Diez años en el palco de Las Ventas constituye una experiencia mucho más que suficiente para conocer al dedillo ese complicado oficio de Presidente en una plaza de toros. Si a eso se une una afición que viene de antiguo, sin duda Marcelino Moronta, actual presidente de la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de España (ANPTE), es un buen interlocutor para tomarle el pulso a ese otro lado de la Fiesta, que es menos conocido y en no pocas ocasiones menos comprendido.
Pero precisamente porque es un buen aficionado, se mueve entre las normas sin perder de vista que, al final, lo auténticamente relevante que ocurre en un ruedo lo protagonizan en solitario el torero y el toro. Ellos con los verdaderos protagonistas. Lo demás son tareas importantes, que a la postre diríamos que colaterales: cometidos necesarios e indispensables, pero que no les conceden el papel de protagonista de todo acto épico que ocurre en una tarde de toros.
Probablemente de su nivel de conocimiento del tema debe nacer la prudencia con la que se pronuncia sobre un tema y otro. Es evidente que todo esto no es un sencillo 2+2, sino que se mueve en un mar de matices, sin los que la verdad taurina no se podría poner enteramente sobre la mesa.
“Un Presidente no deja de ser un buen aficionado, pero con ese
plus de exigencia en la pericia de resolución de conflictos”
–Supongo que quienes tienen la responsabilidad de subir a los palcos, deben tener una visión diferente a la que tenemos los aficionados desde el tendido. ¿Cómo podríamos definir esa visión distinta?
–El Presidente debe soportar sobre sí una gran responsabilidad, tanto en la realización de las tareas previas como durante el festejo y posteriores. Ese compromiso de velar por todos los intereses presentes que la normativa le atribuye le hace en ocasiones más parecido a un árbitro o juez que a un aficionado. Además, muchas de las tareas y dificultades previas al festejo que se plantean no solamente ha de resolverse en el plano de visión de un aficionado, es decir, en el plano del conocimiento de la lidia, ganado, etc… sino también con capacidad de resolución cercana a una visión técnica administrativa tal como sucede si, por ejemplo, existieran problemas con la documentación, identificación, etc. Son muchos los problemas, y de diversa índole, que se les puede suscitar a un Presidente que ponen permanentemente a prueba su capacidad de resolver.
En realidad, no deja de ser un buen aficionado pero con ese plus de exigencia en la pericia de resolución de conflictos y además siendo consciente de la gran dosis de responsabilidad y consecuencia sobre las decisiones que debe adoptar.
–Desde ese punto de vista, ¿qué balance haría de lo que ha supuesto la temporada de 2013 y sus principales hitos?
–Este 2013 los principales hitos de la actividad taurina ha estado en los despachos de los políticos. La revitalización de la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos, la confección del Plan Estratégico Nacional Taurino, la reconversión de la propia Comisión Nacional, y la aprobación de la ILP transformada finalmente en la Ley 18/2013 que declara la tauromaquia Patrimonio Cultural de España. Sin duda, estamos ante un proceso de reconversión administrativa de la tauromaquia. Los principios en los que se sustenta legalmente están transmutándose: Asistimos, aun sin ser conscientes por parte de muchos, a un proceso histórico.
“Un reto para las presidencias es adaptar la justificación, su fundamento,
al nuevo discurso de la competencia cultural”
–Como sabe mejor que nosotros, históricamente la reglamentación taurina ha sido y es sobre todo presidencialista, en la medida que se les concede un amplísimo campo de competencias. ¿Esta realidad debe mantenerse o convendría modificarla?
–Desde los primeros reglamentos de plaza, allá sobre mediados del S. XIX, hasta la actualidad, incluyendo los últimos reglamentos autonómicos, todos han mantenido el régimen presidencialista. La institución de la presidencia, sin menoscabo de la importancia vital que tienen otros como ganaderos, toreros, aficionados, etc… es clave para entender la tauromaquia del S. XXI que nos ha sido legada. La institución debe sobrevivir. Cuestión distinta es cómo debe configurarse y cómo debe adaptarse en este proceso de cambio histórico.
