Manuel Fuentes «Bocanegra», o la gallardía ante los compromisos

por | 11 Mar 2017 | La Tauromaquia de los grandes maestros

El inmediato 21 de marzo se cumplirán 180 años desde que viera la luz en la ciudad de Córdoba Manuel Fuentes Rodríguez “Bocanegra”. Aunque la irrupción del gran Lagartijo desvió, claramente, las miradas de los aficionados hacia la figura del primer califa, Manuel Fuentes mantuvo, en todo momento, un buen número de partidarios que gustaban de su concepto clásico y sobrio. Su desgraciada muerte en un episodio fortuito en la plaza de toros de Baeza, multiplicó, posiblemente, los méritos contraídos en el ruedo, si bien no cabe duda que Bocanegra fue uno de los diestros más destacados de la segunda mitad del siglo XIX.

El 21 de marzo de 1837 tuvo lugar en Córdoba el alumbramiento de Manuel Fuentes Rodríguez, que ha pasado a la historia de la Tauromaquia con el sobrenombre de Bocanegra. Los primeros escarceos taurinos del joven fueron en la cuadrilla infantil conformada por Antonio Luque “Camará”, no obstante desde pequeño había vivido la cercanía con la Fiesta puesto que su progenitor había compaginado, durante los años que permaneció en activo, la labor de banderillero con la de matador de novillos.

Gracias a sus avances en la profesión, ascendió rápidamente en la mencionada cuadrilla, ocupando el puesto de primer espada. La presentación ante sus paisanos se produjo el 8 de septiembre de 1858, en un festejo en el que actuó a las órdenes del hijo de Camará y de José Sánchez. Las reses pertenecieron a la divisa de Rafael José Barbero, compartiendo protagonismo con los palos con Rafael Molina “Lagartijo”. Junto a Caniqui constituyó la pareja de rehileteros del infortunado José Rodríguez “Pepete”, figurando después como lidiador de confianza de su maestro Manuel Domínguez. En las seis temporadas que estuvo con él, le cedió la muerte de bastantes astados, accediendo además a que estoqueara novilladas. Tanto con el capote como con los garapullos su quehacer se distinguía por el arrojo y la valentía, cualidades que conservó hasta el final de sus días. Sobresalía de manera especial en la práctica de dos suertes: el salto de la garrocha y el par de banderillas colocadas al quiebro.

Su alternativa en El Puerto

Cuando se halló plenamente preparado, se decidió a tomar la alternativa, otorgándosela Domínguez el 31 de agosto de 1862 en la plaza de El Puerto de Santa María. Ocho cornúpetas del Marqués de Tamarón saltaron al redondel en la citada jornada, pasaportando los dos últimos el sobresaliente de espada, Jacinto Machío.

Bocanegra terminó estoqueando cuatro toros, respondiendo por “Recobero” el que abrió la función, al resultar lesionado en la mano derecha Domínguez mientras intentaba rematar a su segundo oponente. El conjunto de su tarde alcanzó notable altura, tratando de imitar a su Maestro a la hora de pasar al animal, ejecutando la estocada recibiendo de modo admirable, concluyendo el informador del Boletín de Loterías y de Toros que “era un discípulo digno del matador sevillano”.

El 5 de mayo de 1864 confirmó su doctorado en el coso madrileño, cediéndole Cúchares el ejemplar de nombre “Romito” del hierro portugués de Rafael José de la Cuña. Completaron aquel cartel El Tato y El Gordito. Al acceder Lagartijo al grado de matador de toros en 1865, los públicos demostraron sus preferencias por éste, obviando a otros toreros que hasta ese momento habían copado los principales puestos de las ferias del país. La relación entre ambos sufrió altibajos, oscilando entre la enemistad total y la sana competencia en el ruedo.

Manuel Fuentes fue uno de los diestros más favorecidos por la ausencia de la plaza de Madrid en 1868 de Antonio Carmona, al ser contratado en bastantes oportunidades a lo largo de esos doce meses. Ya en esas fechas, se empezaba a manifestar cierta falta de recursos en el espada cordobés, agravadas posteriormente por una enfermedad que le impidió torear desde 1869 hasta junio de 1871, si bien su reaparición fue fugaz al no encontrarse totalmente restablecido de su dolencia.

Un extraordinario triunfo cosechó Bocanegra el 19 de abril de 1872 en la Maestranza de Sevilla, siendo aclamado por los espectadores que lo sacaron a hombros de la plaza. Se trató de una soberbia actuación, seguramente una de las mejores de su carrera, sobresaliendo en el manejo del acero. Tumbó de tres fenomenales estocadas a “Cuervecito”, “Peñerizo” y “Cuajadito”, ejemplares de la divisa de Saltillo a los que se enfrentó, dejando en un segundo plano lo realizado por El Gordito.

