Miguel Abellán, por encima de la corrida del Puerto

por | 4 Oct 2014 | Temporada 2014

MADRID. Tercera de la Feria de Otoño. Casi lleno. Toros de Puerto de San Lorenzo –1º y 6º con el hierro de La Ventana del Puerto–, con presencia, desiguales de hechuras y bajos de juego, salvo 1º y 3º. Miguel Abellán (de blanco y plata), como único espada: ovación, silencio, ovación, silencio, silencio y gran ovación de despedida.

Para qué andarnos con rodeos: sencillamente, no pudo ser. Luego se aducirán, con toda legitimidad, mil causas. Pero el envite fuerte de Miguel Abellán, al encerrarse con seis toros en Las Ventas, tenía un objetivo mucho más ambicioso de lo que luego ha sido el resultado final. No puede decirse, porque se faltaría a la verdad, que el torero no haya dado la talla. Toda la tarde estuvo hecho un hombre, peleando cada acto de la serie, sin venirse abajo en ningún momento. Pero como hoy el toreo necesita del dichoso marcador de los trofeos, el suyo quedó en blanco.

Abellán vino a Las Ventas con una auténtica corrida de toros para Madrid; nada de una ensalada de divisas, tan al uso. Pero hecha esa apuesta, luego lo de Puerto de la Calderilla dio menos juego del  deseado, qué le vamos a hacer. De hecho, de lo que se lidió con el hierro original, más en “atanasio” que en “lisardo”, tan sólo uno, el 3º, en su mansedumbre sacó nobleza y clase en el último tercio; los otros tres, especialmente el lidiado como 4º, dejaron en mal lugar a su criador, ante las telas y ante los caballos.  Y de los del segundo hierro de la casa,  La Ventana del Puerto, el que abrió plaza tuvo bondad ante los engaños, mientras que el que puso fin a la tarde era de cambiante comportamiento y acabó agobiantemente pegajoso y andarín. En suma, un lote que no fue regalando nada al torero.

En consonancia, la tarde discurrió con muchas desigualdades y en ocasiones algo espesa. Seguro que Abellán es consciente que no tuvo opción de sacar a pasear la variedad, que este torero la tiene y para tales ocasiones tan conveniente resulta. Sabido es que  nunca resulta recomendable llegarse hasta la plaza con el guión preparado, que luego la mayoría de las veces el toro descompone todo el guión. Por el contrario, Abellán salió al ruedo con el sano principio de la creatividad sobre la marcha, por más que luego resultara inalcanzable, que es lo siempre pasa cuando en el primer tercio los toros se muestran muy abantos y al último tramo de la lidia llegan pidiendo una medicina muy concreta y diferente cada uno.

¿Fracasó Miguel Abellán? No puede afirmarse tal cosa. Desde luego, no alcanzó el triunfo que sin dudaba soñaba, incluso puede decirse que hasta merecía después de una meritoria temporada. Pero dejó constancia de dos cosas importantes: siempre mandó sobre la tarde y siempre estuvo por encima de lo que ofrecían sus enemigos. La última encerrona que vimos en Madrid fue diferente: allí lo que quedó meridianamente clara era la impotencia técnica de una figura frente a las dificultades; esa no fue precisamente la partitura de esta tarde de otoño, que el torero demostró que tiene oficio y solvencia para resolver la papeleta.

Cuando hubo ocasión, como sucedió con 1º y 3º, el torero del madrileño barrio de Usera dejó sus momentos más brillantes, con un toreo templado y muy por abajo, con el toro enroscado a la cintura y un excelente juego de brazos. Al que abrió plaza pudo cortarle la oreja, pero en esta ocasión don Trinidad López-Pastor, que era el Presidente de turno, estuvo minucioso en el cuenteo estadístico de moqueros: con menos pañuelos se han dado orejas este año y en esta misma plaza. Al noble y enclasado manso que hizo de 3º, le tenía cortada las dos cuando protagonizó todo un recital de pinchazos previos a la estocada.

El rebrincado 2º permitía algunas cosas por el pitón derecho, pero cortaba mucho por el otro y para colmo acortó pronto su viaje; Abellán lo intentó sobre ambas manos con suerte varia. El 4º, que al final marcó la división de la tarde, resultó el de peor juego del lote, por lo que estaba justificado que el torero lo macheteara por la cara para prepararlo para la muerte. El 5º salió a distraerse con sus largos paseos; ya lo dijo de salida y se mantuvo en sus trece hasta el final; frente a esta actitud, lo que era posible: muletazos, algunos de excelente factura, sin la necesaria continuidad y valor entre los pitones. Con el 6º, la cosa discurrió con mejor tono, hasta que mediado el trasteo el de La Ventana, que no era un dechado de virtudes, se puso pegajosamente andarín.

Visto lo visto, ahora cabría meterse en cábalas, acerca de lo que podría haber ocurrido si el 1º hubiera salido en segundo lugar, con el tendido ya metido en la tarde; si Abellán no hubiera pinchado al 3º y la tarde se hubiera venido arriba; si ya es mala suerte que, después de haber rozado el triunfo, el 4º saliera tan rana; si … A toro pasado casi todo vale. Pero el orden de lidia fue el que fue y cada animal dio el juego que dio. Lo demás son ganas de marear la perdiz.

Pero antes del punto final, resulta obligado un otrosí. El torero madrileño salió al ruedo mermado de facultades por la reciente lesión en la mano izquierda, a la que vino a unirse hoy un inoportuno pitonazo del 4º. Tuvo la hombría de en ningún momento hacer, de cara a la galería, gesto alguno de sus limitaciones. Si hubo dolores fuertes, que los hubo, se los tragó el solito. Esto también es de torero cabal.

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Taurología

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