La proyectada encerrona de Diego Ventura –que escenificará su pronunciamiento en la plaza de Espartinas– sigue dando pie para tirar de un hilo histórico que no deja de brindar sorpresas. Los anales de la plaza de la Maestranza recogen gestos similares que no siempre se resolvieron con éxito. Algunos de estos empeños permanecen en el recuerdo del aficionado y en los márgenes de la historia pero otras pasaron al olvido al arrastre del sexto.
Los inicios del siglo XX | ||||
El repaso a esa historia nos hace tropezar con el gesto de un torero prácticamente olvidado, Moreno de Alcalá, que despachó seis de Miura él solito entre mamporros y volteretas. Fue el 8 de agosto de 1907 inaugurando esta lista en la que, como en botica, hay de todo.
En esos años algo estaba a punto de cambiar en el toreo. Gallito, aún novillero, ya era considerado un maestro consumado que el 15 de agosto de 1912 se encerró con sendos ejemplares de Benjumea, Miura, Murube, Parladé, Tovar y Santacoloma. Lo hizo a beneficio de la hermandad de la Macarena que, entre otros proyectos, pudo afrontar la realización de la fastuosa corona de oro de la joyería Reyes que había diseñado su amigo Juan Manuel Rodríguez Ojeda. El propio Gallito protagonizaría la siguiente encerrona de la lista estoqueando seis de Carmen de Federico –El sobresaliente Pacorro despachó el sobrero– en la tarde del 24 de junio de 1917. Se organizó –marcando una constante– para la Asociación de la Prensa. El coloso de Gelves cortó cinco orejas…
La muerte de José el infausto 16 de mayo de 1920 en la plaza de Talavera de la Reina marca el final de aquella apasionante y breve Edad de Oro. Llegaba un tiempo nuevo que encarnan toreros como Manuel Jiménez Chicuelo, que afronta el difícil reto el 24 de marzo de 1921 con seis ejemplares de Curro Molina a los que despacha sin demasiado éxito, ésa es la verdad. Le sucede en el empeño otra gran figura de la Edad de Plata, el infortunado Manolo Bienvenida, que asume el compromiso el 19 de octubre de 1930. Lo hizo a beneficio de la Cruz Roja, estoqueando siete ejemplares de Moreno Santamaría de los que se llevó tres trofeos. Bienvenida, seguramente el mejor de su casta, moriría ocho años después víctima de un tumor maligno.
Malos eran también los tiempos que se avecinaban… Pasada la Guerra Civil y en plena hegemonía manoletista hubo que esperar hasta el 12 de junio de 1941 –festividad del Corpus– para contemplar un nueva encerrona, organizada –cómo no– por la Asociación de la Prensa. La protagonizó Pepe Luis Vázquez, que despachó seis ejemplares de Benítez Cubero a los que sólo cortó una oreja. El reto tendría que esperar a otro día del Corpus, 25 años después, que sí quedó grabado en los anales de la historia del toreo. Curro Romero tumbó seis de Urquijo a beneficio de la Cruz Roja a los que cortó ocho orejas. El camero se desquitaba así de una discreta Feria de Abril cimentando, de paso, el sentimiento que hoy entendemos por currismo.
En 1967 hay ración doble. El diez de agosto, en sesión nocturna, Riverita sólo se lleva un trofeo de los seis utreros de Pareja Obregón. Sólo 21 días después, el primero de septiembre, el infortunado novillero Carnicerito de Úbeda repetía la hazaña con seis de Paco Rincón metiendo cinco orejas en la talega. Un año después, el día de San Antonio de 1968, Curro Romero vuelve a afrontar el reto con toros de Núñez, Alipio y Tassara. Fue su tercera Puerta del Príncipe. En el verano de aquel 68 no faltaría el empeño novilleril: esta vez fue Juan Carlos Beca Belmonte el que se atrevió con media docena de utreros de Pilar Herráiz a beneficio de los empleados de la plaza. Llegó el 69, y con él el gesto del sanluqueño José Luis Parada, aún novillero, que despena seis de Guardiola.
Se estrenan los 70 y con ellos, la tercera encerrona en solitario de Curro Romero. Fue el día de San Pedro de 1972, con toros de Martín Berrocal. Cortó tres orejas pero renunció a la salida a hombros. Otro artista del ramo, Rafael de Paula, escoge el 12 de octubre de 1972, para estoquear seis moritos a beneficio de los periodistas y con discretos resultados. Al año siguiente es la SER la que organiza una corrida en la que Galloso pecha con los seis de rigor. En el 78, con idéntico formato, le tomó el relevo José Antonio Campuzano, discreto con los de Pallarés.
