Hace nueve años provoqué en mi pueblo natal, Bilbao, una protesta del bizkaitarrismo porque llevado de mi amor, cada día más fuerte, a mi casta y mi tierra nativa, fuí a decir a mis paisanos que se resignaran a la perdida de nuestra antiquisima y venerada lengua eusquera, pues tal era la condición indispensable para que podamos influir en el resto de España o de imponer en ella, si podemos, nuestro ideal de vida. Así como en las guerras modernas no cabe defenderse con venerable espingarda heredada de los puelbo contra los que vienen armados de mauser, asi no cabe en las luchas de cultura defenderse con un idioma como el vascuence contra el castellano ó el francés.
Y una parte de mis paisanos, los más bulliciosos y levantiscos, es decir, los menos reflexivos, no vieron todo lo que de intenso amor a mi tierra, y sobre todo a mi pueblo, Bilbao, y de fe en él había en mis palabras. Ni quisieron, al pronto al menos, darse cuenta de que yo actuaba allí de ultrabizkaitarra, o, mejor dicho, de ultrabilbaotarra, que yo iba a predicarles el que, sacuendiendo el espirutu, recelos y meramente defensivo aislamiento, se lanzaron a un cierto imperialismo, a tratar de ser en España el nucleo dirigente. Medía a todos mis paisanos por mis propios arrestos y aspiraciones. Pero visto como respondieron a mi voz, temí haberme equivocado.
No me equivoque, sin embargo. Mis palabras, por lo mismo que protestadas en un principio, ahondaron y arraigaron en buena tierra. Mi excitación a que se metieran en el empeño de influir en el resto de España fue poco a poco surtiendo su efecto. Y hoy se ve a las claras sus resultados.
Y no es la acción de los mineros, no es tampoco la de aquellos que empiezan a comprar en Castilla tierras para renovar los metodos de cultivo; no es el desarrollo de la industrua de diputados de exportación y de nuevos condes, florenciendo hoy en mi país natal. Ni es tampoco el nucleo de escritores, pintores, escultores y musicos vascos, cada vez más conocidos y mas influyentes en España. No; es algo mas espiritual.
¿Cuál es, en efecto, hoy la actividad cultural más adecuada pafa conquistas el alma española? El torerismo. ¿Y donde florece con mas empuje que en Bilbao?
Sí: aquellos mismos ardientes bizkaitarras que protestaron de mis palabras han abrazado mi bandera y seguido mis consejos, porque el torerismo bilbaino, es, digase lo que quiera, hijo de la misma madre que aquel. Y ahí tenemos al “Chiquito de Begoña”, al “Cocherito de Bilbao”, al “Torquito”, al gran busturiano Lecumberri – que según me han explicado, pues yo no le he visto, torea en vascuences sin traducir-, llevado por dondequiera de España la gloria de Vasconia o Baskonia según los tauromacos de mi tierra. Y no faltará pronto erudito paisano mio que probará que las corridas de toros empezaron en mi tierra y en vascuence. Y desde luego se refresca la memoria de “Martincho”, el de Deba, y el “Ostión”, que fue en mi niñez uno de aquellos hombres por quienes mas temeroso respeto sentía yo. ¡Tenía una lengua…! Y yo me crié en Bilbao, junto al Matadero donde el “Ostioncito” empezó su brillante carrera de gloria.
A mi ilustre paisnao el “Cocherito”, gloria inmarcesible de la Invicta Villa de Bilbao, que ha mecido sus sueños de gloria y los mios, acaban de obserquiarle nada menos que en Sevilla. ¡Nada menos que en Sevillla, digo! ¡Y luego dirán que no vamos los vascongados conquistando espiritualmente a España!
¡Eso se llama haber apuntado y llegado a la medula! Andaban mis paisanos los unos denunciando y explotando minas en toda España, los otros armando flotas, éstos comprando y cultivando tierras, aquellos comprando distritos electorales, algunos escribiendo en diarios, revistas y libros, quienes pintando, escultpiendo o cantando; pero esta no pasaba de la corteza del alma nacional. Pero han venido los grande toreros vizcainos, la excelsa escuela tauromaquica bilbaina, y todo ha cambiado. ¡Como se estremecra de gozo en su sepultura, aquel carpintero Cortés, constructor de ataudes, que fue el primero en fundar una escuela de tauromquia en Bilbao!
¡Profunda revolución! Al papel diario que en Bilbao mantiene inhiesta la bandera de la ortoxia catolica, del bizkaitarrismo – cada día trae un articulo en vascuence que nadie lee- y de la artera insidia, le han dado fama, sobre todo sus revistas de toros, que son desperdicios de la mas chabacana y ramplona gracia flaenca. ¡Profunda revolución!
Y luego ese Lecumberri, el ex piloto busturiano, la más genuina y pura encarnación de la teoria bizkaitarresca, el que anda con los toros a puñetazo limpio. ¡Qué loco entusiasmo me dicen despertaba en aquella Guernica de las entretelas de su corazón y de mis más dulces recuerdos, en aquella patria de mis amores, que es cabecera de Busturia, cuna del gran torero en vascuence! ¡Eso es un heroe!
Heroe era tambien, sin duda, aquel Baltza, el zapatero que cantaba –no tocaba, porque era sin instrumento- la Marcha Real con el orificio opuesto a la boca. ¡Estupenda azaña! Pero esto apenas ha trascendido en Guernica, aun con todo y ser tan admirable.
Con Marcha Real o sin ella, es el caso que mis paisanos se aprestan ya a conquists espiritualmente a España con palillos, estoque y muleta. Y el día en que consigan por completo depositaré es mi vieja y cansada pluma, esta pluma que ha sido el organo de expresión de mis amores a la tierra que me ha hecho lo que soy y a la que debo cuento valgo, la depositaré al pie de la Plaza de Toros de Bilbao, que es, además de cultural, una institución benefica.
Hubo un tiempo en que, entre los aldeanos de mi tierra, el mote de zezenevistarrak, es decir de la tierra de los toros, era algo despectivo. Se empieza a conocer lo equivocado de ese sentimiento, y que es por los toros, por esta fiesta profundamente ortodoxa y, por lo tanto, enminentemente tradicionalista, por donde hay que conquistar a España. Una brega de “Cocherito” vale más que un discurso de Vázquez Mella y mas que valdría una batalla de Zumalacarregui. Hora era ya de que se empezara a ver claro.
Por mi parte, me felicito cada vez más de aquellas protestas con que hace nueve años se acogieron en mi pueblo mis palabras, pues veo que éstas prendieron en buena tierra, y que mis paisanos, dejandose la coleta y con estoque en la diestra y muleta en la siniestra, se disponen a regenerar España.
Bárrurá, neure anjeak, bárrurá!
© La Noche, Madrid 10 de diciembre de 1911
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