El próximo día 1 de noviembre se cumplirán seis décadas desde que el diestro cordobés Rafael González “Machaquito” dejara de existir en su ciudad natal. A lo largo de su trayectoria profesional, gozó siempre del respeto y de la admiración de la afición, merced a su disposición y entrega en la mayoría de las tardes. Con su fallecimiento, desaparecía el torero que junto con “Bombita” y Antonio Fuentes protagonizó los primeros años del siglo XX y, sin duda, uno de los mejores estoqueadores de la historia de la Tauromaquia.
Desde su retirada del toreo en octubre de 1913, “Machaquito” vivió en Córdoba, ocupándose de las tareas que conllevaban la administración de sus propiedades. En aquel otoño de 1955 Rafael se encontraba delicado de salud, puesto que había sufrido con anterioridad dos lesiones importantes, una perforación de estómago y un problema cardiaco. El 31 de octubre su estado general empeoró, acudiendo a primera hora del día 1 de noviembre a su domicilio, sito en el barrio de la Merced, los doctores Quero y Jiménez para realizarle un exhaustivo reconocimiento. Por desgracia, “Machaquito” no pudo superar esa situación, expirando a las 11:30 de la mañana de la referida jornada. En ese crítico momento se hallaban a su lado su esposa, Ángeles Clementson, y uno de sus hijos.
La noticia se extendió con rapidez por toda la ciudad de la Mezquita, congregándose gran número de personas a las puertas de su casa, ubicada en el nº 12 de la Plaza de Colón. Una de las habitaciones de la parte baja de la vivienda, fue el lugar elegido por los familiares de Rafael para instalar la capilla ardiente. El ataúd es colocado sobre un túmulo, cubierto de paños negros adornados con oro, ocupando un lugar destacado del cuarto la imagen de Nuestra Señora de los Dolores.
Ciudadanos de todas las clases sociales desfilaron ante el féretro de “Machaquito”, muchos de los cuales escribieron unas palabras en los pliegos de firmas dispuestos a la entrada de la estancia. La mayoría de las autoridades cordobesas quisieron darle el último adiós a Rafael González, puesto que años atrás el diestro había sido concejal de su ayuntamiento y también diputado provincial. A todas estas muestras de dolor por la pérdida del III Califa, se unen multitud de telegramas de condolencia enviados por parte de diversas personalidades pertenecientes al mundo taurino y ajenos a él, tales como el matador de toros Vicente Pastor, ganaderos como Eduardo Miura ó Felipe de Pablo Romero entre otros, el gran empresario Livinio Stuyck, el doctor Gregorio Marañón ó el Ministro de Obras Públicas.
El funeral, que tiene lugar al día siguiente, 2 de noviembre, en la iglesia de San Miguel, contó con la presencia del alcalde de Córdoba, Sr. Cruz Conde y también del vicario general de la diócesis, Navajas Camargo. Tampoco faltó a la cita quien había adquirido la categoría de doctor en tauromaquia de manos del Maestro el mismo día que éste dejó de torear, Juan Belmonte, además de otros compañeros de profesión como Manuel Mejías Rapela “El Papa Negro”, Rafael “El Gallo”, Luis Fuentes Bejarano y el también cordobés José Flores “Camará”.
Al término de la misa, el cuerpo sin vida de “Machaquito” fue sacado de la mencionada parroquia a hombros de los toreros allí reunidos, así como de familiares y amigos. De esta guisa, al igual que tantas tardes había abandonado muchas de las plazas que pisaba, recorrió por última vez las calles de la ciudad que lo vio nacer hacía 75 años. Del ataúd con los restos mortales de Rafael colgaban ocho cintas que portaban algunos de los diestros aludidos anteriormente, junto con otras personas. El cortejo fúnebre se completaba con una carroza tirada por caballos en la iban depositadas todas las coronas y ramos de flores que habían llegado a Córdoba procedentes de distintos puntos del país. Finalmente, son sus hijos, Rafael y Carlos, quienes en compañía de más allegados realizan el trayecto desde la entrada al cementerio de Nuestra Señora de la Salud hasta el lugar donde iba a recibir sepultura el cadáver de “Machaquito”.
De la cuadrilla juvenil al triunfo | ||||
Rafael González Madrid había nacido en Córdoba el 2 de enero de 1880 y su ocupación desde corta edad en el matadero de la ciudad facilitó su acercamiento al mundo taurino. Tras un duro aprendizaje en capeas y novilladas, en septiembre de 1895 estoquea por primera vez una res brava. El hecho aconteció en Palma del Río, cuando su jefe de filas, el novillero Antonio Haro “Malagueño”, le cedió, a petición popular, la muerte del animal que cerraba el festejo.
