SEVILLA, 23 de abril de 2012. Décima de feria. Dos tercios de plaza, cómodos. Cuatro Toros de Daniel Ruiz, un sobrero de Parladé (1º) y otro de Montealto (3º); los titulares de muy pobre presentación y claudicantes, los sobreros no aportaron nada mejor. Sebastián Castella (de coral y oro), silencio y ovación. Cayetano (de azul pavo y oro), ovación y silencio tras un aviso. Daniel Luque (de marino y oro), silencio y silencio. La corrida duró dos horas y media.
Los estudios del profesor Juan Medina nos podrían hablar hoy del monoencaste reinante. Y en efecto, llevamos ya unos días metidos de lleno en el mismo encaste domecq en su versión más light. Y así nos va. Hoy ha sido más de lo mismo. En sopor y aburrimiento, también. La única diferencia en que en esta ocasión el hierro y la divisa pertenecía a don Daniel Ruiz; pero, vamos, a estas altura de la película eso prácticamente no es más que una diferencia mercantil.
Lo que ya alarma es que, según se comentaba al salir de la plaza, también a Victorino Martín tan sólo le han aprobado tres toros para el mano a mano de esta martes y ha tenido que mandar traer de la finca más reses para tratar de completar el lote.
El conjunto de reses de Daniel Ruiz –de las que tan sólo se acabaron lidiando cuatro– estaba mal presentado se mirara por donde se mirara. Sin cabezas, sin remate, sin culata. Una tristeza de animales. Para completar la escena, los devueltos y los no devueltos, todos carentes de ese mínimo de fuerzas que se necesitan para la lidia. Puyazo, lo que se dice puyazos, no vimos ninguno; todos fueron ligeros picotazos, para tratar que el animalito se mantuviera de pie. Con los engaños no se les podía bajar las manos, porque en ese caso iban por los suelos. Y los dos que medio aguantaron (5º y 6º), en cuanto el torero le podía con la muleta se habían acabado. Por lo demás, el hecho de que tres de ellos fueran cinqueños resultó irrelevante en razón de su comportamiento.
Cuando todo eso se prolonga por dos horas y media, entre bostezos y protestas, la tarde acaba siendo deprimente, con el agravante además de que todo ese tiempo se aguanta sentado en la piedra del tendido. Con qué ganas habrá cogido la gente la “noche del pescaito”, a la espera de que se enciendan por primera vez las 300.000 bombillas que alumbran el Real de la feria.
Sin opciones ha estado Sebastián Castella, que tampoco anda muy suelto de ideas y proyectos. Al bondadoso pero debilísimo cuarto le consiguió enjaretar un par de serie con la mano derecha de muy buen tono, pero, ¡ay!, carentes de la emoción que aporta la casta y el poder.
Voluntarioso se mostró Cayetano, que ya en su primero dejó la tarjeta de visita de irse a recibirlo a portagayola, para luego ligar tres lances estimables. Este segundo de la tarde no admitía más que muletazos de uno en uno: imposible llegar así al tendido. Con el quinto, que a la postre fue el mejor, comenzó con muy buen tono, pero luego la faena se fue diluyendo poco a poco, sin que el torero llegara a pisar el acelerador. Pudo y debio estar mejor en este toro.
Daniel Luque hizo el paseíllo para bastante poco: le tocó un lote imposible. Ni el sobrero de Montealto valía un pimiento, ni el sexto le aguanto más que cinco muletazos. Ya debe dar coraje pasar el trago de vestirse de torero y luego para nada.
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