MADRID. Un cuarto de entrada. Toros de Antonio Bañuelos, que esta tarde tomaba antigüedad, con cuatro ejemplares nobles y con clase. Ricardo Torres (de verde manzana y oro), que confirmaba su alternativa, ovación con saludos y silencio tras aviso. Leandro (de rosa y oro con cabos negros), una oreja tras aviso y silencio. Serafín Marín (de rioja y oro), silencio tras aviso y una oreja.
Muy interesante la corrida dominical de Las Ventas, a lo que colaboró la buena corrida de Antonio Bañuelos, que más que cumplió en presentación y echó al ruedo cuatro toros notables: 1, 2º, 4º y 6º, y dos con más dificultades, el 2º con mucho genio y 5º sosísimo. Tanto Leandro como Serafín Marín dejaron constancia de que son toreros que debieran ser tenidos en cuenta.
Trece años después de haber llegado al doctorado, confirmó esta tarde su alternativa el aragonés Ricardo Torres. Y lo hizo con dignidad. En especial en el toro de la ceremonia, supo entenderlo para dejar varias series de muletazos estimables, en particular por el pitón derecho; una labor seguida con interés hasta que con la espada llegó lo peor. Con el 4º, que era bravo, el aragonés no terminó de verlo claro.
Daba gusto ver desenvolverse a Leandro con el buen toro de Bañuelos que hizo segundo, Ya con el capote dejó lances estimables, para luego explayarse más en su faena de muleta, que tuvo que ser medida porque el animal tenía las fuerzas justas. El vallisoletano lo entendió bien y a base de suavidad y templanza logró muletazos con su sello personal. Tras una estocada entera y descabello, se le concedió una oreja. La sosería del 5º impidió logros mayores; los intentos del torero de Valladolid difícilmente podían consolidarse.
Serafín Marín logró su oreja con el 6º, un toro que humillaba con clase y con la que se pudo ver a un torero capaz de manejar las telas de forma rotunda y con buen ajuste. Una faena variada, concluida en las cercanías. Poco pudo hacer frente al 3º, con mucho genio y corto recorrido.
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