BILBAO. Tercera de las Corridas Generales. Tres cuartos de entrada. Toros de Núñez del Cuvillo, de adecuada presentación y juego interesante. José Antonio Morante de la Puebla (de verde esperanza y oro), ovación con saludos y dos orejas tras un aviso. José María Manzanares (de azul pastel y oro), ovación con saludos y una oreja tras un aviso. David Mora (de fucsia y oro), ovación con saludos tras aviso y ovación con saludos. Morante salió por la Puerta Grande.
Si alguien aún abrigaba alguna duda de por qué Morante es otra cosa, esta tarde de Bilbao le habrá resuelto sus dudas. ¡Qué faena la del cuarto! De recordar por mucho tiempo. Y el de Cuvillo no era la tonta del bote. Tenía raza y fuerza, como demostró en el caballo, después de una salida un tanto desconcertante. Pero tenía un buen fondo, el problema era sacarlo a relucir. Las muñecas mágicas de Morante hicieron el milagro. Bueno, las muñecas y la firmeza con la que trató las fuertes embestidas de su enemigo.
Los muletazos iniciales por bajo y a dos manos fueron la clave: con enorme plasticidad, llevando al toro muy metido en el engaño, alargando hacia delante la embestida, sometiéndolo… ¡Y, manda narices, el público de Bilbao pitándole! Mejor no calificarlo. ¡Pero si aquello era pura estampa belmontista…! Luego vinieron series de una enorme calidad, profundas, exquisitas. Si con la derecha el muletazo era un suavisimo trallazo de emotividad, con la izquierda era pura y simplemente autenticidad sentida. Y es que Morante no toreaba, estaba esculpiendo el mismísimo Arte del Toreo, pidiendo a gritos que lo inmortalizara Benlliure. Es lo único que le faltó esta tarde en Bilbao, porque luego, como broche, se fue detrás de la espada y la dejó entera arriba, para que el toro saliera rodado de los vuelos de muleta. Acertó el Presidente Matías González, tan particular otras veces, sacando los dos pañuelos al unísono.
El que abrió plaza fue uno de toros menos agradecido de la, en general, buena corrida de Núñez del Cuvillo. Entre que claudicaba una y otra vez y no andaba sobrado de clase, no dejó que Morante lo pudiera cuajar con el capote, pero tampoco con la muleta permitió más que pasajes sueltos. Estéticos, con sentimiento, pero sin ligazón ni continuidad.
La corrida de Núñez del Cuvillo nada tuvo que ver con otras, la mayoría, de las que le hemos visto esta temporada. De entrada eran toros con la dignidad de presentación que exige Bilbao. Luego, además, hubo tres de excelente fondo, aunque como todos los toros enrazados había que sacarla a la luz. Los dos primeros tuvieron las fuerzas justas y eso condicionó mucho su juego; el que cerró plaza era el garbanzo negro, como comprobó en sus carnes David Mora. Pero, en su conjunto, fue una gran corrida de toros.
José María Manzanares, en esta su primera comparecencia en la feria, ha tenido una interesante actuación. Estuvo muy por encima de su primero, en el que algunas series tuvieron usía, aunque luego bajara al coger la mano izquierda. Trató de matarlo recibiendo, pero el pinchazo previo enfrió al personal. Mucho más meritoria resultó su faena con el quinto, un toro exigente, al que había saber darle el tratamiento adecuado. El de Alicante acertó desde el primer muletazo, sobre cuando cuándo contra toda la lógica le enjaretó dos series soberbias de naturales. Un estocada algo caída y al encuentro fue la antesala de una justa oreja. [Entre paréntesis, hay que volver a tocarle las palmas a la cuadrilla al completo del torero alicantino: qué trabajo más preciso y más eficaz en todos los tercios]
Que David Mora no venía echar el rato se comprobó ya el apretadísimo quite por chicuelinas que hizo el segundo de la tarde.; luego, en el quinto, volvió a dejar otra quite, en este caso con el capote a la espalda, que eran palabras mayores. Entonado en el recibo con el capote al tercero, comenzó con buen son la faena, para enseguida ligar dos series excelentes, una sobre cada a mano. El toro empezó a venirse un tanto a menos y en paralelo el tono de la faena. Pero el madrileño se mantuvo siempre decidido, aunque luego maneja con deficiencias la espada. Tuvo la mala suerte que en segundo lugar le tocara el peor toro del encierr; sin embargo, sirvió para que este Mora dejara claro que no quiere ser ave de paso: no se puede estar más valiente y con más garra. Tanto que el “cuvillo” acabó por empitonarlo. Una demostración de hombría, pero también de torería. Tanto que su paso por Bilbao, aunque todo quedara en ovaciones finales, no ha sido precisamente un paso atrás en su carrera, sino todo lo contrario.
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