Nos recuerda D. Luis Ruiz Quiroz en sus imprescindibles Efemérides Taurinas Mexicanas, que un 18 de enero… pero de 1914, “Manuel Romero Torcuato tomó la alternativa en Guadalajara, Jalisco de manos de Juan Belmonte con toros de San Diego de los Padres”.[1 Tal asunto lleva a preguntar entonces, ¿quién era Manuel Romero Torcuato?
Hace algunos años, siendo alumno del Dr. Juan Antonio Ortega y Medina, en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.A.M., un día por la tarde me pidió lo esperara al final de su clase, para platicar un “asunto”. En ese momento quería que me tragara la tierra. Lo primero que me vino a la mente fue: “me va a pedir que corrija algún desliz en los juicios históricos” que con mucha visión percibía en cada alumno suyo. Sin embargo tal “espanto” no sucedió. Antes al contrario, fue satisfactorio por lo que voy a contarles. Sucede que el Dr. Leopoldo Zea, gran amigo suyo le pidió elaborar a Ortega y Medina un ensayo sobre el liberalismo mexicano del siglo XIX; “y eso voy a encargárselo a usted”. Por fortuna aquel trabajo logró su objetivo. El “Ensayo y notas para una nueva apreciación sobre el liberalismo mexicano (siglo XIX)” vio la luz en letras de molde.[2]
Hoy, que ha pasado ya tanto tiempo vuelvo a tener una petición en similares circunstancias, solicitada por dos estimados amigos míos: los maestros Alí Chumacero e Ignacio Solares, ejes de la poesía y la novela en nuestros tiempos, respectivamente. La voz del de Acaponeta, Nayarit hace que en Páramo de sueños, De imágenes desterradas y hasta De Palabras en reposo, esos poemas suyos estremezcan, retumben graves, fascinantes, como truenos de una tempestad que impone toda esa razón salvaje que viene de tan dentro, que la dulzura y la sensibilidad limpian todo ese sabor y olor a infierno de donde surgen, luego de la creación. Solares, hace ya tiempo fue galardonado con el premio “Xavier Villaurrutia”, “premio de escritores para escritores…”, por su obra El Sitio, la cual fue sometida a un riguroso jurado que, a su vez, quedó convencido también, luego de leer las espléndidas visiones de un autor que no pretende escribir un libro, sin más. Le da a este todo el carácter necesario para trascender y conmover al lector en su conjunto.
Pero ambos son también excelentes aficionados a los toros. Y ambos pidieron saber algo sobre un misterioso personaje que tuvo el arrojo de alternar, en 1914 con Juan Belmonte en Guadalajara, Jal. la tarde del 11 de enero de 1914. Dicho personaje se anunciaba con el sólo nombre de Torcuato. ¿Quién es Torcuato? ¿Quién era Torcuato?
Veamos.
José María de Cossío en su monumental obra LOS TOROS nos dice:
En efecto, el tal Torcuato (y no doy al personaje ningún tratamiento peyorativo), era un torero cuyo perfil no garantizaba más que estas pocas líneas proporcionadas por el acucioso tratadista español. Pero Cossío no contaba con que Manuel Romero surcaría el mar océano para “hacer la América” y acumular una que otra actuación, como la que se registra en la temporada de novilladas de 1912, efectuada en el “Toreo” de la colonia Condesa, en el Distrito Federal.
Aun así, es un torero cuyo rastro se pierde rápidamente, como si sus huellas quedaran grabadas efímeramente a la orilla del mar. No se volverá a saber de Torcuato hasta el año de 1914, ahora en su nuevo y provisorio refugio que fue el occidente mexicano: Guadalajara, para mayor precisión.
Fue así como la empresa comandada por el señor Benjamín Padilla programó para el domingo 11 de enero de ese 1914 el siguiente cartel:“Presentación del maravilloso fenómeno de la tauromaquia, JUAN BELMONTE. Alternará con el valiente TORCUATO. 6 TOROS 6 de San Diego de los Padres”.
Recordando las palabras con que Cossío da uno más de los perfiles del sevillano, nos llega la resonancia de que “toreó bastante después, pero en general en plazas de poca importancia y sin aspiraciones ambiciosas”. Por lo que veremos en seguida, “El Progreso” de Guadalajara no era una plaza de poca importancia. Y desde luego su valentía y otras virtudes, no le restaron “aspiraciones ambiciosas”. Claro, no alternó con cualquiera. Lo hizo con el trianero Juan Belmonte, que en aquellos días de batallas revolucionarias en los diferentes teatros surgidos en nuestro país; este “revolucionario”…, pero del toreo puso en estado de alerta a la afición tapatía quien lo acogió desde su llegada a la perla de occidente.
