Una mañana de agosto charlábamos en su retiro de "La Salceda", cuando candorosamente le pregunté si de verdad Marcial había sido el más grande. Su respuesta fue rotunda: "No se engañe, el más grande de la Historia ha sido Joselito. Desde el principio fui partidario de Joselito y adapté a mi forma de torear sus enseñanzas, sin dejar de reconocer el mérito extraordinario de Belmonte, pues cambió la forma de torear habitual hasta su aparición".
Pero a continuación no dudó en matizar: "Pero no crea usted que soy un nostálgico de los que consideran que todo lo pasado fue mejor. Lo que ocurre es que desde que comencé a torear yo quería ser como Joselito".
Y añadió: "El toreo de Juan Belmonte era irrepetible, sobre todo teniendo en cuenta ante aquellos toros que lo hacía, a los que imponía sus terrenos y ante los que demostraba un temple portentoso. Luego, después de la muerte de Joselito, vimos a otro Belmonte, consciente de que el toreo no se puede realizar todas las tardes".
Para más apostillar su pensamiento, continuó: "El toro de esa época presentaba unas condiciones de bravura muy desiguales, eran corpulentos, cornalones, poderosos y con el sentido propio de su edad. . Hacía falta dominar mucho la técnica para poderse delante. Y en esa tarea, Joselito y Belmonte se complementaron. De hecho, estoy convencido que ni José hubiera sido lo que fue sin la aparición de Juan, ni Juan había llegado tan lejos sin José".
Justificaba Marcial que "la sensación, y más que la sensación, de riesgo era enorme. Tanto en la época de Joselito y Belmonte, como luego en la mía, La presencia del toro no se sentía sólo en el ruedo, sino que llegaba al tendido, donde se captaba perfectamente esa sensación de in quietud, de nerviosismo. Estoy por decirle que yo con el toro de ahora probablemente no habría sido nadie en el toreo. Quienes salíamos ganarle la partida al toro de antes habríamos tenido muy poco recorrido, cuando al toro ya no hay que dominarlo. Tenga en cuenta, por ejemplo, que en esas épocas de las que le hablo se hacía muchos quites, pero como adorno, sino porque había que quitar a los toros de los caballos derribados y salvar al picador".
Frente a aquellos enemigos, su concepción del toreo la resumía Marcial con estas palabras: "El toreo debe ser técnico, donde la aritmética ha de tener un papel fundamental, poniendo en juego, como un supuesto cálculo de sumas y restas, la exactitud de los terrenos y los tiempos, e inteligentemente lograr la solución de los problemas, teniendo como resultado la perfección de la faena".
Y como volviendo a su razonamiento primero me explicaba: "Después de Joselito, Pepe Luís ha sido el torero más importante que he visto en mi vida. Aunque el público no lo viera así, fue al que vi torear con más hondura. Con eso de la pinturería y de la gracia, se olvidaban de la increíble facilidad que tenía ante los toros. Para mí fue el último de los grandes lidiadores. Lo del sevillanismo gracioso en el que le encasillaron algunos críticos, no deja de ser una equivocación".
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