MADRID.- Última del abono del Aniversario. Tres cuartos aparentes de entrada. Toros de Fermín Bohórquez, desiguales de presentación y juego; los mejores, segundo y tercero. Andy Cartagena, silencio y silencio. Álvaro Montes, palmas y una oreja. Diego Ventura, una oreja y una oreja; salió por la Puerta Grande.
A caballo concluyó el abono de la Comunidad, que bien podría llamarse el abono de la media entrada. Según los datos que ha ido dando la Empresa, la mejor entrada rozó los 18.000 espectadores, contando con los 1.000 abonos de jubilados y menores; las restantes, a la baja. Si descontamos el público que adquiere entradas sueltas, quiere ello decir que el abono voluntario se ha quedado pero muy lejos del obligatorio. Un dato que es mucho más que un síntoma. Ahora veremos que hacen la Empresa y la Comunidad, pero la afición ya ha dado su respuesta.
Pero vayamos a lo de hoy. La última corrida de rejones ha resultado entretenida, a pesar de su premiosidad, porque del tendido se salió rozando ya las nueve y media de la noche. Y no ha sucedido nada especial, salvo que la lidia se ha llevado con enorme lentitud. En unas ocasiones porque hubo “bohórquez” que se entableraron ya de salida y costaba un mundo sacarlos aunque fuera un poco al tercio, para poder realizar las suertes; en otras, porque se abusó de las carreras ornamentales. Comprobado que está que a mejor ritmo, también los espectadores lo prefieren, porque se evitan tantos tiempos muertos.
Como hoy quejado claro, Andy Cartagena anda cada vez más centrado y ortodoxo. Aquel muchacho joven en el que todo era entusiasmo ha dado paso a un rejoneador hecho, que busca que las suertes se ajusten a las normas propias del toreo a caballo. Por renunciar, hoy no ha habido ni las espectacularidades del violín. Probablemente este forma de entender el toreo cuadre bien en algunas plazas, pero en otras tendrá que echar mano de los efectismos. Es ley del toreo, como bien cumplen todos sus compañeros. Hoy aparentemente, sólo aparentemente, se le ha ido la tarde en blanco: en realidad, ha sido el desacierto con el rejón de muerte el que redujo sensiblemente el reconocimiento del mérito acumulado.
Entusiasta y entregado estuvo Álvaro Montes, que volvía a Madrid después del calvario que ha pasado con aquella lesión. Como es normal, se ve no tiene aún a punto su cuadra, ni su propia compenetración en la monta. Por eso tiene más mérito su actuación en Las Ventas. Especialmente con el quinto, al que le cortó una honrada oreja, después de una lidia dignísima.
Innecesario resulta a estas alturas explicar quien es Diego Ventura, que esta tarde ha vuelto a abrir la Puerta Grande. Y de forma poco discutible. Pero debe reconocerse que no ha sido el mejor Ventura que hemos visto en los últimos años. En sus dos toros sacó a relucir todo el repertorio habitual en medio del reconocimiento general. Sin embargo, quizás por le faltaba esa competencia que se trae con el número 1, sin alcanzar los límites que ha traspasado en otras ocasiones.
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