Nos puede la norma y/o el rigor de lo administrativo, de lo casi burocrático, y lo de “esto es mío y aquello tuyo”. También en los toros. Resulta que según el hecho ocurra en un día o en otro, mejor dicho: en el ciclo obligatorio o en el abono voluntario, el premio no es el mismo. Y todo porque el obligatorio se le denomina de “San Isidro” y el voluntario en esta ocasión “Arte y Cultura”, como antes se le denominaba “del Aniversario”. O sea, pura razón coyuntural y casi administrativa.
Sabido es que esto de romper el serial isidril para dividirlo en dos fue una decisión que se adoptó como solución salomónica por la Comunidad Autónoma, tras determinadas reivindicaciones de las organizaciones de aficionados, que pretendían racionalizar la dimensión de la feria, entonces kilométrica. Realmente, lo que pedían era prescindir de los carteles marginales y de relleno para potenciar los demás. Quizás porque empresarialmente resultara conveniente e incluso razonable, pero la realidad es que la solución fue una partición un punto artificial: mantener todo igual, pero anunciándolo bajo dos nombres distintos.
Frente a cuestiones tan coyunturales y discutible, una realidad: en Madrid acabamos de tener 30 días de toros consecutivos, con tan sólo el breve respiro de un lunes, que, como en la vieja mili, nos dieron permiso para salir de paseo por la tarde hasta la hora de retreta. Los criterios de la autoridad en los asuntos ganaderos y taurinos han sido los mismos desde el primer día hasta el último. Otro tanto ocurre con los acuerdos con los que la Empresa haya podido cerrar las respectivas contrataciones de unos y otros. Y la afición aplaudió, silbó o premió bajo similares parámetros.
Bueno, pues va a ser qué no a la hora de conceder los galardones que distinguen a los participantes en estas 30 tardes. Por el hecho tan circunstancial de que te anuncien el 30 de mayo o lo hagan el 5 de junio el panorama cambia: el día 30 puedes aspirar a ser el triunfador de la feria, el día 5 estás vetado. Los méritos pueden mayores que el día 5 que el día 30, pero se impone la razón casi administrativa: ocurrió fuera del paraíso isidril y por tanto no es merecedor a distinción alguna.
A estas alturas de la narración, confesemos el profundo escepticismo con el que miramos a la mayoría de los premios, porque en general no tienen como objetivo más relevante que posibilitar la posterior celebración del acto social anual, incluso con cena de gala, de los organizadores, con derecho a figura del toreo en la presidencia, que si no es por recibir la estatuilla de turno nunca iría.
Pero cuando se trata de unos galardones con vitola de oficialidad, como es el caso tanto de Taurodelta como del binomio Comunidad-Ayuntamiento, que no necesitan de “actos sociales del año”, que bastante relevancia pública tienen ya, la cuestión es distinta.
Pero como hay que ajustarse a la cosa administrativa/burocrática, “Velosico II”, del hierro de Puerto de San Lorenzo, como se lidió en el serial “Arte y Cultura” no pudo disputarle a “Fiscal”, de Alcurrucen, o a “Pistolero , de Baltasar Ibán, el título del toro más bravo entre los saltaron a Las Ventas. Y puestos los tres juntos, la cosa no sería fácil de dilucidar. Y más cuando se conoce que ni “Fiscal” ni “Pistolero” alcanzaron mayoría absoluta en las votaciones.
Pero otro tanto pasa, por ejemplo, con el honorífico título de triunfador de la feria. ¿Por qué razón a Alejandro Talavante por haberse anunciado en la Beneficencia no hay que tenerlo en cuenta a la hora de distinguir al torero que hubiera tenido las actuación más triunfal de estos 30 días? Pues a lo mejor hubiera obtenido más de los 10 votos sobre 24 que le sirvieron a Castella –que nos merece el mayor respeto, él y el enorme y meritorio esfuerzo que hizo en Las Ventas– para llevarse el Premio.
Y si queremos localizar el ridículo más paradigmático en esta materia, no hay más que recordar el último año en el que José Tomás compareció en el coso de la calle de Alcalá. A nadie se le ha olvidado todavía la que formó el de Galapagar, que fue monumental. Pues salvo la gloria del permanente recuerdo de los aficionados, aquello no tuvo su traslado a los títulos de triunfadores de nada. Más ridículo no se consigue ni convocando un concurso.
Hoy como ayer, en Madrid han triunfado los que han triunfado, lo diga este Jurado o aquel otro, haya toreado en el “sanisidro” oficial o en ese otro que se construye de tapadillo a su lado, o en la Beneficencia, o la Corrida de la Prensa. No hay distinción que valga: forman un todo en la más que tradicional primavera taurina de Madrid, que se llame como se llame comienza después del 2 de mayo y acaba después de la Beneficencia. Es el mismo Madrid y la misma afición. Por eso los distingos puramente nominalistas y burocrático no hacen más que devaluar los premios.
0 comentarios