El hecho ocurrió entre el viaje de García Lorca a la ciudad norteamericana y el estallido de la gran depresión. Por entonces, los locales que se advierten a uno y otro lado de la calle tributaban a la mafia y Xavier Cugat era el rey de las orquestas neoyorquinas en locales de alterne.
Como explican Juan Miguel Sánchez Vigil y Manuel Durán, a los los niños del Papa Negro no se les permitía poner banderillas y mucho menos matar los erales. Finalmente, aquella tarde sólo pudieron dar algunos capotazos y muletazos, porque cayó el diluvio universal, y aunque estaban de barro hasta las rodillas a los neoyorquinos sólo les importó que los erales no sufrieran.
El gran Paulino Uzcudun sacó en hombros a los hermanos, y pocos días después el boxeador vasco se enfrentó a Harry Wills, La Pantera Negra, y los muchachos ganaron 5 dólares en su apuesta por la victoria del español.
El día 30 del mismo mes se repitió el festejo y Pepe sufrió un revolcón; el público, en su ignorancia, pidió que se repitiera la cogida.
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