Objetivo: Preparar a la Tauromaquia para un escenario diferente y es posible que adverso

por | 1 Nov 2014 | La opinión

Eludamos el término “alarma”, que tiene unos ciertos tintes dramáticos. Vamos a dejarlo en “sorpresa”, a la hora de definir el clima de opinión que se está creando en España en torno a las encuestas políticas, que marcan una tendencia hacia un cambio muy profundo en la relación de las fuerzas políticas. Por ahora no constituyen más que esa especie de “foto fija” de las encuestas, que indican cuál es el clima social en un momento determinado. Pero cuando se entra en el último año de una legislatura, cualquier planificación de las actuaciones, en el campo que sea, debe jugar con el ritmo que marcan los tiempos políticos y parlamentarios, para analizar las consecuencias y márgenes de actuación previsibles en cada uno de los escenarios posibles del futuro, desde el más favorable al más severo.

No nos gusta en estas columnas adentrarnos en el comentario político. Y no vamos ahora a romper esa costumbre. Pero se comprueba que, si nos fijamos en esa foto social fija de los estudios de opinión, la vida y los usos políticos de la España de hoy pueden sufrir un vuelco. Carece de sentido lamentarse por ello, porque además los lamentos sirven para bien poco. Aunque alguna vez los políticos lo han aducido como argumento en defensa de sus propios fracasos, no es cierto que un resultado electoral, el que fuere, sea el fruto de la suma de las equivocaciones de los electores: sean los que sean los números que salen de las urnas, siempre responden al reflejo más fiel de la realidad social del país, incluso cuando a algunos les puedan parecer incomprensibles. Frente a eso no caben lamentos: vivimos en un país que la mayoría de los ciudadanos deciden libremente cada cuatro años cómo quieren que sea.

Pues bien, frente a toda esa cadena de cambios que pudieran darse, la Tauromaquia tiene que prepararse para salir adelante sea cual fuere el escenario final que los ciudadanos decidan, a un plazo tasado en poco más de 12 meses. Por ello, no cabe, no hay espacio, para permanecer al margen de estos fenómenos, porque con mejor o peor resultado –incluso, con ninguna esperanza–  un Sector tan complejo como el taurino al final siempre tendrá que acabar negociando con los poderes públicos de cada momento.

Pero antes de adentrarnos en el contexto de la situación, viene muy a cuento recordar unas palabras de don Miguel de Unamuno, pronunciadas en 1900 al acceder al rectorado de la Universidad de Salamanca. A esas mismas palabras acudió 34 años más tarde cuando dictó su última lección magistral. Diríamos que eran como una constante en su vida. Afirmó en ambas ocasiones el ilustre bilbaíno  que “es el presente el esfuerzo del pasado por hacer porvenir y lo que al mañana no tienda en el olvido del ayer debe quedarse”.

Cuando nuestro presente taurino si de algo está sobrado es de incertidumbres, pero sobre todo cuando la sociedad española anda repleta también de incógnitas que ni siquiera intuimos hacia donde podrían decantarse, no resulta precisamente una banalidad para que desde la perspectiva taurina se mire hacia el futuro repensando las palabras de Unamuno.

Se encuentra hoy la Tauromaquia, además de aquejada por los males generales de la crisis económica, instalada en un escenario institucional que ha mejorado con respecto al pasado, pero que aún tiene signos de inestabilidad. Es deudora, naturalmente, de todo su pasado, pero desde este presente inestable necesita mirar hacia ese futuro del que habla Unamuno, no ya  con el propósito de que se escriba de forma más brillante,  sino sobre todo para que resulte más seguro.

En estos momentos, por ejemplo, tenemos a medio camino el armazón jurídico e institucional que debe servir de parapeto frente a las reacciones en contra que puedan generarse, si los opositores de hoy tienden a crecer, como parece. De producirse ese movimiento, al mundo del toro le pillaría desvertebrado, sin viso alguno de poder alcanzar siquiera un acuerdo de mínimos, que permitiera afrontar de forma sectorial nuestro presente y especialmente nuestro futuro. Sobre todo teniendo en cuenta que la sociedad en la que vivimos cambia a un ritmo tan acelerado en todos los órdenes, que nada tendría de extraño que la inacción taurina acabara por dejar fuera del tablero de juego a cuanto supone y representa la Tauromaquia.

