orígenes y desarrollo histórico del espectáculo taurino. Coexistencia de la fiesta con el progreso”.
Como advierte el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en su nota introductoria, el texto que a continuación se reproduce puede ser utilizado “con fines de consulta, estudio o investigación, siempre que se respete la autoría y la integridad de la obra, en los términos previstos por la legislación vigente. No se permite en ningún caso el uso comercial de la obra, ni en todo ni en parte”.
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