Los clarines ya se afinan para dar paso a una nueva temporada, cuando el mundo taurino centra todos sus esfuerzos en ese complejo y arriesgado carrusel en el que se suceden las ferias y todo lo que ellas llevan consigo.
En otras circunstancias, estaríamos hablando de lo de lo largo y monótono que se nos hace el invierno, pendiente más o menos de lo que ocurre en ruedos americanos en los fines de semana y otro poco de esa especie de "Hola" en lo taurino que es el ir venir de este apoderado a aquel otro, de esta cuadrilla a la otra, pero en cualquier caso sin verle la cara al toro, que al final es quien –como bien dicen los taurinos– pone a cada cual en su sitio, también a los aficionados.
Sin embargo, de 2011 se espera otra cosa, o al menos así debiera ser. La realidad es que los problemas que se fueron acumulando, tomando como punto de partida el infausto día de julio en el que el Parlamento catalán decidió prohibir la Fiesta, siguen encima de la mesa. Se han abocetado algunas soluciones, pero ninguna llegó todavía a la categoría de realidad.
Había esperanzas, y las sigue habiendo, sobre el traspaso a Cultura de las competencias taurinas; pero la cuestión se encuentra en un inquietante impasse. Había esperanzas, a las que no hay por qué renunciar, en los beneficios que se iban a derivar de la unidad de todo el taurinismo en torno a la refundada Mesa del Toro; pero a la vista está que ni esa refundación ni esa unidad son tan fáciles de alcanzar. Había esperanzas –precisamente ahora que los antitaurinos nos bombardean a diario– en torno a un mejor trato en medios de masas como RTVE; pero Alberto Oliart, presidente del ente, nos ha contestado presentando ese detestable Manual de estilo en virtud de la cual se archiva en la carpeta de lo esencialmente repudiable todo lo que huela a taurino.
Resulta un tanto baldío meternos a averiguar de quien es la responsabilidad de que esas y otras muchas cuestiones sigan en la carpeta de los asuntos pendientes, cuando el año taurino ya echa a andar. Mucho mejor sería poner manos a la obra y retomar la iniciativa con dedicación y nuevo empeño. Pero la realidad parece ser tozuda a la hora de decirnos que cuando los profesionales del toreo, en cualquiera de sus facetas, se meten en plena temporada, no tienen ni tiempo ni imaginación para otra cosa que no sea su propia actividad.
Lo vimos ya en la pasada campaña: aunque el diluvio nos empezó a caer en el mes de julio, hasta que no se puso el punto final a la temporada en Zaragoza nadie se preocupó en la medida necesaria de buscar el paraguas que protegiera a la Fiesta. Y si en esto queda alguna duda, basta que cada cual revise las fechas en las que se realizaron las actuaciones que a la postre fueron más positivas y eficaces.
Hay que reconocer que es comprensible que tal ocurra. Las profesiones taurinas son absolutamente absorbentes por su propia naturaleza y resulta lógico que una vez hecho el primer paseíllo de la temporada sólo se piense en el siguiente. Y más en una temporada como la que se avecina, con la crisis golpeando más fuerte que nunca y con las Administraciones Públicas con indispensable medidas restrictivas, que diseña un marco de referencia como nunca hasta ahora se había vivido. Para convencerse basta con mirar lo que está ocurriendo en estos días: empresas que reducen sus abonos, Ayuntamientos buscando empresarios que se quieran hacer cargo de sus ferias… Y así se podría continuar la relación.
Sin embargo, los problemas siguen estando ahí, con el riesgo cierto de gangrenarse, si no se acude a tiempo con la medicina necesaria. Esa frase tan aplica en lo taurino de que hay que dar tiempo al tiempo, ahora ha perdido su validez. La calendario político y económico que nos espera no permite el lujo de darse hoy un respiro.
Piénsese, por ejemplo, que estamos a dos meses de que se abra una campaña electoral decisiva, que afecta, además, a instituciones tan sensibles para las cosas taurinas como Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Pero es que si se cumplen las previsiones –en las que coinciden todos los expertos–, de esas elecciones puede nacer la dinámica de otra campaña electoral, en este con el Gobierno en juego. La experiencia enseña que cuando los políticos entran en este tipo de dinámicas, ya no están para otra cosa. Con todo lo cual, se corre el riesgo cierto de que los problemas que hoy nos preocupan de la Fiesta se queden encima de la mesa por espacio de más de un año.
Como la clase política sigue su propio curso, como es lógico que ocurra, de esta realidad quienes se preocupan de las cosas de la Fiesta tiene por delante un reto inaplazable: hagamos cada cual lo que nos corresponde hacer, pero no lo dejemos para otro día. Y así quienes están involucrados en la refundación de la Mesa del Toro, si es que de verdad quieren convertirla en la columna vertebral de la Fiesta, no se demoren por más tiempo, que la tarea que espera es mucha y decisiva. Pero otro tanto hay que pedir a cada una de las profesiones por separado: lleguemos a soluciones razonables, que no concluyan en que los fuertes son más fuertes y los débiles más débiles, ya sea en las relaciones entre empresas, en las que corresponden empresas y ganaderos y toreros, porque en circunstancias como las de hoy aferrarse a las leyes mercantiles no basta; cada parte tiene que tener su punto de generosidad. Y también la afición tiene que aportar su granito de arena, sin que eso suponga admitir que lo negro es blanco, pero sí dejando para otro día aquello que resulta indispensable, para poner por delante los intereses superiores de la Fiesta.
Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".
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