El paso de los días no hace disminuir el revuelo levantado por la alta concentración de empresarios que aspiran a gestionar la plaza de la Malagueta. La veintena de hombres de negocio que pintan algo en el mundo del toro han acudido, solos o en grupo, hasta formar cinco plica diferentes. No digo yo que esto vaya ser una especie de III Guerra Mundial, que entre las gentes del toro las cosas luego se resuelven como la lluvia se evapora, sin que casi se advierta. Pero llama la atención tanto interés.
Según algún medio, ya hay un candidato destacado para la Malagueta[1]. Pero todavía queda mucha tela por cortar en tan concurrido concurso. Y en el fondo, no va a resultar tan trascendente a futuro. Nada tendría de extraño que una vez que la Diputación de la Costa del Sol tome su decisión, todas las aguas vuelvan a su cauce habitual como si aquí no hubiera pasado nada.
La novedad podría quedarse en el efecto real que tenga esa condición tan etérea de las “cartas de compromiso” con los toreros contratados para el abono de agosto, una fórmula muchas veces intentada antes en otros concursos y siempre sin resultados prácticos relevantes. Al final, no vale engañarse: en Málaga y fuera de Málaga, la gran cuestión que hoy se dirime no es otra que la de “José Tomás sí, José Tomás no”, lo demás son ganas de dar vueltas a la noria. Ahí radicará la verdadera diferencia. Y la experiencia enseña que esa contratación no depende de ninguna carta previa, camina por otros sitios y con otras formas.
Pero sin duda este concurso ha puesto de manifiesto cuáles son las fuerzas vivas del toreo. Faltan unos pocos –Tomás Entero y Maximino Pérez, por ejemplo–, pero todos los demás que tienen algunas aspiraciones empresariales están en el escaparate malagueño. ¿Tiene mucha trascendencia que sobresalgan dos grandes bloques? Según mi opinión personal, probablemente, poca.
El hecho de que Simón Casas aparezca en compañía de lo que queda de la antigua Taurodelta –su competidora en Madrid–, de la Casa Matilla –perejil en casi todos los guisos–, del representante de la Empresa Pagés –que en Sevilla anda un poco como pollo sin cabeza– y del complemento local de Martín Lorca y José Carlos Escribano, no significa más que una coincidencia puntual de intereses. Pero eso quiere decir que vayan a ser una unión estable. Como mucho se traducirá en un ocasional más fluido intercambio de cromos con los toreros que apodera cada uno.
Tampoco de momento parece especialmente relevante la confluencia del grupo de Bailleres con la Casa Chopera. Aquí aún no se conoce toda la realidad de esa alianza. Por no saberse, no se ha dado a conocer que será a partir de ahora de la FIT. Del caso de Málaga en realidad lo que único que aprendemos es una cuestión puramente técnica: ambas partes aún no han formalizado la naturaleza mercantil definitiva de su acuerdo, sino que están en la tarea de definirla con precisión, de escriturarla y de inscribirla en el Registro. Queda, pues, por formalizar mercantilmente BMF SL, que es la sociedad promovida entre el Grupo Bal –matriz de las empresas de Bailleres– y Martínez Flamarique SL. (la Casa Chopera). Cuando se produzca este hecho registral, se conocerán los datos fundamentales de la sociedad: capital social, participación de los socios, órganos de administración, etc. Mientras tanto, sólo se tienen datos generales. Pero convocado el concurso de la Malagueta sin que lo anterior se hubiera materializado, probablemente ese es el motivo por el que, para no incurrir en algún motivo de irregularidad formal, para concurrir en su plica utilizan el nombre de “Ruedo de Olivenza”[2]. Cerrado el capitulo del Sur, su resultado no parece que vaya a tener otras consecuencias a efectos prácticos de los ya conocidos, salvo la de advertir que estamos ante una unión estable, al menos para los próximos 25 años, como firmaron en el acuerdo de Salamanca.
En base a estos datos, y dada la gran diferencia que se produce con el resto de las agrupaciones de empresas, pueden abrigarse muchas dudas acerca de si el mundo del toro se ha partido en dos. Para que eso ocurriera, la propuesta que lidera Simón Casas tendría fusionar a todos sus participantes, un extremo que hoy por hoy resulta muy poco probable, por no decir inviable. Hoy se disputan Málaga, pero eso no quiere decir que en el siguiente concurso que se convoque vaya a ocurrir lo mismo.
Si se comparten estas tesis, se compartirá también que no nos encontramos ante un problema que suponga una posición de dominio en el mercado y, por tanto, altere la libre competencia empresarial. Puede perjudicar al pequeño empresario, pero ese nunca lo ha tenido fácil, cuando ha tratado de salir del tercer circuito. Su problema no nace en Málaga, sino que responde a otra naturaleza.
Sin embargo, no puede afirmarse que estas uniones ocasionales vayan a resultar totalmente inocuas. En este sentido, lo que más puede temerse es que, si a muchísimos toreros ya les resulta muy difícil encontrar un hueco en los carteles, a partir de ahora la dificultad será aún mayor. Con el intercambio de cromos entre ellos se puede dar varias veces la vuelta a toda la geografía taurina europea.
Resulta ilusorio pensar que, porque compiten en Málaga, Ramón Valencia vaya a poner grandes obstáculos a BMF a la hora de contar con Roca Rey en sus carteles. O que a Casas todos los competidores le hagan el vacío, cuando quiera contar para Las Ventas con el elenco de figuras –todas menos el de Galapagar– que figuran en la nómina de sus competidores.
Como ésta es una economía muy interdependiente, no siquiera va a alterar de manera apreciable los respectivos cachés, aunque sea por una razón tan elemental como ésta: a nadie conviene incrementar sus costes. Aquí funciona, no queda otro remedio, el hoy por ti, mañana por mí. Y, sobre todo, sigue vigente un principio histórico que se demuestra inamovible: en el mundo del toro nada es definitivo e irremediable; los enfados como mucho duran una temporada, el tiempo necesario para que los ánimos se calmen. Pero no olvidemos que la mayor disputa que hubo en los tiempos modernos se resolvió en una almohada y tomando unas copas. Corrieron ríos de tinta, pero eso fue todo.
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[1] En Eurotoro, nº 188, en su sección “El Avispero” se puede leer:
[2] Ruedo de Olivenza SL se constituyó 13 de enero de 2004 en Badajoz, promovida por José Cutiño. Con posterioridad, el último cambio societario se produjo en mayo de 2016, cuando pasó a ser una Sociedad Limitada Unipersonal, cuyo único socio pasó a ser Global Gudea S.L, mercantil que pertenece al Grupo de Alberto Bailleres. (Boletín Oficial del Registro Mercantil, 25 de mayo de 2016). A su vez, Global Gudea SL se había constituido en Madrid el 17 de julio de 2014 y en noviembre del mismo año y en marzo de 215 pasó a tener carácter unipersonal, figurando entonces como Administrador único Antonio Santiago Pérez, un economista de la asesoría Latorre y Asociados, que habitualmente representa a las empresas de Alberto Bailleres. (Boletín Oficial del Registro Mercantil, de 2 de diciembre de 2014 y de 24 de marzo de 2015).
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