Ni es el primer año. Ni será el último. Se trata de algo que se remonta al inicio de la era moderna del toreo. Las figuras y quienes aspiran a semejante entorchado diseñan su campaña bajo parámetros similares a los de la temporada anterior. Con un punto de ironía, se podría decir que sólo cambiarán la fecha y el color del vestido. Nos guste o no a los aficionados, parece ya una ley implacable, hasta el punto que resulta utópico plantear otra cosa.
De hecho, por ahora la única gesta en toda su dimensión que se conoce es la de Alejandro Talavante, que ha elegido a la ganadería de Victorino Martín para su encerrona madrileña. No es que lo de Manzanares y sus seis toros en Sevilla sea algo irrelevante, que seis toros seguidos pesan sea cual sea su procedencia; pero nunca será lo mismo moverse en el universo parladé que entre albaserradas.
Y a salvo de estos casos, resulta que hasta por lo ahora conocido, entre los que tienen alguna capacidad de elección resulta que el que más arriesga es Iván Fandiño, que está dispuesto a matar, por ejemplo, casi toda la camada de Fuente Ymbro y de Alcurrucen, que si antes estaban copadas por los primeros espadas hoy resultan incómodas. Y hay que poner en valor esta apuesta, cuando además va entreverada de verle la cara a corridas realmente duras, como los adolfos.
Sin entrar en comparaciones ociosas, lo cierto es que Fandiño se ha marcado una ruta y a ella permanece fiel. Apuesta por no edulcorar su toreo con elementos complementarios, que siempre han sido un recurso; pero además no le hace ascos al toro teóricamente pujante y encastado. Eso, cuando ya se va teniendo su cuota de méritos para ir eligiendo, merece un reconocimiento. Para colmo, corre el riesgo cierto, de caer bajo el implacable tópico –si es que no se lo han adjudicado ya– que se resumen así: “es que con otros toros ya no es lo mismo”, cuando lo cierto es que sabe hacer el toreo en cualquiera de las hipótesis.
La columna vertebral del año
Con “El Juli” decidido a vivir una prolongada primavera por los ruedos americanos y con Ponce sin salir de su ritmo de pausado caminar sin agobios, la realidad es que el peso principal de la campaña va a girar de entrada en torno al trío Morante-Manzanares-Talavante. Quizás porque anda en una casa independiente de los grandes circuitos, llama la atención que no esté tan en candelero Miguel A. Perera, que es un torero que ha ido a más, mientras que el desigual Castella aparece y desaparece según los casos.
Con estos nombres, más los de El Juli y Ponce cuando se reincorporen a las ferias, ya estarán cubiertos los carteles de las plazas relevantes para las ganaderías de moda: Garcigrande, las distintas ramas Domecq, Victoriano del Río y demás variables de los mismos orígenes.
Pero también en todas las quinielas tomará parte Juan José Padilla, que hasta que se podría ver anunciado en la mismísima corrida de la Beneficencia. Después de la campaña de 2012, ya no puede decirse que la recuperación del torero jerezano es fruto de la habilidad comercializadora de la Casa Matilla. Como además tiene la ventaja añadida de ser un primero de lujo, tiene una por delante una campaña que le viene de cara. Y cuando Padilla tenga la fecha cubierta, ahí está Finito de Córdoba, con la copla de su campaña de despedida, para ocupar el encabezamiento de los carteles.
A recuperar terreno tienen que ir “El Cid”, que no termina de confirmar su recuperación, y Daniel Luque, después de una campaña con demasiadas disparidades. En posición más ventajosa parte David Mora, que debe recoger ahora el esfuerzo del pasado año, si su administración es inteligente. Fijo en la baraja general se mantendrá “El Fandi”, que no es chico mérito.
Entre los sufridores de la serpiente multicolor, como se dice en el lenguaje ciclista, una carta fija a jugar es por méritos propios la de Javier Castaño, con Fernando Robleño haciendo más que méritos para que se le trate con una consideración, como también es el caso de Diego Urdiales –tan injustamente valorado durante la pasada campaña—y el esforzado dúo Aguilar: Sergio y Alberto. Sin embargo, a continuar haciendo el meritaje parece que van a seguir los recuperados, como Eduardo Gallo o Antonio Nazaré.
De los nuevos, fuerte juega Jiménez Fortes, con tres comparecencias en Madrid, codeándose en carteles de figuras y una confirmación de verdadero lujo con Morante y Manzanares y toros de Juan Pedro Domecq. Y sus riesgos asumen nombres como los de Ángel Teruel, David Galván y Sergio Flores, que también confirmaran en Madrid.
Cuando la noticia sería José Tomás
Frente a estas realidades, con todo la única noticia relevante que puede alterar el discurrir de los acontecimiento se sigue llamando un vez más José Tomás y sus propósitos para el año taurino. Que quien lleva unos años prodigándose en muy contadas ocasiones siga siendo el punto de mira de empresas y aficionados, no deja de ser la crítica más dura de cuantas puedan pensarse a quienes hoy forman el escalafón. Lo cierto e incuestionable es que nadie, ni sólo ni en compañía de otros, ha conseguido llenar el hueco que deja el torero de Galapagar.
Por ahora, José I el Deseado no ha descubierto otra carta que la de su propósito de descansar plácidamente. Luego, cuando la temporada eche andar, ya se verá lo que hace. No tiene prisas, ni parece que tampoco mayores ambiciones. Pero tan legítima decisión choca, qué duda cabe, con las necesidades actuales de la propia Fiesta. No ya de los empresarios en apuros por salvar sus abonos, ni de la vitola de grandiosidad que se quiera dar a una feria. Quien en realidad necesita que José Tomás se pronuncie, y que lo además de forma favorable, es la propia Fiesta, que hoy atraviesa una de las coyunturas más problemáticas de las últimas décadas.
Es cierto que a ningún profesional se le puede obligar a echarse el toreo a las espaldas. Pero bien podría decirse que a poco amor que tenga por el oficio y por la propia Fiesta, algún sentido de responsabilidad se le podría pedir. Y ya no tiene excusa alguna: tiene a su disposición todas camadas que pastan en el campo y, salvo en Pamplona, en todas las plazas de relevancia hay un hueco para actuar sin cámaras de televisión. A mayor abundamiento, cualquiera de las figuras actuales entraría bien a gusto en esos carteles. Por eso, todo depende de su libre voluntad, por más que en el empeño se juegue desempeñar o no un papel histórico en la Fiesta.
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