En 1898, el antiguo banderillero cordobés “Caniqui” organizó una cuadrilla juvenil en la que “Machaquito” y “Lagartijo Chico” figuraban como espadas, dirigiendo la misma el también torero de la tierra, Rafael Sánchez “Bebe”. El 10 de abril de dicho año la referida cuadrilla hizo su presentación en Córdoba, obteniendo un gran éxito. Las buenas sensaciones que dejaron después de esta actuación, aumentan al saldar de manera brillante su paso por Madrid, acaecido el 8 de septiembre. Los medios periodísticos emiten juicios muy favorables acerca de la intervención de ambos diestros en el coso capitalino, incluso el corresponsal de Sol y Sombra les augura un prometedor futuro, declara que “Machaquito y Lagartijo Chico son de los que harán andar de cabeza a muchos matadores de tronío”.
Los dos “Rafaeles” toman la alternativa en la madrileña plaza de la Carretera de Aragón el 16 de septiembre de 1900. “Machaquito” se doctoró con el toro “Costillares” de Veragua de manos de Emilio Torres “Bombita”. El torero, que vestía un traje verde y oro, “quedó mejor que su compañero en la muerte de sus toros”, afirma Don Modesto en El Liberal, recetándole al segundo astado que lidió, “Zaíno” de nombre, una gran estocada, “entregándose al meter el brazo”, sostiene el citado cronista de El Liberal, facultad que, por otra parte, mantuvo durante toda su carrera.
El 29 de agosto de 1902 tuvo lugar un suceso en Hinojosa del Duque por el que Rafael González se hizo acreedor a la Cruz de Beneficencia, al salvar de un seguro percance a una multitud de personas que habían caído al ruedo tras el derrumbe de parte de un tendido. En esa época, ya eran famosos sus contundentes espadazos, ejecutados con una enorme decisión. Así se refleja en la crónica que firma N.N. en El Imparcial relativa a la corrida de la Prensa madrileña de 1903 en la que hizo el paseíllo “Machaquito”.
Sobre su faena al último ejemplar de la función, “Murciano” del Duque de Veragua, manifiesta el aludido periodista que el matador cordobés toreó “sólo y valiente, toreando de muleta ceñido y parando de verdad”, describiendo así el instante final, “arrea un volapié inmenso, haciéndolo todo el chiquillo”.
En estos años también comienzan a censurarle desde la prensa el paso atrás que daba a la hora de arrancar con el estoque, aunque algunos reconocen que era “más bien una costumbre que otra cosa”, apreciación de Pascual Millán en Sol y Sombra. El 29 de mayo de 1904 en la corrida celebrada en Madrid, el III Califa cordobés volvió a dar muestras de un valor sin límites, tanto es así que el mencionado corresponsal de Sol y Sombra desaprueba “esa temeridad ignorante, que no puede tener más fin que el cementerio”, concluye.
Durante esa temporada de 1904 se anuncia, nuevamente, en la Maestranza de Sevilla, coso en el que no toreaba desde 1899. En la campaña de 1905 pierde algunas corridas a causa de los percances sufridos, como el que acontece en Murcia el 23 de abril. El 20 de agosto en San Sebastián realizó un extraordinario trasteo ante el toro “Resbaloso” de Miura, equiparado al que ejecuta en el mes de octubre en la plaza de la capital de España al cornúpeta “Perdigón” de Camará. En esta ocasión, tomó los palitroques y colocó “dos pares de frente, llegando de verdad a la cara y parando a ley”, según N.N. en El Imparcial. Con la franela en la mano muestra una irreprochable actitud, “metido entre los pitones, jugándose la piel en cada lance”, continúa el referido informador. La rúbrica perfecta a esta gran obra fue una de sus monumentales estocadas, de la que “el bicho rueda sin necesidad de puntilla”, atestigua, de nuevo, N.N.
Momentos cumbres del III Califa | ||||
Al término de la temporada de 1906, “Machaquito” contrajo matrimonio con Ángeles Clementson. El año 1907 fue magnífico para el diestro nacido en Córdoba, instrumentando una labor sublime, una vez más, en el coso madrileño, ahora frente a “Barbero”, un bravo ejemplar de Miura. Don Modesto tilda la faena de Rafael de “extraordinariamente bella y magnífica”, afirmando incluso que nunca antes se había igualado la dimensión alcanzada por este quehacer. La estocada recetada por “Machaquito” a “Barbero” está considerada como una de las mejores de toda la historia de la Tauromaquia, tanto es así que el gran escultor valenciano Mariano Benlliure se encargó de inmortalizar para siempre el momento. “La estocada de la tarde” se llamó la obra, apareciendo el mencionado astado de Miura tambaleándose, con un espadazo hasta las cintas en la misma cruz, llevando además prendido en el pitón derecho un trozo de la camisa del torero cordobés.
