MADRID.Vigésimo segunda del abono de San Isidro. Media entrada: según la empresa, 12.434 espectadores (52,6 % del aforo), la segunda entrada más floja en lo que va del ciclo.
Toros de Las Ramblas (Daniel Martínez), lustrosos de presentación y bien armados, con 569,3 kilos de promedio. Pero sin contenido alguno.
Jesús Martínez “Morenito de Aranda” (de negro y plata), silencio y silencio. Juan del Álamo (de blanco y plata), ovación y ovación. Tomás Campos (de marino y oro), silencio tras un aviso y palmas.
Qué problema cuando no hay fondo armario. Algo de eso se preguntarían los de Las Ramblas, cuando esperaban en los chiqueros. ¿Y ahora que me pongo para salir a la primera plaza del mundo? Un problemón, desde luego, porque sus armarios estaban completamente vacíos. El diseño por fuera, estupendo; pero todas las baldas sin un mal pañuelo al menos, con unos pocos gramitos de bravura como para enseñar a los amigos.
Y es que por más estampa que tuvieran, cuando falta fijeza, humillación, celo para tomar los engaños, todo lo demás resulta superfluo. Pero si, además, sus acometidas siempre acababan por arriba y andaban mirando para todos los sitios, sus lidiadores tienen por delante un problema; cuando los rambleños se equivocaban y tomaban las telas, no sabían salirse de ella. No estuvieron escasos de algo que en ocasiones se llama nobleza; pero mejor habría que hablar en este caso de ausencia de maldad: tenían a un torero a su merced y se iban para otro lado.
Con semejantes condiciones, por más que se esforzara la terna, la tarde difícilmente se podía venir a arriba. Empeño e insistencia pusieron los tres y sus cuadrillas; pero los seis de Las Ramblas iban y venían con la bandera bajada.
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