MADRID. Vigésimo quinta del abono de San Isidro. Gran entrada: según la empresa, 22.430 espectadores (94,9% del aforo), en tarde de agradable temperatura.
Toros de Alcurrucen (de la Casa Lozano) –el 4º con el hierro de El Cortijillo–, cinqueños los lidiados en 3º y 5º lugar, con 540,8 kilos de promedio, en la segunda comparecencia de esta ganadería en el abono. Un conjunto muy desigual de presencia y lámina, que manseaban en su ir y venir sin celo alguno y varios renqueando de los cuartos trasero; con algo de más clase el que hizo 5º y en alguna medida el que abrió la tarde. El del tercer hierro de la Casa, sencillamente para olvidar.
Antonio Ferrera (de turquesa y oro), ovación y silencio. Diego Urdiales (de gris plomo y oro), silencio y ovación tras dos avisos. Ginés Marín (de verde botella y oro), silencio y silencio.
Lo inhabitual es que a la familia Lozano le falle esa baraka que tanto tienen acreditada. De los 12 toros que ha lidiado en este abono, ni uno fue como recordar. Alguno tuvo sus cositas, pocas, pero ninguno se acercó ni de lejos a ese toro que hace olvidar a todos los demás, que tanto éxitos ha dado a esta Casa.
Una pena, porque la terna era muy de la afición de Madrid, que llenó el 95% de la plaza; pero que también interesa en otros muchos sitios. Cada uno de ellos tiene su aquel, que no es fácil en esta etapa contemporánea del igualitarismo, por abajo además.
Y al mismo tenor de la expectación existente vino el desengaño final. Ya se sabe que eso no es bueno, pero la fiesta de los toros, que se vive sin VAR ni moviola alguna, es así. Los técnicos audiovisuales hablan de los riesgos del directo. Pues para directo, los toros, del todo impredecibles.
Se despedían del abono, después de tres comparecencias, Antonio Ferrera y Ginés Marín. Dejaron el detalle de las cosas bien hechas, pero sin alcanzar la cota de anteriores tardes. Diego Urdiales, que aun tiene pendiente el mixto de la Beneficencia, dejó la huella de un quite a la verónica con empaque y de una faena que, aunque con intermitencias, rayó a buena altura, luego no completada con los aceros, el suyo y el del tercero de su cuadrilla.
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