Lección magistral de José Tomás en Alicante

por | 25 Jun 2016 | Temporada 2016

ALICANTE. Tercera de feria. Lleno de "No hay billetes". Toros de Fermín Bohórquez para rejones, desiguales de juego;  cuatro de Núñez del Cuvillo, de mejor presentación  para lo usual en esta plaza, de excelente juego el 5º –premiado con la vuelta al ruedo— y el 6º, manejable el 2º y manso y rajado el 3º. Manuel Manzanares, ovación y silencio. José Tomás (de marino y oro), una oreja y dos orejas. José María Manzanares (de azul cobalto y oro), silencio y dos orejas. Tomás y Manzanares salieron por la Puerta Grande.

En el fondo, lo de menos son las tres orejas. Y casi podría decirse otro tanto –siempre en un sentido estrictamente taurino– sobre el impacto económico en la sociedad alicantina que ha tenido desde su anuncio a este torero en los carteles. Todo eso es importante, muy importante, pero queda en un segundo plano cuando se reviven en la memoria unas series sobre la mano izquierda de José Tomás en este día de San Juan en Alicante. Pura esencia del toreo eterno, que es lo que justifica la pervivencia de la Tauromaquia a lo largo de los tiempos.

Desde cómo colocaba los trastos para citar al toro, como lo traía toreado desde lejos, hasta el remate muy detrás de la cadera. Y todo con una cadencia, un temple, un regusto, que los hacen inolvidable. Este cuvillo que hizo 5º tenía clase y tenía buen fondo, desde luego. Pero no se dice ninguna barbaridad si a continuación se afirma que todo ello lo sacó a pasear en mayor medida gracias a las muñecas de José Tomás, que lo supo ver desde los primeros lances al delantal con que los recibió y lo supo torear desde la despaciosidad, desde un temple superlativo, desde la propia elegancia.

Toda la actuación del torero de Galapagar fue una pura sinfonía. Dejó al toro muy crudo ante el caballo, para luego poder imponer su mando. Y sobre esa base cuajó una de sus faenas grandes, que prendió en el público desde el primer momento. Como siempre ocurre cuando algo huele a verdad. Y de rigurosa verdad fue  su toreo fundamental sobre ambas manos, como verdadero fue el remate de la faena con unos pases por alto, sin la muleta montada, que fueron la auténtica antítesis de esos habituales telonazos que tanto se ven: traía al cuvillo prendido en las bambas de la muleta y lo llevaba templadamente hasta el remate, sin un tirón, sin una violencia, sencillamente muy bien toreado.

Ya había dejado notas muy estimables con el 2º, al que consiguió retener en los medios, pese a los intentos continuados por irse hacia los tableros. Una faena reunida, con momento profundos, junto a otros más livianos. Pero ya con el 5º despejó todas las dudas, si es que aún se tenían. Fue el José Tomás que explica el peregrinar de tantos aficionados detrás de este torero. Una tarde magnífica.

José María Manzanares tiró a abreviar con prontitud una vez comprobada las condiciones adversas de su primero, que sin tener peligro, era un manso declarado que tan sólo buscaba el camino para guarecerse en las tablas. En cambio, aunque sin llegar a la recordada tarde de la Beneficencia, se acopló bien con el 6º, de excelente condición. ¿Qué le faltaba? Un mayor grado de reunión, más ajuste al realizar las suertes, mucha tela, en fin, en los engaños. Pero el trasteo fue a más y en la fase final alcanzó sus momentos mas sólidos. Mató luego al recibir, aguantando por tres veces el parón de su enemigo, y ahí tuvo el colofón que le faltaba para poder acompañar a José Tomás por la Puerta Grande.

Desentonó bastante en  un festejo de tanta expectación la actuación de Manuel Manzanares a caballo. Ni en uno ni en otro enemigo aportó nada ni nuevo, ni bueno; simplemente cubrió el trámite de ir “de primero”. Y para eso, mejor ir a una terna tradicional.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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