Con julio hemos entrado de lleno en el torbellino de la temporada que desde los sanfermines nos llevaran sin solución de continuidad hasta la Feria del Pilar, con el momento álgido de agosto, el mes más taurino como ocurre todos los años con el norte de España como referencia especial.
Y hay que reconocer que llegamos a este maratón tal como estábamos al iniciarse esta campaña: con los deberes por hacer. Ni el Gobierno parece en disposición de culminar el tránsito administrativo de la Fiesta, ni los sectores taurinos terminan de dar los pasos necesarios para romper con el histórico reino de taifas, que tanto daño hace a la Fiesta.
Así como en el ámbito político es cuestión de esperar a que concluya la actual interinidad del Gobierno, en el caso de los estamos taurinos el problema es más profundo, en la medida que los desacuerdos son tan generalizados que difícilmente se consiguen superar a base buena voluntad, que hay que presuponer si no se quieren perder los últimos resortes de esperanza.
Un ejemplo. Hace tan sólo unas semanas se ponía de manifiesto las dificultades que hoy tiene la naciente Unión de Toreros para aunar voluntades. Aquel llamamiento a los toreros más desfavorecidos –¡vaya manera de calificarlos!– no dejaba lugar a dudas en este sentido. Pero en los demás estamentos taurinos las cosas no son muy distintas, como se ha visto en esa disputa como de “patio de colegio” entre empresarios a costa de José Tomás y sus condiciones de contratación, como el torero de Galapagar fuera el malo de la película.
Pues bien, la experiencia enseña que hay que dejar de lado toda posibilidad de alcanzar una solución en los meses que ahora han comenzado. Bastante tienen los taurinos –dirá más de uno— con llegar a octubre habiendo alcanzado sus objetivos particulares, como para además preocuparse de los problemas del prójimo.
Lo que no se dan cuenta con esta forma de razonar es que ese tal “prójimo” somos todos, echando por delante a los propios taurinos. ¿Acaso no les dice nada el hecho de que ferias tradicionales hayan decidido recortar su número de espectáculos? ¿Les resulta irrelevante que con tres figuras en el cartel haya plazas que no registren más allá de media entrada? ¿Hay que admitir como algo normal que la temporada de reaparición de José Tomás vaya camino de convertirse en aquella famosa “guerrilla” por los pueblos de El Cordobés y Palomo frente a las grandes empresas? ¿Debemos entender que dan por bueno que no se detecte ninguna inquietud entre ellos por cómo va a elaborarse el futuro pliego de Las Ventas? ¿Habrá que dar carta de naturaleza a la crisis endémica de la Mesa del Toro, que la mantiene en un permanente impasse?
Pues parece que todas estas interrogantes les resultan irrelevantes, mientras por sus hechos transmiten la imagen de que lo único que les preocupa –a todos, a cada cual según su posición– es esa tendencia a quitar sistemáticamente trapío a los toros, confiados en que saldrán indemnes, porque al final todos los palos se los llevará Curro Vázquez, que es lo que está de moda, como si el linarense fuera ese poder fáctico que condicionara todo el devenir taurino.
Luego, cuando llegue la hora de repartir responsabilidades, se volverá a repetir el espectáculo de siempre: todas las culpas siempre serán del otro, que no es más que un fantasmagórico individuo del que nadie responde, pero que sirve para descargar los malos humores. Pero se equivocan: lo admitan o no, las culpas serán de todos ellos, que cuando había que dar pasos muy firmes para ganar el futuro, han preferido perderse en la maraña de sus pequeños intereses.
Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".
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