Cuando se habla desde el sector público de “criterios objetivos”, conviene tomar muchas precauciones. Muy en el sentir liberal, tales criterios siempre derivan hacia el lado económico: nada más objetivo que medir todo en función de los euros. Sin embargo, con carácter general –y muy especialmente en el ámbito de la cultura y el arte– acudir a semejante rasero no presupone que se vaya acertar en la decisión, salvo para el erario público y sus propósito de recaudación.
Los autores del pliego para la adjudicación de Las Ventas presumen que el 85% de los puntos con los que se valorarán las ofertas responden a tales criterios objetivos –“matemáticos”, apostillan–. Lo que no dicen es que todos esos criterios tienen estrecha relación con los euros, ya sea en la partida de los ingresos, ya en la de los gastos. De tal forma que, al menos en ese 85% declarado, más que en un concurso de méritos y de solvencia profesional nuevamente nos encontramos, lisa y llanamente, en una especie de subasta disimulada.
Se baja oficialmente el canon del que se parte –200.000 euros menos que el anterior–, pero se puntuará más a la oferta que en mayor cantidad exceda de ese mínimo. Pero, a su vez, se grava a la empresa adjudicataria con 220.000 euros para el mantenimiento de la Escuela Taurina de Madrid, que la creó el Gobierno autonómico pero cuyo pago se lo endosa a un tercero. Y para un ingreso que estaba siendo interesante, como son las visitas turísticas a la Plaza, se lo apropia. Solo con estos tres elementos ya se desmiente ese anunciado propósito de reducir el canon: en términos económicos se ha incrementado y en apreciable cantidad el punto de partida del concurso.
Pero es que la gran mayoría del resto de los requisitos que se plantean tiene consecuencias económicas, y sólo tangencialmente para el aficionado. Y así, por ejemplo, puntuar al alza el incremento del número de espectáculos sobre el mínimo exigido, de suyo supone incrementar la inversión que deberá realizar el adjudicatario. Esta condición sólo se entiende si está redactada por quien por Las Ventas pasa tan sólo en algunos día de San Isidro, pero que nunca ha visto el estado de los tendidos entre ferias: si ya es complicado mantener 62 espectáculos, nada digamos si, además, hay que aumentarlos.
Hay otros criterios, igualmente con consecuencias económicas, que tienen en la práctica una muy difícil aplicación. Y así, se valorará al alza a aquella plica que garantice “mejores carteles” en lo que denominan “temporada ordinaria”. Dice el pliego que se concederán 15 puntos por las mejoras introducidas en la programación. ¿Cómo se van a medir esas mejoras? Sólo un profano no conoce que el mundo del toro es extremadamente cambiante y que quien hoy está rodeado por la aureola de la novedad mañana se hunde en el ostracismo. O sea, que en 2016 el aspirante tiene que ser adivino para poder definir qué toreros y qué ganaderías estarán al alza en el 2019, por ejemplo, como exigiría esa condición. Carece de todo sentido.
Más: como en este planeta de los toros todo está inventado, podríamos remontarnos muy atrás para encontrar pliegos que exigían condiciones de este porte con la obligación de contratar a un número determinado de toreros del Grupo A, otro tanto del B, etc. A parte de que esa clasificación por grupos en la actualidad no tiene más que un valor meramente estadístico y sindical, condicionantes de ese tipo nunca en el pasado han dado los resultados apetecidos. Pero si no se acude a esta formula matemática objetiva –a lo que se ve, tan del gusto de los autores del pliego–, resulta que con semejante pretensión objetiva lo que se va valorar es un elemento esencialmente subjetivo: el interés que para el aficionado tiene en cada momento un torero. Ya nos dirán cómo se mide eso y además con cuatro años de adelanto.
No conviene engañarse: la globalidad del pliego se sustenta sobre un criterio económico: en el que más apuesta en euros, más puntos gana. Si se valora, como de libre decisión, realizar obras de mejora en el inmueble autonómico, ¿eso no supondrá un gasto extra que el adjudicatario deberá amortizar a cuatro años? Pero si, igualmente, se puntúa aumentar la dotación para la Escuela Taurina, ¿eso tampoco será un costo añadido para el empresario? Si, además, se le endosa al empresario el coste de organizar actividades culturales y de promoción, que hasta la fecha cubría el Centro de Asuntos Taurinos, ¿eso se materializa con el criterio del gratis total?
Aunque con restricciones se abre algo más la mano a la hora de establecer quienes pueden concursar. En teoría, no sólo se esta llamando a los grandes, al abrir la puerta a empresarios de plazas de segunda, por ejemplo. Sin embargo, a continuación se les exige que hayan tenido una cifra de negocios anual superior a los 5 millones de euros. Es cierto que esta exigencia se ha reducido a la mitad con respecto al pliego anterior, pero se abriga una duda: ¿cuánto dinero creerán en la Comunidad de Madrid que se está moviendo actualmente a la temporada por tantas y tantas plazas?
Los redactores del pliego, en fin, aducen que han atendido muchas de las peticiones realizadas por las organizaciones de aficionados. No dicen a quienes han consultado, pero si nos fiamos del escrito de las 75 organizaciones madrileña, desde luego las fundamentales no han sido atendidas, comenzando con la reiterada petición de ir a la fórmula de la “gestión directa”, o aquella otra de imitar las experiencias francesas en las que son los grupos y asociaciones de aficionados los que marcan las líneas básicas de sus ciclos feriales. Pero tampoco se atiende con el pliego actual esa otra petición de no realizar el proceso de adjudicación como si se tratara de la “explotación a un servicio de naturaleza mera o puramente económica”.
Una cosa si salvan con su pliego: la duración del contrato va más allá del plazo oficial de la actual legislatura. Si ésta llega a su final, la empresa que gane Madrid convivirá un mínimo de dos temporadas con el siguiente Gobierno autonómico. Es un factor de estabilidad, desde luego.
Con independencia de que el pliego sea bueno, malo o mediopensionista, postulantes no van a faltar para cuando llegue septiembre. Es lo seguro que la Comunidad va a tener donde elegir. Es mucho lo que pesa Madrid en el toreo y no son pocos los que pueden buscar a su amparo la relevancia que hoy no tienen, aunque eso les cueste dinero. Pero en la memoria está cuando hace unos años con estos propósitos recaudatorios se adjudicó la plaza a quien la llevó en tiempo record a la ruina, precisamente por una oferta incumplible.
►Otrosí
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