MONTORO (Córdoba). Vespertina. Undécima de la Gira de Reconstrucción. Toros de Alcurrucén. Joaquín Galdós (de caña y oro con remates negros), una oreja y palmas tras aviso. Luis David Adame (de azul eléctrico y oro) una oreja y silencio. Se anunció como sobresaliente Álvaro de la Calle. Con el graderío alto cerrado, un tercio de aforo sanitario.
MONTORO (Córdoba). Matinal. Décima de la Gira de Reconstrucción. Toros de Ángel Sánchez y Sánchez, manejables salvo el 1º, completamente parado. Leonardo Hernández, silencio tras dos avisos y ovación tras aviso. Lea Vicens, silencio y una oreja. Aunque era un mano a mano, no se contó con el reglamentario sobresaliente. La entrada no llegó a la mitad del aforo permitido.
La agradable plaza de Montoro se apuntó, como los antiguos cines de barrio, a una sesión doble: mañana y tarde, con dos horas escasas para comer. No es que la cosa resultara indigerible, que el cocido fue muy liviano en sustancia; es que, sencillamente, nada descollante ocurrió, salvo algunos escasos detallitos.
Para la terna a pie, los Lozanos mandaron cuatro toros con el hierro de Alcurrucen, emparejados de dos en dos: dos cuatreños y dos cinqueños, dos cómodos y dos más armados. Pero los cuatro desrazados y sin clase alguna. La colaboración, desde luego, no llegó desde la dehesa.
Se explica así el pequeño lucimiento que luego el dueto de toreros americanos pudieron explicar. Frío el mexicano Luís David Adame; más animoso el peruano Galdós. Pero de fundamento, poco.
Lo más entonado de la función a caballo, el tercio de banderillas de Lea Vicens con el 4º. El resto, perfectamente prescindible, salvo los mítines que se repitieron con los hierros de muerte. Pero al menos ninguno de los dos abusaron de regalar caballazos a todas horas.
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