Los arrendamientos de las plazas, espada de Damocles para el negocio taurino

por | 1 Nov 2012 | Informes

El caso más importante hasta ahora ha sido el de Málaga, donde la empresa adjudicataria de la plaza, a cuyo frente están los hermanos Chopera, han tenido que acudir a la Diputación, propietaria del coso, en la petición de comprensión y auxilio: eso de convertir la Malagueta en plaza de temporada resultó ser una verdadera ruina. Pero ni es el único ni mucho menos será el último.

Ya hubo Corporaciones locales que sacaron sus plazas a concurso a canon 0 y en otros casos, como el de Zaragoza, se ve venir que la situación actual no es sostenible, por más romanticismo que se le eche al asunto, después de la debacle económica de este año. Aunque sean propiedad privada de estos males no se libra otras plazas, como ocurrió en Córdoba o Granada.

Y es que este asunto de los arrendamientos, y las condiciones que imponen, de las plazas constituye hoy uno de los problemas más graves que tiene la Fiesta. Tan es así que hoy es de las pocas cuestiones en las que se produce unanimidad entre todos los sectores del planeta de los toros.

Entre que unas plazas necesitan imperiosamente de los ingresos extraordinarios de la Televisión [Ramón Valencia dixit] para no entrar en pérdidas y que tal como anda el patio económico las incertidumbres se multiplican para la actividad empresarial, cuando se trata de reconstruir toda la arquitectura de la Fiesta bien se haría comenzando por establecer unos criterios y, si es posible, una normativa clara en esta materia.

No deja de resultar llamativo que, a la hora de hacer la cuenta de resultados, mejor le haya ido a aquellas plazas que siendo de titularidad pública –o semipública, como es el caso de Bilbao– han acudido a la fórmula de la gestión directa: contratan un gestor profesional, que les asesora en todo lo propio del negocio taurino, pero estableciendo sus honorarios en razón del los resultados o de la cifra  de negocio alcanzados. No será un misterio ignoto de todo punto que así ocurra en estos casos y no en los demás: alguna causa tiene que haber.

Hipótesis sobre posibles causas

Una y no pequeña puede radicar en que ese gestor profesional trabaja sin la espada de Damocles de saber que el 1 de enero levanta ya la persiana del negocio con el lastre de una partida de gastos nada despreciable en concepto de piso de plaza, sobre el que todo son incertidumbre so conseguirá al menos amortizarlo.

Pero no reviste menos importancia que las Corporaciones públicas –y en esto el caso de Málaga es emblemático– elaboran pliegos muy creativos, que probablemente sean del agrado de las organizaciones locales de aficionados, pero que no resisten las leyes de la economía real, ni son proporcionados a la propia realidad taurina actual, y no sólo por la crisis económica que nos machaca, sino sobre todo por el cambio tan importante que se ha producido en los usos y hábitos de los aficionados y de los espectadores ocasionales

Aunque sea del todo singular, tampoco de esta dinámica se libra la plaza de Madrid, la única que propia y verdaderamente es de temporada en toda la geografía universal: ofrece espectáculos todos los días festivos desde marzo hasta octubre. Y así deberá seguir siendo. Pero para cumplir este requisito, bueno sería no dejarnos llevar de la rutina y comenzar a estudiar seriamente el caso de Madrid y su futuro.

Es cierto que hoy con los abonos de San Isidro [con su epílogo del Arte o como quiera denominarse a la semana final] y Otoño ingresa lo suficiente para enjugar las pérdidas del resto del año. Y resulta muy prudente remarcar ese término de hoy, que al ritmo de retroceso que caminan los abonos esa situación puede cambiar, a poco que dure la crisis. No sería la primera vez; baste recordar la triste experiencia del tándem Canorea-Berrocal, que luego tuvo que enderezar trabajosamente Manolo Chopera. En estos momentos, aún no se le ha visto del todo las orejas del lobo, pero por ahí anda, al acecho.

El mismo hecho de que los espectáculos taurinos –que a sabiendas o inadvertidamente, que eso da lo mismo en estos efectos, se han incorporado al elenco de los espectáculos de lujo– tengan que competir cotidianamente con una veintena de opciones de ocio, la mayoría de las cuales son gratuitas o de muy bajo coste, ya es un elemento que trastoca por completo la tarea de quien asume la responsabilidad de gestionar una plaza.

Y como debe decirse todo, sería tanto como mirar para otro lado, no tener en cuenta la presión que lógicamente suponen para las Corporaciones propietarias de las plazas, los criterios de los aficionados y hasta de quienes escribimos de toros, en muchas ocasiones somos poco conscientes que opinar sobre lo que se hace con dineros ajenos es relativamente fácil, pero en cambio resulta mas complejo referirse a esos asuntos partiendo de la realidad económica de cada plaza y de cada afición.

