PAMPLONA. Tercera del abono de San Fermín. Lleno en una tarde muy agradable. Toros de José Escolar, con 546,7 kilos de promedio, en el tipo de la Casa, bien presentados –aunque el 4º, alto y largo, desparejaba el conjunto– , y abiertos de cara; muy complicados para la lidia, siempre con la cara por arriba y sin fijeza alguna; la excepción fue el 3º, que tomaba mejor los engaños, y en menor medida el 6º.
Fernando Robleño (de blanco y plata con cabos negros), silencio y silencio. Javier Castaño (de marino y oro), una oreja y silencio. Pepe Moral (de azul cobalto y oro) ovación y silencio.
En las cuadrillas destacaron Joao Ferreira y Fernando Sánchez, de la cuadrilla de Castaño, con dos grandes tercios de banderillas.
El encierro: Dos minutos y trece segundos duró el tercer encierro con los toros de José Escolar. La manada ha ido ordenada a lo largo de todo el recorrido, con la única incidencia provocada por la caída de dos cabestros en el tramo de Estafeta. Se han registrado dos lesionados con una fractura abierta de tobillo derecho y una contusión craneal leve, respectivamente.
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Fernando Robleño, frente al imponente 4º (@javitaurino) |
Los albaserradasde José Escolar dieron más de un dolor de cabeza. Sus acometidas sin humillación alguna, rematando siempre a la altura del pecho del torero, sin tomar nunca los engaños con claridad y recorrido. Una corrida dura, en la que la excepción la puso el 3º, con la calidad que no tuvieron sus hermanos.
Da gusto ver a Fernando Robleño, también en esta temporada en la que los sorteos le vienen dando la espalda. Hoy estuvo muy torero a la hora de salvar las dificultades de su lote, que fueron muchas. Sobrio pero muy empeñado Javier Castaño, que supo sacar todo el partido posible a su primero, al cortó la primera oreja del abono después de un espadazo de efecto fulminante; decorosamente lidió al complicado 5º.
Más entonado y centrado que en anteriores tarde, Pepe Moral se entendió razonablemente bien con el buen 3º, con el que recordó en muchos momentos la profundidad de su toreo sobre la mano izquierda. Luego erró con los aceros. De nuevo dio la cara con el que cerraba la función, ahora sin tanto lucimiento.
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