Si aceptamos a titulo de posibilidad y/o de hipótesis ese cambio en el escenario que pueda venir, cuando se celebren las elecciones generales de finales de 2015 –añadamos: con el apunte previo que supondrán los comicios locales de mayo–, se refuerza la idea de que por unos mínimos criterios de prudencia los responsables taurinos debieran acometer la tarea de alcanzar acuerdos internos, plataformas comunes desde la que mantener en alto la bandera la Tauromaquia, incluso en el contexto más adverso de los posibles.

Se podría afirmar, y es un componente histórico comprobado, que la Tauromaquia ha sobrevivido en los últimos siglos a todo tipo de coyunturas políticas y sociales, desde un extremo al otro. Pero de esta verdad histórica no cabe concluir en ese dicho tan español del “aquí nunca pasa nada”, que trae de la mano la renuncia a toda actuación creativa.  En esos otros tiempos no resultó necesario llevar a cabo actuaciones de algún modo extraordinarias, porque la Tauromaquia estaba radicada en una sociedad profundamente taurinizada, que servía de colchón amortiguador; hoy, en cambio,  vivimos en una sociedad que cada mañana se destauriniza un poco más, con una dinámica que sigue profundizando en esa corriente.

Y ocurre así porque en estos tiempos nuestros se dan en la sociedad herramientas absolutamente novedosas, con las que no se contaba en otros periodos históricos, incluso tan próximos como fue el tránsito del franquismo a la democracia y nada digamos a todos los cambios que se vivieron en el siglo XIX. Sin ir más lejos, fijémonos en el impacto y los efectos que se generan a través de las redes sociales, un fenómeno de nuestros días que cada vez va a ir a más: más eficacia, más extensión, más penetración social, más influencia, hasta formar un universo sin fronteras en el que crecen y se expanden las corrientes contrarias a la Tauromaquia. Salvo los que al final no dejan de ser francotiradores de buena voluntad, el Sector taurino institucionalmente no ha sido capaz hasta ahora de contrapesar estas corrientes con sus mismas herramientas.

Pero otro tanto cabe afirmar en cuanto se refiere el entramado institucional que debe soportar la casa común de la Tauromaquia. Frente a los poderes públicos, un sector sin vertebración interna y sin una voz común y bien definida, poco tiene que ganar. No hace falta remontarse tan atrás para comprobar la certeza de esta realidad. Y lo peor es que el Sector ha desoído los reiterados llamamientos que hasta desde de las propias  Administraciones Públicas se le han hecho para que se sienten a la mesa con una sola voz y un solo discurso.

A base de un cierto trampear con el regate en corto, hasta ahora se ha ido tirando mal que bien, cuando las estructuras políticas estaban controladas en un alto porcentaje por formaciones que nada objetaban a la Tauromaquia. Pero si estas estructuras del poder público cambian, como avisan las encuestas, fiarlo todo al regate en corto no conducirá más que al fracaso.

Llegados a este punto, resulta completamente absurdo acudir a ese clásico grito de alarma de “que viene el lobo”. Primero porque en las sociedades modernas ya no hay lobos de esa naturaleza, ni menos se dan Caperucitas rojas, que resuelvan la trama de esta historia. Lo que hay son realidades sociales nuevas y casi siempre universales. Por eso, los augures de las catástrofes futuras, poco  o nada aportan, ni siquiera crean ya una sensación de miedo.  

Por el contrario, lo que hay que reclamar frente a las incertidumbres es trabajo en común, solidaridad intersectorial, incluso la manifestación de la percepción profunda del sentimiento de pertenencia efectiva de todos a un mismo Sector, en el que ya no caben más versos sueltos. Es decir: todo eso que históricamente el toreo no ha necesitado llevar a cabo, pero que hoy constituye un auténtica exigencia para garantizar el futuro.

Sin una sola voz, sin una representación sólida, sin una verdadera unidad sectorial, sin un plan común de trabajo, todo seguirá cogido con alfileres, dispuestos a desprenderse frente al primer golpe de viento. Y es que hoy constituyen una inapelable verdad las citadas palabras de Unamuno: “es el presente el esfuerzo del pasado por hacer porvenir y lo que al mañana no tienda en el olvido del ayer debe quedarse”. Por el momento, seguimos instalados cómodamente repensando las glorias del pasado, de imposible recreación en el presente, sin advertir que los vientos de la modernidad caminan hacia el futuro por otros derroteros.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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