SEVILLA. Primera de feria. Menos de media entrada. Toros de Las Ramblas, desiguales de juego y raza; los mejores 1º y 5º, –éste lidiado como 4º– . Curro Díaz (de azul turquesa y oro), vuelta al ruedo, silencio en el que mató por Román y vuelta al ruedo. Pepe Moral (de tabaco y oro), silencio, una oreja y silencio. Román (de gris plomo y oro), herido por su primero.
Se levantó de la cama, un mes después de la cornada de Valencia, para reaparecer el pasado sábado en Toledo; el domingo, de nuevo un toro lo ha metido en la cama con una cornada grave. De tres tardes, dos por la puerta de la enfermería. Una mala racha, desde luego. Pero no es menos cierto que el torero levantino tenía que apostar fuerte en su tierra y que no venía a Sevilla de vacaciones: cuando un torero quiere encaramarse arriba, o arriesga, o no lo consigue. Pero Román, que derrocha entusiasmo, no anda a lo loco por los ruedos: sabe muy bien lo que hace, pero sencillamente se queda quieto y apuesta firme; es decir, sabe todos los riesgos que asume. Ni mas ni menos.
Por la Maestranza ha pasado inédito como matador de toros, pero como novillero dejó un buen recuerdo. Los toreros suelen decir que la Maestranza seguirá ahí, a la orilla de Guadalquivir, para la próxim a vez. Pero no siempre un torero vive las circunstancias que le permiten hacer el paseíllo de nuevo en ese precioso albero. Con todo, habrá que echarle su punto de optimismo: si lo respetan los toros –que en lo que va de año no lo han hecho–, este Román puede dar muchas sorpresas. De hecho, en lo que poco que se le pudo ver en Sevilla quedó constancia que hay que concederle su sitio
Cerrado este episodio, habrá que pasar a lo que ocurrió en esta primera de la feria abrileña. Para la ocasión la Casa Pagés eligió los toros de Las Ramblas, domecq [versión El Torero] de ajustada presentación, fueron en general descastados. En concreto, apagado y a menos el brusco 1º; manso el 2º; orientado, el 3º; con un buen pitón izquierdo el 4º; muy manejable pero a menos, el 5º; sin calidad alguna el que cerró la tarde. En resumen, un balance bastante pobre, pero al que se le podía sacar algún partido.
Así lo entendió Pepe Moral, que de nuevo se explayó toreando sobre la mano izquierda una forma excelente con el mejor de los toros de Las Ramblas, anunciado como 5º en los programas, pero que se lidió como 4º al modificarse el orden de lidia por la cogida de Román. Sobrado de temple, muy centrado el diestro de Los Palacios, los naturales brotaron profundos, largos y sentidos. Tan es así que aunque luego los aceros no fueran su fuerte, el palco le otorgó una oreja. [Oído cocina: la presidencia sevillana ya organizó su marimorena el pasado año, justamente con Moral, al que le cerró la Puerta del Príncipe con los miuras; en esta ocasión, tuvo la manga más ancha. ¿Qué pasará durante el resto de la feria?].
Pero Moral no pudo confirmar con mayor rotundidad tan buenos augurios. Poco cabía esperar del regordío que se lidió como 2º, que en cuanto dio tres carreras buscó el amparo de las tablas y bajó el telón; el 6º resultó sencillamente malo.
No pudo ser más que a base de detalles, pero Curro Díaz dejó su sello propio. Pese al viento, que molesto bastante, y pese a los toros. En el recuerdo queda un par de series sobre la mano derecha con el que abría plaza: largos y templados. A más fue con el 5º, siguiendo puntualmente el concepto de su tauromaquia: elegancia, reunión, empaque. Si el de Las Ramblas no se acaba tan pronto, podría haber formado un lio mayor.
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