Manolo Escudero: el despertar de su vocación taurina

por | 20 Ago 2010 | Retazos de Historia

Pudo ser alguien en los ruedos, pero el mismo reconoció siempre que fue un torero inédito: “Era muy caprichoso –me dijo hace años–. A lo mejor llegaba agosto y me decía: <Se acabó, me voy para casa>; otras veces, me conformaba con un quite, me parecía que con eso ya había cumplido. Comprenderá que para uno que quiere sr torero ese plan es imposible. Por eso no llegué. Con esa falta de moral era imposible triunfar. Y luego, algunas incomprensiones. Total, que por una cosa o por otra fuí un torero inédito”.
 
Hijo de un ebanista madrileño, el que fuera considerado como uno de los mejores artífices del lance a la verónica, se acercó a la Fiesta ya desde la infancia. “A los doce años ya me saltaba las tapias del matadero. A veces salía y a veces no”. Y allí forjó sus conocimientos taurinos, que va ampliando luego en esa especial escuela taurina que históricamente fueron los espectáculos cómico-taurinos; Escudero se enroló en el de “Los 20 gordos”. Hasta que da el salto: fue el 15 de agosto de 1939 en Ciudad Real, cuando torea su primera novillada.
 
“Todo el mundo decía –recordaba la última vez que hablamos— que yo iba a ser torero, pero no terminaba de romper”. El debut en Bilbao en el año 40, cuando le cortó dos orejas a un novillo; su paso por Zaragoza, por Madrid…
 
Pero cuando verdaderamente parecía que iba a romper fue en 1941. Ocurrió en la finca salmantina de los Cobaleda, en un tentadero de vacas de Manuel Arranz. “No hacía más que pedirle al ganadero que me dejara bajar de la tapia, pero no había forma. Y era natural, allí había toreros con más nombre que yo. Al final, gracias a Antonio Pérez Tabernero me dejaron torear a la última vaca, pero me pusieron una condición: sólo podía torear con el capote y como si estuviera en una plaza. Al día siguiente seguía el tentadero. Otra vez a rogar y pedir. Y otra vez me dejaron salir con la última vaca; ahora la condición fue que sólo toreara con la muleta. Como estaría que allí mismo la Empresa de Madrid me firmó dos novilladas”.
 
A raíz de eso se consolida su carrera, que como novillero alcanza su punto culminante en la novilla del 14 de mayo del año 42 en Las Ventas, que le abrió el camino a la alternativa, que recibe en Murcia el de mayo de 1943 de manos de Manolete. Pero los éxitos iniciales no sirvieron de mucho. “En aquel entonces, estábamos cincuenta matadores, pero había un grupo importante de figuras, que iban a todas las ferias; entre ellas y el espacio que se dejaba a los toreros locales, costaba un mundo meter la cabeza en un cartel”. De forma que, al final, Escudero no llegó a completar nunca una temporada. Y así, con una media de una docena de tardes por año, hasta su primera retirada, en Ciudad Real en 1951, cuando se marcha aburrido.
 
Con nuevos ánimos, reapareció el 21 de agosto de 1961 en el viejo Chofre donostiarra, alternando con Antonio Ordoñez y Manolo González, con toros de Clemente Tassara. A su segundo le cortó las dos orejas. Pero las promesas de contratos nacidas al amparo del éxito no se cumplieron. Por eso optó por dejarlo el 28 de agosto en Palma de Mallorca. “Para ir en carteles y en plazas segundonas, yo no seguía en activo”.
 
Hasta su muerte, acaecida en Madrid el 11 de agosto de 1999, se dedicó a sus negocios y al apoderamiento taurino. Y ahí trató de enseñar su excelencia en el manejo del capote.
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