[Aunque sea entre paréntesis, seamos realistas en este punto: Resulta muy ilustrativo a estos efectos realizar lo que es más que un juego: confeccionemos unos carteles hipotéticos a base de las opiniones difundidas, por ejemplo, por las organizaciones de aficionados, que están en las hemerotecas. ¿Cuánto público pasaría por taquilla en esa hipótesis?. Un ejemplo: en previsión muy realista de las críticas que le iban a caer, hasta explicaciones tuvo que dar la empresa de Madrid porque en el pasado abono libre de junio contrató al llamado “cartel de los mediáticos”; luego resultó que casi llenan la plaza.

Pero ampliemos el paréntesis: no es menos realista que a una mayoría de empresarios resulta difícil entenderlos: predican con razón la ruina de muchas plazas, pero luego se pelean por ellas como si fueran un verdadero Gordo de Navidad.]

Sentar unas bases fundamentadas

En más de una ocasión se ha escrito en estas propias páginas acerca de la necesidad de sentar unas nuevas bases económicas y gestión para el conjunto de la Fiesta. Entre otros motivos porque resulta vital para el futuro que al empresario de toros –desprovisto de toda picaresca– le cuadren las cuentas; si no le salen con cifras positivas, todos los demás sectores también lo sufrirán. No podemos correr el riesgo, y no está tan lejano, que al espectáculo taurino le ocurra como a la Opera: convertirse en algo para una elite, que además necesita de subvenciones públicas y privadas para sobrevivir.

Pues bien, a la hora de sentar esas nuevas bases resulta imprescindible comenzar por resolver el siempre pendiente problema de los arrendamientos de las plazas de titularidad pública. Y hacerlo, además, sobre bases reales y ciertas.

Por lo pronto, hay que reconocer que, ni en etapa de austeridades, lo que una Corporación ingresa por el arrendamiento resuelve sus problemas financieros y/o de endeudamiento Sería tanto como negar la evidencia mismo no considerar esas cantidades como un auténtico chocolate del loro para las cuentas públicas. Sin embargo, en ese canon es el primer tropiezo serio que todo empresario se encuentra a la hora de diseñar su gestión.

Sin embargo, como han demostrado los estudios del profesor Juan Medina, lo que de verdad deberían tener en cuenta esas Corporaciones, porque es lo que beneficia realmente a las economías locales, son todas aportaciones que un espectáculo taurino genera a su alrededor. Ahí radica precisamente la creación de riqueza e incluso de empleos, por más que sean ocasionales, y no un hipotético canon que no da ni para pagar el recibo de la luz.

Por más que vengamos asistiendo en estos días a casos de privatizaciones de bienes públicos que hace tan solo unos pocos años –muy pocos– resultaban impensables, en el mundo taurino parece una utopía inamovible que las Plazas se vieran también inmersas en esa misma dinámica. Pero pese a todo, si tanta importancia tienen para el erario público los ingresos del canon, con las debidas garantías de continuidad –no vaya a ocurrir lo que pasó con el Chofre, que un cambio urbanístico lo dejó en manos de la piqueta– se pueden trasladar a la propiedad privada esos inmuebles. Como en la mayoría de los casos se trata de edificios singulares, sus nuevos titulares deberán ajustarse a la propia legislación que regula su uso y conservación.

Más a la mano está sustituir los concursos y/o subastas por la fórmula de Bilbao o Santander, al menos en las plazas de primer orden. Ninguna norma se opone a acudir a la gestión interesada de la explotación de las Plazas. Por no oponerse, ni esa costumbre, tan deseada, del derecho a burladero y hasta de aparecer por los círculos taurinos desde una posición de autoridad.

Si se cuenta con un equipo competente y con ganas de trabajar, que es lo que ocurre en el caso de esas dos plazas del Cantábrico, quedan a buen resguardo todas las cuestiones fundamentales. Para la Corporación de que se trate y para el aficionado. Solo necesitan acertar en la elección de ese gestor profesional. Y tal no es un empeño precisamente imposible.

Pero si nada de eso se quiere llevar a cabo, al menos habría que plantearse desde ya dotar a los pliegos de adjudicaciones de las flexibilidad necesaria, para poder adaptarlos, siempre dentro de la ley, a las autenticas realidades sociales y taurinas de cada momento. Así se evitaría la paradoja que ahora se vive en Málaga, pillados como están Diputación y Empresa entre la Ley de Contratos públicos y la realidad de los números.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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