Hay que aguardar hasta 1982, el año del Mundial, para que una encerrona en solitario vuelva a tomar carácter de acontecimiento. El 12 de octubre, Paco Ojeda se recetó siete de Manolo González en la tradicional corrida de la Cruz Roja. El de Sanlúcar estuvo cumbre con ellos; les cortó cuatro orejas y abrió la Puerta del Príncipe pero, sobre todo, rubricó su definitiva eclosión como figura histórica del toreo. Dos años después y en la misma fecha –ni veinte días después de la muerte de Paquirri– era Tomás Campuzano el que afrontaba el reto pero cayó herido cuando lidiaba el tercero. El sobresaliente era El Estudiante, que se quitó de en medio los cuatro restantes a trancas y barrancas.
Al mediar los ochenta se perfila el reinado de Juan Antonio Ruiz "Espartaco" que, decidido a coronarse, se anuncia con seis de Miura en la Feria de Abril de 1987. El empeño no estuvo acompañado del éxito y el diestro de Espartinas fue muy criticado por soltar un sobrero de Juan Pedro Domecq que tampoco sirvió para arreglar el desaguisado. Pero, ojo, ésa no fue la única encerrona de aquel año. Rafael de Paula, seguramente espoleado por la mitificada faena al toro de Benavides en la madrileña Feria de Otoño, aceptó el reto de Diodoro Canorea. Le prometió un pastizal y le encerró seis toros de distintas ganaderías. Paula, entre altibajos, lo bordó con el capote y fue capaz de cuajar al quinto de Bohórquez.
Dos años después era Fernando Cepeda el que apostaba las seis fichas en un único casillero para la corrida de la Cruz Roja del 89. El torero de Gines andaba en trance de convertirse en figura pero, a pesar del buen sabor de su actuación, le faltó pasar la raya definitiva de la primera fila. En 1990 hubo ración triple y dispares resultados. Manzanares padre fue el primero en disparar, sin lograr dar ni una sola vuelta al ruedo en la corrida del Corpus, organizada por la Asociación de la Prensa. Manuel Caballero, a la cabeza de la novillería, asumía el reto de estoquear un encierro de Torrestrella el día de la Virgen dando una gran dimensión. El tercero de aquel año fue Manili, que ya había tomado el camino de vuelta, pero aún fue capaz de abrir la Puerta del Príncipe ese 12 de octubre. Pero no acaba aquí esta historia.
Los años 90 y lo que va del siglo XXI | ||||
La historia de estos gestos lleva hasta el horizonte aquel año de los prodigios –el mitificado 92– que en lo taurino arrojó un amplio reguero de festejos, discretos resultados y dos toreros de plata –Manolo Montoliú y Ramón Soto Vargas– trágicamente caídos en el mismísimo ruedo de la Maestranza. La plaza de toros ya había celebrado un buen número de festejos de todo pelaje cuando Martín Pareja Obregón asumió el reto de encerrarse en solitario sin demasiados argumentos. Fue en la víspera de la Virgen de los Reyes pero el gesto pasó sin pena ni gloria.
Fernando Cepeda, que ya había afrontado el difícil empeño el 12 de octubre de 1989, volvería a intentarlo el primero de octubre de 1994 a beneficio de Manos Unidas. Quedaron los detalles de su incuestionable calidad pero siguió resistiéndose el gran triunfo que necesitaba en un momento de reafirmación profesional. En 1995 hay que anotar el empeño de Manuel Díaz El Cordobés, que cortó una discretita oreja en una extraña corrida de la prensa celebrada el día de San Fernando. No faltó, cuentan las crónicas, “un ambiente verbenero y hasta cante y baile en el tendido”.
En el 96 no le quedaron ganas a ningún coletudo de afrontar el reto. Y el siguiente año, a priori, tampoco. Pero las circunstancias se iban a aliar para acabar cocinando una de las tardes más triunfales de Pepín Liria –reaparecido con éxito el pasado sábado en Illescas– en la plaza de la Maestranza. El valeroso diestro murciano se había anunciado para estoquear la corrida de Sánchez Ibargüen –mano a mano con El Tato– en el sábado de farolillos de aquel 97. El gesto venía precedido de los éxitos precedentes, protagonizados por esos mismos matadores y lidiando los mismos toros. Pero la lluvia frustró el acontecimiento. Liria no lo dudó y decidió anunciarse en solitario con los seis que se habían quedado en los chiqueros. El gesto se programó para la tarde del primero de mayo y a beneficio de la recurrente Asociación de la Prensa. La tarde fue más épica que lírica y se convirtió en una batalla campal que el valeroso diestro murciano resolvió heroicamente, con la ropa destrozada –un terno grana y oro– y saliendo a hombros por la Puerta del Príncipe.
