Litri: «el poético poderío que siempre tuvo en arte la tristeza»

por | 1 Sep 2010 | Retazos de Historia

Lo escribió el gran escritor y periodista sevillano José María Requena. “Litri siempre manda en el bicho con el poético poderío que siempre tuvo en arte la tristeza”. Y acertaba el poeta de Carmona. La erguida figura del torero de Huelva, ausente de gestos ostentosos, paseó por los ruedos la imagen de ese hombre solo, que busca en los medios de un ruedo eso tan difícil que es el triunfo.
 
Cuando hablábamos, veraneantes en Punta Umbría, era unos pocos días después de que a su hijo Miguel un becerro le hubiera dado el primer revolcón en la plaza d tientas de “Peñalosa”. Y aunque aparentemente alejado del ajetreo taurino, se nota de lejos que era matador de toros, hasta en pantalón playero.
 
Si se quiere decir así, yo era tremendista, pero en otra línea que no tiene nada que ver con lo que luego se vio en los ruedos. Lo mío era a base de valor, de facultades y de quedarme muy quieto. Luego, por decirlo de algún modo, modernizaron el tremendismo. Y no se puede negar que tiene su público”.
 
¿El litrazo? Una casualidad, en confesión del torero. “Tengo que reconocer que me salió por casualidad. Toreaba en Madrid, en Las ventas, una tarde de mucho aire. Me puse de largo y cité al novillo. Y en eso que un golpe de viento me echó la muleta a la espalda. La saqué como pude y le di salida al novillo. Y resulta que gustó y luego lo tenía que repetir todas las tardes”.
 
Hay que tener en cuenta que yo tenía que salir todas las tardes a triunfar. Es el sino de los toreros de valor, que siempre  tienen que salir a arrimarse. Y eso agota mucho. Por eso precisamente, aconsejado por el Dr. Marañón, tuve que dejar de torear a final de 1952, estaba totalmente agotado”.
 
Conocido es llegó a este duro oficio siguiendo tradiciones familiares. Y al amparo de la tertulia onubense de los partidarios de su hermano Manolo, “La afición nació en mi poco a poco. La verdad es que me hubiera gustado ser cirujano, pero el ambiente pesa. Con 8 años ya había toreado un becerro”.
 
Siempre ha recordado con una cierta nostalgia sus tiempos en la ganadería de María Teresa Oliveira, a donde su madre le dejó ir  con la promesa del ganadero que si no valía para esto, lo mandaba de nuevo para casa. “En esa finca toreaba “Torquito” y le di tanta lata que al final me consiguió meter en una novillada en Bilbao. Y no se me dio mal, si no hubiera sido por la espada…”.
 
A partir de ahí, con la ayuda de unos amigos de la familia, comienzan un rosario de novilladas, que le ponen en la pista de lanzamiento que tiene su primer acto con las 115 novilladas de 1948. El resto de la historia es conocida, con aquella alternativa de Valencia, que bien puede entenderse como el paradigma de todos los doctorados, con Aparicio y Cagancho.
 
Por aquellos años, y con más motivo hay que suponer que ahora, a El Litri taurinamente lo que de verdad le preocupaba, era que se hablaba poco de la Fiesta. “Antes en cualquier bar te encontrabas una tertulia taurina. Pero no se ha creado afición. Para mí, lo más urgente que entre todos tenemos que hacer es crear afición, interesar a los jóvenes por todo esto”.
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