Tras un percance del “pasmo de Triana” el 21 de diciembre de 1913 en “El Toreo”, su actuación en “El Progreso” se pospuso hasta el 11 de enero siguiente. En el periódico local “El tío Maleta” (La Gaceta de Guadalajara) del lunes 19 de enero de 1914, notas, a su vez recogidas por Ramón Macías Mora,[4] encontramos lo siguiente:
Viene Belmonte.
Tras alojarse en el Hotel Fénix,
Por considerar importante el sucedido aquel, reproduzco a continuación los detalles de los dos primeros toros.
El primer toro
Segundo toro.
Antiguo y desconocido registro fotográfico de la época. La plaza es el viejo
“Progreso” de Guadalajara. Aparecen en la imagen Vicente Segura,
quien remata y quite, ante la mirada de Rodolfo Gaona. (Ca. 1914). Colección del autor.
Resumen
Hasta aquí la reseña.
Lástima que Abraham Lupercio Muñoz, importante fotógrafo nacido en Tepatitlán, Jalisco hacia 1888 no hubiese estado presente en tal festejo; porque tendríamos la dicha de conocer alguna de sus placas, puesto que era un excelente aficionado a los toros. Abraham se incorpora a la famosa jornada de la “Decena Trágica” (importante episodio central de la Revolución Mexicana, ocurrido en el mes de febrero de 1913) como uno más de los reporteros gráficos que obtuvieron cantidades importantes de material que sirve hoy, para tener un mejor panorama de lo que fue aquel acontecimiento. Es posible que entre los fotógrafos se aplicaran “fusiles” o se adjudicaran fotos que no siendo de su propiedad, hacían suyas. Existe una pieza muy conocida que se atribuyen dos fotógrafos: Osuna y Lupercio (¿confusión o conflicto?). Fijó su residencia en la calle de la Santa Veracruz, en pleno centro de la ciudad, donde permaneció atento a cualquier inquietud surgida del caos revolucionario.
Pues bien, aquella corrida “excepcional” marcó un agradable recuerdo entre los tapatíos y tanto Belmonte como Torcuato escribieron una página que dejó grata memoria.
Manuel Romero al alternar con Belmonte, seguramente lo hizo consciente de que no era un sobresaliente más, ni tampoco un “patiño” del pasmo. La empresa debe haberlo contratado al ver en él las virtudes que se confirmaron con su actuación, al lado del “revolucionario del toreo”.
La descripción de su faena al segundo de la tarde nos habla de un diestro en plenitud de facultades, al que se le auguraba la “gloria, el porvenir”, puesto que arrancó “estridentes palmas a los tendidos”. Lo lamentable es que todo el resto de su trayectoria se haya perdido en la noche de los tiempos, ignorando si decidió permanecer en México o regresar a su añorada Sevilla.
Entre 1908 y 1914, la poca cantidad de actuaciones de Torcuato hablan más bien de lo irregular en su administración, mas no de sus arrestos como torero. Hemos visto que tanto en Sevilla, como en Jalisco su ciclo comienza y termina de la misma manera en que llegó y se fue, discretamente.
Con la satisfacción de haber actuado en la Real Maestranza de Sevilla, de alternar con un sevillano mayor como Juan Belmonte y culminar ese cúmulo de deseos con sus presentaciones en ruedos mexicanos, Manuel Romero, a quien solo bastaba presentarse así en los ruedos, hizo de Torcuato su nombre de batalla. Por aquella época alcanzó fama otro torero español, Serafín Vigiola Torquito. Me parece esto último una curiosa relación, un simpático juego gramatical que pongo a su consideración, porque Torquito y Torcuato se aproximan en la pronunciación. Claro, uno está en diminutivo y Torcuato, era Torcuato…, ¡verdad de Dios! nos dijo Perogrullo.
Maestros: hasta aquí con este ligero vistazo que nos da idea de quien fue en el toreo Manuel Romero.