Las cosas le iban a salir mucho peor a Joselito en 1998. La encerrona, prevista para la feria de San Miguel, se había anunciado muchos meses antes en coincidencia con la presentación de los carteles del abono sevillano. Cuando llegó el momento de dar el paso adelante el torero no estaba y el gesto había perdido vigencia. Joselito, que se vistió de blanco y plata, resolvió entre silencios y una postrera bronca aquel empeño que había revelado su falta de sentido y oportunidad. Los toros fueron arrastrados sin pena ni gloria. Al tocar a muerte para el sexto, del hierro de Zalduendo, sacó al tercio a su padre y apoderado, Enrique Martín Arranz, que recibió el brindis de su hijo adoptivo. Entonces no se supo pero después se conoció el motivo de aquel monterazo. El diestro madrileño le estaba diciendo que se quitaba. No fue a Zaragoza aquel año –estaba anunciado dos tardes– ni tampoco actuó en las dos siguientes temporadas.
Dicen que nadie escarmienta en cabeza ajena. Víctor Puerto cometió el mismo pecado que Joselito al anunciar su gesto en febrero sin saber cómo serían los condicionantes que le acompañarían en septiembre de 2002. El diestro manchego se había animado a anunciarse en solitario después de su gran tarde del año anterior, sumada a la excelente feria de San Miguel que ya había cuajado en 2000. En 2001 había cortado dos orejas de peso a un toro de Gavira con el que dio una gran dimensión pero las cosas se le pusieron cuesta arriba a la hora de afrontar su particular encerrona. El torero llegó a la cita arrastrando las secuelas de una cornada reciente pero había que tirar para delante. Y las cosas no salieron…
El Cid se había anunciado el 24 de septiembre de 2005 con toros de distintas ganaderías pero, obligado a cortar la temporada por una lesión en el codo, acabó dando al traste con el propio festejo. El asunto no estuvo exento de polémica y declaraciones cruzadas. La corrida fue eliminada sin ser sustituida por una terna dejando un hueco demasiado evidente en la cartelería de aquella feria de San Miguel, que quedó reducida a un único festejo y con cartel de circunstancias.
Pero el diestro de Salteras no cejó en su empeño y la encerrona se celebró un año después. El Cid hizo el paseo el 23 de septiembre de 2006 para despachar un combo ganadero de La Dehesilla, Zalduendo y, cómo no, Victorino Martín. Eran los mejores años del diestro sevillano que dio el definitivo do de pecho con sus toros del Paleto de Galapagar. Cuajó al tercero con la zurda; cortó cuatro orejas y abrió la Puerta del Príncipe. Era la tercera de su carrera; pero no la última.
Pasó otro año. Salvador Cortés, que había tomado la alternativa con éxito en la Feria de Abril de 2005 y había cortado cuatro orejas en una misma tarde en 2006, necesitaba un nuevo trampolín para relanzar su carrera en un momento delicado en lo profesional. En ese contexto su programó el gesto para el día del Pilar de 2007. El diestro de Mairena del Aljarafe cortó otras cuatro orejas y, sobre todo, cuajó de cabo a rabo a un gran toro de Gerardo Ortega que le abrió la Puerta del Príncipe. La cosa quedó en barbecho hasta la ración doble programada en la Feria de Abril de 2013. Manzanares y Diego Ventura se anunciaron en días consecutivos para despachar su respectiva media docena de toros. El diestro alicantino fue el primero en disparar, cuajando al excelente juampedro que hizo sexto cuando su encerrona caminaba hacia el abismo. El Manzana, que había perdido el hilo con un duro ejemplar de Victorino Martín, le cortó dos orejas después de una gran faena pero el gesto, inevitablemente, le dejó un claro sabor agridulce. Al día siguiente fue el turno de Ventura, que dictó su propia antología abriendo su enésima Puerta del Príncipe –curiosamente– con un encierro de Fermín Bohórquez.
No ha habido más ganas de gestos similares entre las filas de los matadores en los últimos años. Pero hubo un novillero, Lama de Góngora, que trató de calentar el ambiente previo a su doctorado jugando todas las cartas a un único casillero. Fue el 12 de octubre de 2014. Lama escogió un variado combo ganadero pero no logró entenderse con un exigente utrero de Fuente Ymbro. Cortó dos orejas pero seguramente no era lo que esperaba. Tomó la alternativa en abril de 2015 y repitió en septiembre. No había vuelto a Sevilla desde entonces. La pregunta es: ¿quién será el siguiente?
►Los trabajos originales de Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía”, se publican en su blogs “Con la tarde colgada a un hombro”, al que se puede acceder a través de nuestra sección “8 opiniones 10” y en las direcciones electrónicas:
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