En 1908 prosiguió Rafael su racha de éxitos en la plaza de la Carretera de Aragón, sobresaliendo la labor efectuada ante “Baratero”, una res de Veragua que fue pasaportado con un “volapié inmenso hasta el codo, acostándose en el morrillo”, asegura N.N. en El Imparcial.
Al año siguiente, una serie de circunstancias negativas hicieron que al finalizar la temporada solamente hubiera toreado 29 corridas. Por una parte, durante aquel 1909 “Machaquito” no se contrató en la plaza de Madrid, influido en su decisión por el pulso que mantenía “Bombita” con el empresario del coso capitalino, perjudicándole también gravemente su adhesión a Ricardo Torres en la cuestión del “pleito de los miuras”. A esto hay que añadir la cornada sufrida en Palma de Mallorca el 4 de julio, herida que estuvo a punto de ocasionarle la amputación de la pierna izquierda.
En 1910 entabla una cierta competencia con Vicente Pastor, diestro que obtuvo el 2 de octubre un sonado triunfo en Madrid al pasear el primer trofeo concedido con cierta seriedad en el mencionado recinto taurino. El enfrentamiento entre ambos alcanzó las mayores cotas de entusiasmo en la plaza de la capital, donde Rafael siempre mantuvo la fidelidad de sus partidarios. El periodista Dulzuras al término de esa campaña realizó el siguiente comentario en referencia a la tauromaquia del matador cordobés: “de los toreros de esta época es el que más puntos de contacto tiene con el inmortal Frascuelo”, sin duda todo un halago para el diestro que nació en la ciudad de la Mezquita.
El 17 de mayo de 1911 cuajó en el coso de la Carretera de Aragón una de las faenas más importantes de su carrera ante otro ejemplar de Miura, “Zapatero”, cortándole finalmente la oreja. En la prensa hay opiniones encontradas acerca de dicho otorgamiento. Don Pío describe con detalle en su crónica, publicada en Arte Taurino, el trasteo que le valió el apéndice a “Machaquito”. Comenzó toreando de rodillas, para continuar con “naturales, de pecho y altos”, que fueron, empleando sus propias palabras, “marca Machaco”, aclarando a continuación su aseveración, muletazos “en que la ropa del valiente estaba más cerca de los cuernos del toro que de las carnes del torero”. Coronó su actuación con un pinchazo hondo y una estocada de las suyas.
Teniendo en cuenta todo ello, Don Pío se muestra a favor de la concesión del trofeo al III Califa. Parecer diferente es el que manifiesta El Tío Campanita en Sol y Sombra, pues afirma que la labor fue “merecedora de innumerables elogios, palmas y bravos; pero impropia, por lo temeraria, de su estoqueador de su prestigio”. Por lo tanto, se opone a la mencionada oreja, calificando de “bufo y propio de los Villabrutanda” lo sucedido aquel 17 de mayo en Madrid.
El percance de más trascendencia de toda la vida torera de “Machaquito” tuvo lugar apenas unos meses después (6 de octubre) del notable éxito logrado con el burel de Miura en ese mismo escenario. Un astado de Gamero Cívico le produjo una grave distensión de ligamentos de las vértebras cervicales, de la que felizmente se recuperó.
La siguiente campaña mantuvo su cartel a base de amor propio y agallas, si bien se puede considerar que su trayectoria entra ya en decadencia. El 16 de octubre de 1913 vistió el traje de luces por última vez, ejerciendo de padrino de alternativa de uno de los toreros que marcaron la historia de la Tauromaquia, Juan Belmonte. Se luce durante toda la tarde con capote, banderillas, muleta y espada, demostrando, una vez más, su ambición profesional. El postrero cornúpeta que debía pasaportar llevaba por nombre “Lunarejo” y pertenecía a la vacada de Bañuelos, aunque posteriormente como director de lidia tuvo que acabar con el toro que cerraba el festejo al resultar lesionado Belmonte.
Dos jornadas más tarde, “Machaquito” decidió, por sorpresa, cortarse la coleta. El encargado de hacerlo fue su íntimo amigo Clemente Peláez, ante la mirada de la esposa del diestro, Ángeles Clementson, y de sus dos hijas. La escena tuvo lugar en la habitación 184 del hotel Palace, después de haberse reunido todos ellos para comer juntos. La noticia, fue acogida por la afición con extrañeza, puesto que Rafael tenía previsto viajar próximamente a Lima para cumplir con sus compromisos. Así, de forma inesperada y silenciosa, concluyó la carrera taurina “Machaquito”, camino que estuvo marcado desde sus inicios por la honradez, la vergüenza torera y, como no, por su contundencia manejando el estoque. Toreó en total 754 corridas, dando muerte a 1.853 reses.
© Carmen de la Mata Arcos/2015
BIBLIOGRAFÍA.
PÁGINAS WEB.
0 comentarios