Este escrito tiene por objeto recrear varias cosas allí planteadas, pero sobre todo, recuperar una antigua conversación, la que sostuve con un amigo ya desaparecido, el poeta Alí Chumacero, quien en algún momento, solicitó mi apoyo como historiador, con objeto de dilucidar una antigua duda que tenía al serle contada la historia de “Un tal Torcuato” por otros viejos aficionados, que en efecto, tuvieron oportunidad de verlo torear en Guadalajara, Jalisco a principios del siglo pasado.
Sobre Torcuato, o más bien, sobre Manuel Romero Torcuato y más aún, sobre las decisiones que lo llevaron a abandonar un propósito para el cual no estaba llamado, ello lo obliga a tomar el rumbo de México, país al que llegó allá por 1914. Entiendo, por las lecturas que realicé durante un buen tiempo, sobre todo en material hemerográfico, que además del registro de aquella actuación, hubo algunas más, una de las cuales pudo darse ocho días después, misma que hoy es motivo de evocación. Después, todo quedó en un misterio, en puntos suspensivos.
Hace algún tiempo, la Sra. Dª. Rosa Álvarez y Dn. Antonio A. Romero (nieto de Manuel Romero Torcuato) se comunicaron conmigo tras la búsqueda del personaje, poniendo a mi alcance dos interesantes imágenes. Hubo también oportunidad de comunicarles que el tratamiento habido para con su abuelo, Manuel Romero Torcuato, evidentemente no tuvo, desde un principio un trato peyorativo, sino más bien, el que muchas veces la gente, en el imaginario colectivo recupera a partir de elementos que vienen o provienen de la memoria, que en muchas ocasiones descansa en la versión oral, misma que adquiere unos valores o connotaciones muy especiales y que, por tanto pasan de generación en generación sin perder la esencia del trato o manejo del lenguaje.
Aclarado el punto, debo decirle que me da un gusto enorme saber que los propósitos de este blog han rendido cuentas, en cuyo balance se encuentra su mensaje, el cual ha permitido enlazar, me parece que en términos bastante entrañables, un eslabón entre el pasado y usted así como para la historia; sobre todo por el hecho de que se dispersan una serie de supuestos o especulaciones. Estos componentes son infaltables en todo caso que hace suya la historia, de ahí que por su incómoda presencia muchas veces conviene ignorarlos, aunque se termina conviviendo con ellos.
El cartel anunciador fechado el 25 de julio de 1909 |
Sobre Torcuato, o más bien, sobre Manuel Romero Torcuato y, más aún, sobre las decisiones que lo llevaron a abandonar un propósito para el cual no estaba llamado, ello lo obliga a tomar el rumbo de México, país al que llegó allá por 1914. Entiendo, por las lecturas que realicé durante un buen tiempo, sobre todo a material hemerográfico, que además del registro de aquella actuación, hubo algunos más. Después, todo quedó en un misterio de puntos suspensivos.
Luego, D. Antonio Romero me comento que, “buscando dentro de los pocos recuerdos que nos quedan de mi abuelo le adjunto una foto de su época gloriosa y la copia de un cartel de una corrida en la plaza de Sevilla antes de marchar a México en 1.909, en la cual cita toreó junto a uno de los miembros de la dinastía de toreros “Dominguin”. Comentarle como dato que mi abuelo conservó durante el resto de sus días un gran afecto por México y su gente”.
Pues bien, para no detallar más en este intercambio epistolar, me permito complementar la más aproximada visión del personaje con el cartel que también forma parte de esta interesante documentación:
[1] Luis Ruiz Quiroz: Efemérides Taurinas Mexicanas. México, Bibliófilos Taurinos de México, A.C., 2006. 441 p., p. 24.
[2] José Francisco Coello Ugalde: “Ensayo y notas para una nueva apreciación sobre el liberalismo mexicano (siglo XIX)”. En: NUESTRA AMÉRICA. UNAM, Centro Coordinador y difusor de estudios latinoamericanos, Año VII, Nº 21. Agosto, 1992. 165 pp. (Pág. 21-45).
[3] José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1998. 12 v. Vol. 3, pp. 825.
[4] Ramón García Mora: La corrida de ayer… mito, tradición, ritual, suerte y azar de la fiesta de los toros. Compilación, paleografía y textos de (…). Guadalajara, Jalisco, Editorial Ágata, S.A. de C.V., 1996. 326 pp. Ils., retrs., fots., facs. (pp. 236-271).
►Los escritos del historiador José Francisco Coello Ugalde pueden consultarse a través de su blogs “Aportaciones histórico taurinas mexicanas”, en la dirección: http://ahtm.wordpress.com/
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