Mejor no pensar en la historia del glorioso nombre de Pablo Romero

por | 1 Jun 2015 | Temporada 2015

MADRID. Vigésimo cuarta de la feria de San Isidro. Algo más de media plaza. Toros de Partido de Resina, informales den su desigual presentación y muy deslucidos. Eduardo Gallo (de grana y oro), silencio tras aviso y silencio. Sebastián Ritter (de malva y oro), silencio tras aviso y silencio. Rafael Cerro (de blanco y plata), silencio y silencio tras aviso.

No son formas de venir a la plaza de Madrid.  Y eso que hubo toros que volvieron a la dehesa para ser remendados por otros, se supone que de mayor trapío. La mayoría de salió por chiqueros con el hierro de la herradura ni respondía al tipo histórico tan bello del encaste originario, ni cumplía con los gustos de toros rematados de los aficionados de Madrid. El fracaso de lo que se anuncia a nombre de Partido de Resina no tuvo paliativo posible. Aunque la compraran a la familia que a finales  del siglo XIX creó este encaste y aunque mantengan el hierro y la divisa, para no llamar a engaño convendría que suprimieran en los carteles la leyenda “antes Pablo Romero”. Esto ya es otra cosa.

Lo del verano pasado, cuando echó dos toros de interés, animó a la empresa a incluir esta ganadería en la semana dura de la feria. A la visto de lo que hoy quedó claro, aquello debió ser un simple sueño en una noche de verano. En este lunes salieron seis toros sin raza ni casta, sin capacidad alguna de humillar, pensando sólo en como buscar terrenos libres, sin fijeza ni ritmo, con trote cochinero. Algunos dirían que eran nobles; más bien parece que eran absolutamente carentes de celo y ajenos a todo intento de pelea. Bobalicones que pasaban por allí. Ni la menor sensación de riesgo hubo en toda la tarde. En plan benevolente, medio se pudo salvar el que hizo 2º, aunque con bastantes peros. En suma, antes de salir ya habían dimitido todos de las características propias del toro bravo y, por supuesto, de las señas de identidad de lo que fue pabloromero.

Si ya la corrida de antemano tuvo la peor acogida del público en lo que va de feria, los que acudieron se marcharon a casa molidos de la paliza de sopor que proporcionó la tarde. Y los primeros, los tres espadas, que sin duda vendrían a Madrid para “arreglar” sus cosas, comenzando por esta temporada. No tuvieron ni ocasión de expresar esos buenos propósitos. Verse anunciados en Madrid, hacer toreramente el paseíllo y mandar a los seis, con mayor o peor fortuna, hasta el desolladero. Y en medio, lamentablemente, la nada.

Con el oficio que ya tiene a sus espaldas, Eduardo Gallo no pasó ni medio agobio con su lote. Pero tampoco pudo dejar atisbos de su buena concepción del toreo. Se fue tal como vino. Y es poco justo, porque su corte de torero tiene interés y no se anda tan sobrados de toreros que tengan algún misterio que decir.

Dentro de la vaciedad del destejo, no o dejó de sorprender el buen sitio que tiene Sebastián Ritter, con tan sólo cuatro corridas en su haber. Sigue igual de valiente que siempre se le ha visto en Madrid, pero con un rodaje inusitado para su poca actividad y apuntando un buen sentido del toreo. Suyo fue lo único notable de la tarde: un ajustado quite por chicuelinas al 4º.

Quien hace un par de temporadas  fuera su compañero de aventura novilleril, Rafael Cerro, pasó por Madrid porque lo dicen los carteles. Pero como si no lo hubiera hecho. Reiteró los intentos llevado de su mejor buena voluntad, pero todo era inútil. Sus esperanzas, como las de sus compañeros de terna, volaron como las hojas en el otoño.

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Taurología

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