La merma en sus facultades físicas le llevó a recibir un buen número de cornadas, como la que le infirió “Palomino”, de la vacada de Veragua, el 10 de marzo de 1874 en el recinto taurino de la capital de España. Con todo, Manuel Fuentes sostenía un importante cartel entre las aficiones más exigentes, prueba de ello es su inclusión en la corrida inaugural del madrileño coso de la Carretera de Aragón en el indicado año de 1874.

La década de los años 80

En la década de los ochenta, los contratos se espaciaron más en el tiempo, no obstante las empresas seguían contando con él para los carteles de relumbrón, caso del estreno el 13 de agosto de 1882 del coso de Vista Alegre de Bilbao. Aquella tarde, el torero de Córdoba lidió eficazmente a “Casaílla” de Pérez de la Concha, animal con el que se inició la dilatada historia del circo vizcaíno. De magistral se puede tildar la faena ejecutada a “Tabernero” con el hierro de Surga el 14 de mayo de 1885 en Madrid. Labor basada en el toreo fundamental, sin adornos superfluos e innecesarios, como era, en realidad, la tauromaquia que concebía Bocanegra.

El 16 de junio de 1889 acudió, nuevamente, a la plaza capitalina en sustitución de Frascuelo, gustando su quehacer frente a “Rosquillero”, de García Puente y López, pasándolo casi siempre con la izquierda y entrando a matar recibiendo. Por el contrario, en el trasteo a su segundo antagonista, que fue asimismo el postrer astado que estoqueó en su vida, “Chaparro”, de la ganadería de Agustín Solís, evidenció una gran desconfianza, tanto con la franela como con la espada. La deficiente administración del capital que había amasado en las mejores temporadas como lidiador, fue la razón por la que continuó en activo aún encontrándose en la mayoría de las tardes superado por las condiciones de los toros.

La tragedia de Baeza

Cuatro días después, el 20 de junio, Manuel Fuentes acudió a la plaza de toros de Baeza a presenciar un festejo en el que iba a tomar parte una cuadrilla de niños malagueños. Las reses estaban saliendo complicadas, poniendo en serios aprietos a los jóvenes toreros. El ejemplar que saltó al redondel en cuarto lugar, “Hormigo”, de la divisa de Agustín Hernández, provocó severas caídas a los piqueros, sembrando el pánico entre los actuantes, que no se decidían a hacer el quite. Ante tal desconcierto, Bocanegra y su sobrino, el novillero Rafael Ramos “Melo”, que ocupaban una localidad en el tendido, bajaron al ruedo para hacerse cargo de la situación. Al darle capa a “Hormigo”, el matador cordobés fue perseguido por el cornúpeta y alcanzado justo antes de introducirse en el burladero. El de Agustín Hernández le produjo una grave cornada en el muslo derecho, que tenía cuarenta centímetros de extensión y que llegaba hasta la cadera. Dada la importancia del percance, se habilitó una cama en la misma enfermería del coso de Baeza para facilitar el reposo del herido. Sin embargo, los enormes destrozos intestinales originados por el pitón del astado, conllevaron una peritonitis, a causa de la cual falleció a las tres de la tarde del día 21. En la jornada siguiente tuvo lugar el entierro, asistiendo al mismo multitud de toreros y reconocidos aficionados, así como gente anónima que quiso rendir su particular homenaje al diestro de Córdoba.

Los juicios emitidos por distintos críticos sobre Manuel Fuentes y su concepción del toreo son contrapuestos, ya que para algunos, caso del Bachiller González de Ribera, se trata de una interpretación “rígida, sin filigranas y sin adornos”. En cambio, otros como Sánchez de Neira o Mariano del Todo y Herrero, le ensalzan su valor y serenidad, reconociendo también sus limitaciones técnicas. No fue Bocanegra un torero que deslumbrara por su arte, si bien siempre daba la cara delante de los animales, afrontando con gallardía toda clase de compromisos. Además tenía una perfecta colocación en el ruedo, dispuesto, en todo momento, a intervenir capote en mano para evitar cualquier trance de peligro, como así sucedió en el referido festejo de Baeza. El arrojo y el coraje de los que hizo gala cada tarde de toros, le hicieron granjearse el respeto y la consideración del público, admiración que, con el transcurrir del tiempo, fue ganando enteros.

BIBLIOGRAFÍA.

Cossío, José María de: “Los Toros. Tratado técnico e histórico”. Tomo I. Espasa Calpe. Madrid, 1984.
Cossío, José María de: “Los Toros. Trtado técnico e histórico”. Tomo III. Espasa Calpe. Madrid, 1984.
Cossío, José María de: “Los Toros. Inventario biográfico”. Tomo 14. Editorial Espasa Calpe. Madrid, 2007.

HEMEROGRAFÍA.
Revista 6 toros 6, nº 527, 3 de agosto de 2004.

PÁGINAS WEB.
www.bibliotecadigital.jcyl.es
www.bne.es/es/Catalogos/HemerotecaDigital

©Carmen de la Mata Arcos/2017

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