Morante, peor que mal; Talavante cumbre con la mano izquierda

por | 22 May 2014 | Temporada 2014

MADRID. Decimo tercera de feria. Lleno de “No hay billetes”. Tarde fría y de mucho viento, que dificultó la lidia. Cinco toros de Montalvo, todos cinqueños,  justos de presentación y juego, y un sobrero de Núñez del Cuvillo (4º bis), que se paró pronto. Juan Serrano “Finito de Córdoba” (de azul bilbao y plata), silencio tras aviso y silencio.  José Antonio Morante de la Puebla (de marino y oro), pitos tras aviso y bronca. Alejandro Talavante (de nazareno y oro), ovación y silencio.

Cuando a la Plaza se llega pletórico de esperanzas, pero luego  todo se tuerce, el ánimo se encoge y la salida se hace triste, bastante triste. No ya porque lo que el cuerpo pide es decir aquello de: ”Y para esto tanto ruido… Como tampoco es cosa de aceptar que te entren las dudas si no se habrá uno equivocado al dejarse llevar por el ambiente. Pues, no. Dicho sea así de rotundo, pese a lo que ocurrió en este jueves, que fue una larga y lenta tristeza, salvo algunos momentos fulgurantes de Talavante. Pero es que si a una plaza, con Tour’14 y sin Tour’14, con leyendas y sin leyendas, no se va con la inquietud de que a lo mejor nos vamos a sorprender con algo grande, mejor desandar los pasos dados y volverse a casa; cualquier cosa es buena antes de perder esa ilusión, que nos metería en el carril de renunciar a la afición y hasta a las propias convicciones.

Por eso la desastrosa corrida que nos endilgaron para la ocasión no hay que dramatizarla, sino que conviene tomársela nada más que como un accidente en el camino. Lo cual no quiere decir que ello sirva de excusa alguna, ni menos de un intento de salvar la cara a unos toreros que no hicieron nada por salvársela ellos solos. Lo que se afirma es que la Fiesta, como todo hecho artístico que sólo se desarrolla en vivo, tiene esos contraluces, incluso tan marcados como los de esta tarde.

Y el primero ellos en esta ocasión fue el viento, que si molestaba en el tendido, pese al abrigo, nada digamos de lo que ocurría allá abajo, en el ruedo.  De hecho, hubo toros  de Montalvo –en especial los primeros– que si se hubieran podido lidiar en los terrenos de afuera, su juego podría haber sido distinto. Necesitaban unos espacios abiertos, pero era allí donde las telas no se podían manejar; el recurso a meterse en terreno de tablas no hacía más que impedir el lucimiento, si lo había.

El segundo elemento a considerar: la corrida de Montalvo, que no rayó a la altura que esperaban los veedores de los toreros, y menos respondió a la expectación que había entre los aficionados. No estuvo bien presentada, para empezar; los hubo que carecían del remate necesario para una plaza como Madrid, por más que alguno se tapara con la cara. En su juego, ninguno fue precisamente de escándalo; más bien eran mediocres, que en su mansedumbre  apuntaban cositas, que luego casi nunca confirmaban.

Con tales presupuestos por delante, procede negar la mayor que en casos como éste suelen aducir los taurinos. Es cuando dicen eso de “no ha habido material…”. Y conviene negar esa mayor porque es falsa, si no se le añaden más matices, bastantes. Es posible que se den condicionantes negativos, como ocurrió en esta tarde. Pero eso no es suficiente para que un torero se apresure a tirar las tres cartas y que de antemano renuncie a lo que es siempre exigible: llevar de forma ortodoxa la lidia y matar a sus toros como está establecido.  Son dos elementos a los que un profesional nunca puede renunciar, incluso en la hipótesis –que es más que una hipótesis– que buena parte de los tendidos no sepan valorarlo. Pero, pura y simplemente, es lo que exige la verdad del toreo.

Quiere todo ello decir, para no andarnos con más rodeos, que Morante estuvo toreramente mal, muy mal. Lo anecdótico fueron tres derechazos con un eco desmedido en los tendidos; lo fundamental, que estuvo desentendido de la lidia –que en el 5º le pudo costar un disgusto– y ni en una sola ocasión, aunque fuera por equivocación, trató de realizar la suerte de matar como es debido. Y frente a eso no cabe excusa alguna, ni de vientos, ni de toros. Si aceptamos como bueno que al torero lo que hay que pedirle es esa cursilería de las “cosas bonitas”, para dejar en el olvido esas otras cuestiones esenciales, nos estamos llevando por delante todo lo que representa la Fiesta. Por eso aquí no se critica que Morante no pudiera sacar a pasear ese don de la estética, que tiene en enormes cantidades; lo que se le censura es que maltratara los elementos esenciales de la lidia. Y eso no se tapa ni con leyendas, ni con campañas de imagen, cuando precisamente ahí se demuestra la verdadera torería.

Un paso intrascendente tuvo “Finito de Córdoba” por Madrid. Contaban en el tendido que la noche anterior tenía fiebres muy altas, pese a lo cual no quiso renunciar al compromiso. Puede que ese factor influyera. Y debe respetarse. Lo cual no quita para constatar que durante toda la tarde no se le vio un solo detalle.

Frente a estas realidades brilló con sello propio –diríase que hasta distinto y más interesante– Alejandro Talavante. En especial, con el 3º. Había viento, como toda la tarde. Pese a eso el extremeño se lo sacó a las afueras y le puso por delante la mano izquierda con firmeza. A partir de ahí construyó una faena sólida, que además dejaba entrever que este torero ha empezado a tener nuevos aires. Hubo  un par serie de naturales verdaderamente colosales. La pena fue que la espada se le fue  baja y el descabello se le encasquilló, porque era objetivamente de premio. Con el público ya embalado por la pendiente del frío y del enfado, el serio 6º no era toro para mayores lucimientos. Hasta se agradecía la brevedad. Con todo, el torero dejó algunos muletazos sueltos de interés. 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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