VALENCIA. Primera de la feria de Fallas. Un escaso tercio de entrada. Novillos de Fuente Ymbro, de correcta presentación pero de muy escaso juego, excepto el 3ª, alegre y con buen tranco. Antonio Puerta (de azul eléctrico y oro), dos avisos, un aviso y vuelta en el que mató por Posada; tuvo que rematar también al 7º. Juan Leal (de azul cielo y oro), silencio y silencio. Román (de grosella y oro), una oreja con dos vueltas y lesionado. Posadas de Maravillas (de espuma de mar y oro), palmas en el único que mató. El festejó se prolongó por espacio de tres horas y cuarto.
Posadas de Maravillas fue atendido en la enfermería de una cornada de 12 centímetros en el gemelo de la pierna izquierda, que le impidió continuar la lidia. Al inicio de la faena del 7º, Román tuvo que se atendido de una fuerte luxación en el hombro izquierdo, por lo que no pudo concluir su actuación.
Tarde plomiza y deslucida, para empezar. Y para terminar, insufrible de larga y tediosa, en lo que acabó siendo toda una oportunidad para ejercitar la virtud de la paciencia. Un exceso, en cualquier caso. Aunque eso no supusiera luego ninguna mejoría en la tormenta que caía en las taquillas, todo el mundo aplaudía el gesto de Simón Casas, el productor de espectáculos taurinos, de improvisar la inclusión por vía de urgencia de Posada de Maravillas en el cartel, tras su fuerte triunfo de Olivenza. Luego se comprobó que si el gesto no termina en gesta, se digiere bastante mal.
Anotemos buena parte de la responsabilidad en Ricardo Gallardo, el mediático titular de la ganadería de Fuente Ymbro. De ocho, uno. Un balance más bien pobre, sobre todo porque los siete restantes dejaron bastante que desear. Esta era la primera de las tres tardes que Gallardo se anuncia en Fallas; por delante quedan la novillada de este domingo –con el hierro de “El Parralejo”– y la corrida del llamado ciclo de los encastes. Aunque sólo sea por razones egoístas, esperemos que haya más suerte y mejor tino, porque lo que ha sido esta tarde es mejor olvidarlo.
El tercero de la tarde, el único que sacó raza y buen estilo, le correspondió en suerte a Román, el valenciano que dirige la empresa local. Y a fe que lo supo aprovechar. No es que este torero haya progresado adecuadamente, como se dice en el lenguaje escolar; es que ha subido bastantes escalones. Principia por tener dos elementos de interés: desparpajo en el ánimo y temple en las muñecas. Como, además, se nota la buena mano de Santiago López en los entrenamientos invernales, nos encontramos con un novillero que estando precisamente en eso, en novillero, da gusto verlo.
En el único que lidió –con el que hacía séptimo sufrió una luxación en el hombro izquierdo al inicio de su faena–, se le vieron progresos claros en el manejo del capote, tratando siempre de torear apoyado sobre la cintura. Con la muleta dejó un par de series con la izquierda de mucho respeto. Y siempre, buscando llevar al novillo largo y por abajo. Como se fue muy derecho detrás de la espada, llegó el triunfo y la oreja. El Presidente consideró, y en su derecho estaba, que era hora de ponerse riguroso en lo que se refiere al segundo trofeo. El respetable se enfadó sonoramente. Si éste es el listón que va a seguir todas las tardes, adelante; pero, en cualquier caso, es muy discutible. Y más en una novillada.
Rompía plaza Antonio Puerta, que al final tuvo que lidiar tres novillos, además de finiquitar al que había lesionado a Román. Si no fuera por el abuso de descargar las suertes, maneja los avíos con pulcritud y con la mejor intención, aunque tampoco la expresividad artística vaya a mayores. No se le puede negar que el murciano estuvo entregado toda la tarde, que para él fue una tarde verdaderamente intensiva. Estajanovismo puro.
En silencio, es decir: sin decir nada, pasó en esta ocasión Juan Leal por Valencia. Nadie le niega que tiene muy bien aprendido el oficio y anda sobrado ante los novillos. Pero su toreo dijo hoy muy poco, hasta cuando echaba las rodillas al suelo. Si esto es ocasional, tiene un pase; en caso contrario, mala cosa es.
Había interés por Posada de Maravillas, después de la eclosión en Olivenza, de la que cuentan y no acaban. Pues, nos quedamos con las ganas; otra vez será. Una inoportuna –¿pero acaso hay cornadas oportunas?– dejó su actuación en un reducido ramillete de lances, entre los que sobresalió una media, y algunos apuntes con la muleta. Demasiado poco como para emitir un juicio. Lo cual no quita para que dejara el recuerdo de un aire esperanzador.
Otro sí:
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