Un siglo se cumplirá el inminente 12 de noviembre del fallecimiento de Tomás Fernández Alarcón, “Mazzantinito” en los carteles, uno de los toreros que más valor derrochó cada vez que se enfundaba el traje de luces. Muy castigado por los toros, su carrera se vio condicionada por este aspecto puesto que los percances fueron constantes y algunos de ellos de bastante gravedad. Con todo, plazas tan relevantes como la de Madrid comprobaron el buen hacer y las magníficas cualidades que atesoraba el valeroso diestro capitalino. Aprovechando el citado aniversario, se repasa en el presente trabajo su trayectoria profesional, analizando más profundamente las tardes claves y los puntos fuertes de su tauromaquia.
“Mazzantinito” se encontraba muy debilitado en su estado de salud desde hacía un tiempo debido a diversas dolencias, que le impidieron, entre otras cosas, hacer el paseíllo en el coso de Vista Alegre el 22 de octubre. Apenas unos días después de la mencionada fecha, el 12 de noviembre de 1916, Tomás Fernández Alarcón dejaba de existir en su domicilio de la calle Rodríguez San Pedro de la capital de España a causa de una tuberculosis pulmonar. En la jornada posterior, tuvo lugar el entierro del matador madrileño en el cementerio de la Almudena, al que acudieron multitud de gentes del toro junto a personalidades de otros ámbitos sociales. Tras su muerte, varios de sus compañeros tomaron la iniciativa de abrir una suscripción a favor de la familia del difunto torero para paliar la precaria situación en la que ésta había quedado, destacando la aportación que efectuó Vicente Pastor.
Mazzantinito había venido al mundo treinta y siete años antes en Madrid, trabajando, en primera instancia, como hojalatero, aunque pronto se decidió a abrazar la profesión taurina. En 1898 actúa como rehiletero, pasando a engrosar las filas de la cuadrilla de Félix Robert. Con él debutó en el coso capitalino el 2 de mayo de 1899, coincidiendo precisamente con el doctorado del bigotudo diestro francés. Después de finalizar el servicio militar, prosigue su andadura en los ruedos, presentándose ya como matador de novillos en la plaza de Tetuán de las Victorias el 1 de septiembre de 1901, repitiendo comparecencia la semana siguiente.
El principal recinto taurino madrileño, el ubicado en la carretera de Aragón, presenció su primer paseíllo el 19 de enero de 1902 para pasaportar junto al “Segoviano” cornúpetas de Tabernero. Tres novillos tuvo que estoquear Tomás Fernández Alarcón ante la lesión de su compañero de cartel, siendo muy aplaudido por el respetable. Juan de Invierno, cronista de El Toreo, resalta en su narración de los hechos el tremendo valor con el que afrontaba cada lidia, cualidad que le iba a reportar importantes triunfos pero que también le supondría frecuentes visitas a las enfermerías de los cosos. Los contratos se fueron multiplicando en aquella temporada, pisando los redondeles de Barcelona, Bilbao, San Sebastián o Zaragoza, entre otros.
Las inmediatas campañas continuó formándose como novillero, marchando a México al finalizar la correspondiente a 1904. Fue en la capital de la República donde dio el salto a matador de toros, concretamente en la corrida que tuvo lugar el 18 de diciembre del año indicado. Joaquín Hernández “Parrao” le cedió la muerte del primer ejemplar de la ganadería de Santín reseñado, completando la terna Manuel Lara “Jerezano”. “Mazzantinito” estuvo especialmente afortunado con el estoque, recetando dos soberanas estocadas que le procuraron numerosos aplausos.
El 23 de abril de 1905 confirmó la alternativa en Madrid, actuando de padrino Rafael Molina “Lagartijo Chico” en la lidia de astados de Vicente Martínez. El de la ceremonia atendía por “Perdigón”, finiquitándolo el diestro nacido en la capital de España de dos pinchazos y estocada hasta las cintas, atacando con rectitud. Durante toda la tarde se mostró muy acertado manejando los aceros, destacándose en todos los medios la derechura con la que se iba hacia el morrillo. Además estuvo “muy oportuno y trabajador” tanto en la brega como en quites.
Sin duda, el mayor triunfo de toda su trayectoria profesional lo consiguió el 8 de junio de 1914 en la plaza madrileña de la carretera de Aragón, cuajando una gran actuación que coronó paseando una oreja del toro “Machetero”, que llevaba, como todos los jugados en la referida jornada, el hierro de García de la Lama. La mencionada corrida supuso la despedida del torero sevillano Enrique Vargas “Minuto”, tratándose de un festejo en el que cada uno de los toreros anunciados solamente pasaportó una res. “Mazzantinito”, que lucía un terno verde y oro, pasó “con verdad y sin desplantes” al cornúpeta, asegura Paco Media Luna en El Toreo, calificando de “monumental” la faena del matador capitalino. Con la espada pinchó en dos ocasiones antes de cobrar una soberbia estocada, entrando desde cerca y dejándose ver. El trasteo, brindado a “Minuto”, había alcanzado tal altura que nada más atronarse el burel de García de la Lama se comenzó a solicitar la oreja por parte del público, trofeo que, finalmente, fue otorgado por el usía.
La temporada de 1916 fue la última que vistió el chispeante, trenzando el postrer paseíllo en el coso de Madrid el 8 de julio, enfrentándose junto a Juan Cecilio “Punteret” y Serafín Vigiola del Torco “Torquito” a ejemplares de Félix Gómez. El 29 de agosto se fecha su retirada definitiva, siendo el recinto taurino de Colmenar Viejo el que acogió el hecho.
El arrojo y el coraje con el que desafiaba a las reses, le acarrearon un considerable número de cornadas y lesiones, destacando, en este sentido, el que sucedió el 30 de septiembre de 1906 en la plaza de madrileña. El burel, de nombre “Indiano” y perteneciente a la vacada de Otaolaurruchi, le volteó de forma espectacular en el momento de realizar la suerte suprema, produciéndole la fractura del apófisis espinal del la décima vértebra dorsal. El buen trabajo llevado a cabo tanto por el doctor Bravo, en primera instancia, como por el doctor Mascarell, fue fundamental para salvarle la vida al diestro que, pese a las dolorosas cornadas sufridas, prosiguió con más firmeza aún en su propósito de lograr un puesto relevante entre la torería de la época.
Más allá de éxitos rotundos o clamorosos, lo que nadie le puede cuestionar a “Mazzantinito” es que transitó siempre por el camino de la verdad y la honradez, granjeándose con ello el apoyo y la consideración de la afición.
BIBLIOGRAFÍA.
PÁGINAS WEB.
© Carmen de la Mata Arcos
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