Un reto para las presidencias es adaptar la justificación, su fundamento, al nuevo discurso de la competencia cultural. Desde luego, el futuro de las presidencias no puede ya venir justificado o amparado exclusivamente en el orden público. Esto último debe coexistir con otros principios; derechos de los aficionados, el principio de integridad de la fiesta, la policía administrativa de las Comunidades Autónomas, la naturaleza de espectáculo público propio que también es, sus implicaciones y aportaciones ecológicas, etc.
Y ahora, además de todo eso, la cuestión del principio de la cultura como competencia dominante en la nueva configuración de la tauromaquia del S. XXI. El Presidente debe ser el garante de este patrimonio cultural y a partir de ahí debe reconfigurarse la justificación de su intervención. Como la tauromaquia misma, las presidencias estamos también en ese pleno proceso de reconversión y adaptación. Pero para culminar el mismo con éxito se debe exigir una participación activa y mayor implicación tanto en la selección y designación de las presidencias como en su control y responsabilidad posterior.
–Algunos interpretan que la Presidencia debiera actuar principalmente como garante de los derechos del aficionado, pero da la impresión que es un cometido difícil y complejo.
–Ahora mismo es uno de los elementos que todo Presidente debe tener en cuenta. No obstante, considero que los aficionados no son niños pequeños. Por tanto, quien mejor puede y debe defender a los aficionados son los mismos aficionados. Hasta la fecha las distintas normativas taurinas han confiado poco en el aficionado cuando sin éste no existiría la tauromaquia. Debe, por tanto, confiarse más en él y dársele un papel de mayor presencia en las tareas previas y posteriores. En tal sentido, la presidencia futura debería garantizar el equilibrio entre todos los presentes, así como que la toma de decisiones se ajuste de conformidad a lo que se prevea en la nueva normativa.
“El Presidente debe huir de todo acto de tentación de protagonismo.
Los protagonistas deben ser toro y torero”
–Un pañuelo de más o un pañuelo de menos puede tener mucha trascendencia en la vida de un torero o de un ganadero, en una decisión que es además irrevocable. ¿No le parece que ese sistema tiene mucho de subjetivismo?
–El problema no es el subjetivismo sino el “caudillismo”. El Presidente debe huir de todo acto de tentación de protagonismo. En las corridas de toros los protagonistas deben ser toro y torero. Es de ellos de quien debe hablarse. El Presidente debe quedar en un segundo plano informativo. Varios de los juristas que tenemos en nuestra Asociación de Presidentes lo han definido perfectamente: “Hay que erradicar la arbitrariedad en la toma de decisiones de las presidencias para que permanezcan sólo las discrecionales”. Como usted sabrá, la arbitrariedad está radicalmente prohibida en todas las esferas de la Administración y por extensión allá donde exista sumisión a unas reglas de juego tal como sucede con una corrida de toros. Nadie, ni siquiera un presidente, puede hacer lo que le venga en gana.
La presidencia también está sometida a reglas y sus decisiones deben quedar en el margen de discrecionalidad que permiten esas reglas porque alguien, obviamente, debe asumir la responsabilidad de tomar las decisiones finales. Le reconozco que muchos presidentes no tienen clara esa distinción y adoptan decisiones que por cercanas a la arbitrariedad acaban siendo demasiado polémicas. Volvemos con ello a la respuesta de la pregunta anterior: Parte de la responsabilidad de lo que sigue sucediendo la tiene la administración que no ha querido asumir su papel primordial en los nombramientos y seguimiento de las actuaciones presidenciales. Es élla la responsable tanto de la selección y nombramiento del presidente como de mantener al mismo año tras año.
La Administración debería evaluar la actuación de la presidencia y si constata que un presidente es arbitrario directamente debería asumir su responsabilidad para con la fiesta dejándolo de nombrar. Eso sí, también los límites de la responsabilidad de los presidentes deben estar prefijados y ser muy claros: No consiste en que la Administración cese a un presidente porque, por ejemplo, un sector concreto se queje de que el presidente de turno le ha hecho cumplir con sus obligaciones previstas en la ley o por evitar que un sector concreto pretenda pasar por encima de los intereses de otros sectores también presentes. Si así fuera haríamos un flaco favor a la tauromaquia porque el presidente habría perdido su independencia y estaría en manos de sectores concretos. Pero entre esto último y que no exista ningún tipo de control o evaluación sobre la presidencia hay un abismo que es necesario corregir.
“La implicación de la presidencia debe ser algo más que una
mera cuestión técnica administrativa”
–Por cierto, ¿quien se sube a un palco que debe ser primero aficionado o Presidente?
