SEVILLA. Séptima de feria. Casi lleno. Toros de El Pilar, seria y manejable, pero con poco fondo; los mejores 1º y 2º. Juan Serrano “Finito de Córdoba” (de grana y oro), ovación tras aviso y silencio. José Mª Manzanares (de negro y azabache), silencio y silencio. Daniel Luque (de marino y oro), ovación tras aviso y silencio.
Tras la muerte de su primer toro, el diestro José María Manzanares tuvo que ser atendido en la Enfermería de los efectos de una fuerte gastroenteritis, que requirió que se le suministrara suero glucosado. Por esta causa, se corrió el turno de lidia: Luque lidió su segundo en 5º lugar, dejando el que cerró plaza para Manzanares: tras matar a este ultimo el de Alicante tuvo que regresar a recibir atención médica.
Pasar, lo que se dice pasar, nada de particular. Todo por el palo de una sosería intermitente, con algunos ramalazos refulgentes de arte, pero sueltos, sin continuidad ni mayor historia. Eso sí, con un capotazo grandioso, casi un circular templadísimo, de Curro Javier, al sacar del caballo al que cerraba plaza.
La corrida de Moisés Fraile, en este caso con el hierro de El Pilar, cumplió sobradamente en presentación: toros altos, musculados, con mucha caja. Sin tener una mala condición, se vieron muy mermados por su poco fondo, hasta transmutarse en un deambular mortecino de viajes cada vez más cortos, para desilusión de sus matadores. Con calidadi los dos primeros.
“Finito de Córdoba” marcó las diferencias. Las diferencias entre los aficionados y los espectadores. Desde luego, no fue la suya una faena redonda y completa, porque mantuvo demasiados altibajos. Tampoco el torero pisó el acelerador a fondo. Quizá por eso no prendió en el tendido. Pero los aficionados salieron hablando de aquellos muletazos casi celestiales que dejó en la Maestranza. Verdadera orfebrería, tanta que levantó los olés más auténticos de lo que va de feria. Lo que ocurre es que muchos carteles de toros puestos uno detrás de otro forman una colección, pero no una apoteosis.
Que algo le pasaba se empezó a ver desde que Manzanares recibió con el capote a su primero. Y, en efecto, luego se supo: el torero tenía muy mermadas sus facultades fñisicas como consecuencia de los efectos de una fuerte gastroenteritis, requiriendo atención médica en la Enfermería mediada la corrida y a su conclusión. Bajo ese síndrome discurrió su tarde: no quiso caerse del cartel –lo que habría hecho un “agujero” a la empresa–, ni dejar un tercer toro a otro espada. En resumen, una tarde sin poder desarrollar nada de particular. Una pena porque un Manzanares en forma hubiera podido cuajar al excelente toro que fue su primero, con el que al final no se centró. Probablemente ni podía.
Se acabó la feria para Daniel Luque. Y se le fue con la suerte de espalda en los sorteos. Hoy tuvo un manso y bruto, su último toro en este abono, que sólo pensaba en irse a terrenos de chiqueros y que no daba opción alguna. Por delante tuvo uno más potable, como ya marcó el torero en los suaves y abrochados lances de recibo; luego el toro se vino a menos y llegó la inevitable intermitencia, solo levantada con el arrimón final.
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