–Ser un buen aficionado es el germen sine qua non para ser posteriormente un magnífico presidente. La implicación de la presidencia debe ser algo más que una mera cuestión técnica administrativa. Si así fuera cualquier funcionario podría ser presidente. Pero a éste, como ya he dicho, debe exigírsele una pericia y destreza especial, un conocimiento basado también en el propio mundo específico del toro que sólo los buenos aficionados pueden llegar a tener.
–A lo largo del tiempo ha ido cambiando el sistema de nombramiento de los Presidentes, hasta la actualidad, cuando ya puede ser nombrado un simple aficionado. ¿El sistema actual tiene más ventajas que inconvenientes o al revés?
–El sistema nunca fue perfecto y ahora tampoco lo es. Históricamente tuvo su sentido que las presidencias quedaran reservadas a determinados cuerpos de funcionarios. Hoy, no. Las presidencias deben ser accesibles y transparentes para todos. Precisamente, para lograr esto, y garantizar que el presidente pueda realizar su cometido con independencia y garantías para todos, es necesario que las presidencias las ocupen en cada momento los mejores. Da igual que sean policías, aficionados, abogados, médicos… en lo que trabaje cada cual no es determinante. Lo importante es que quien se suba al palco sea el mejor de entre todos aquellos que aspiraban a ocupar la presidencia. Y nuevamente, ahí debería intervenir la Administración. Si ésta, que por ley debe cumplir los principios de igualdad, idoneidad, competencia, no los aplica y prefiere mirar para otro lado seguiremos teniendo dudas sobre si muchas presidencias están ejercidas por las personas idóneas.
Es uno de los grandes aspectos a corregir en la próxima normativa taurina dado que en la actualidad en términos generales no se ha cumplido esta exigencia pese a estar prevista en la reglamentación. Hoy en día, en muchos casos, las Administraciones han caído en la comodidad a la hora de nombrar a los presidentes: prefieren nombrar al de siempre, al amigo, al que le dice “fulanito”, y eso es nefasto para la presidencia como institución y para la propia fiesta. ¿Para qué sirve grandes leyes protectoras si a la hora de ejecutarlas lo dejamos en manos de personas que no están preparadas ni cualificadas para ello?
“La Administración debe garantizar el acceso y
la selección del mejor para la presidencia del festejo”
–Hay una reivindicación de su Asociación que viene ya de años para la profesionalización de los Presidentes. ¿Sigue pensando que es una opción viable?, ¿qué habría que cambiar para implantarla?
–Sí, totalmente. La opción de un colegio de presidentes es nuestra mejor solución al respecto. Una vez más he de aclarar que no se trata de un colegio profesional como el de médicos, abogados, etc… sino de modo similar al que tienen los árbitros de fútbol. En cualquier caso, sea colegio o sea cualquier otra fórmula administrativa que se idee en la próxima reglamentación, lo imprescindible es la colaboración estrecha y permanente con la administración. Y junto a ello, la exigencia a ésta para que garantice los principios de igualdad, mérito, capacidad, idoneidad y responsabilidad de los presidentes.
Fórmulas para lograr materializar estos principios hay muchas pero todas tienen como premisa básica que la Administración, de verdad, se implique en la gran responsabilidad que tiene. El colegio de presidentes sería más cómodo para ella y le ofrecería todas las garantías entre otras cosas porque la Administración siempre tendría el papel de supervisor de los nombramientos y de inspección del propio colegio de presidentes. Pero si la administración prefiere ser élla la que dirija, impulse y tutele el mecanismo de selección de los presidentes que al menos garantice los principios anteriormente aludidos.
Sin duda, la ley próxima debe ser muy clara y tajante con la Administración en este aspecto. No debe quedar duda de que la Administración debe garantizar el acceso y la selección del mejor para la presidencia del festejo. Tenga en cuenta que el presidente, a fin de cuentas, debe ser el responsable de garantizar que el festejo taurino no sólo se desarrolla de conformidad a la normativa sino que además debe velar porque el mismo responda a los principales culturales sobre los que va a pivotar la próxima normativa.
Segunda parte
Marcelino Moronta: “El reglamento único es un anhelo con el que soñamos
no solamente los presidentes sino casi todos los sectores”
0 comentarios